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Mankanita se acercó a Alex.

– Gracias por haberme invitado a venir aquí.

– Lonan te echaba de mucho menos -dijo Alex.

– Yo también a él -replicó ella con una dulce expresión en sus ojos-. Ahora comprendo por qué amas tanto este lugar. Lonan me dijo que era muy hermoso y tenía razón.

Alex, complacida con sus palabras, se dio la vuelta para ver lo que estaban haciendo los chicos y vio entonces llegar a Cal con el jefe Sam Dick y su esposa. La pareja paiute iba vestida con la ropa ceremonial de la tribu.

Los ojos azules de Cal se clavaron en el rostro de Alex. Ella sintió unas palpitaciones extrañas en el corazón. Pocos minutos después, llegó el grupo de Ralph. Cal dijo entonces a todos los chicos que formaran un semicírculo y se sentaran a escuchar al viejo jefe paiute.

Alex se sentó en un extremo del grupo y Lonan y Mankanita, en el otro. Ralph y sus chicos formaron un segundo semicírculo. El jefe Sam se sentó en el centro. Su esposa se sentó luego junto a él.

Cuando todos estuvieron sentados y en silencio, Cal dio un paso al frente.

– Vosotros, jóvenes que estáis aquí en Hetch Hetchy Valley, tenéis el gran honor de estar hoy reunidos alrededor de uno de los grandes jefes paiute de Yosemite. El jefe Sam va a contaros personalmente la leyenda de esta tierra y de sus gentes.

Tras esas palabras, Cal se fue a sentar junto a Alex. Al hacerlo sus piernas se rozaron levemente, pero lo suficiente para que ella sintiera como si el fuego de una de aquellas antiguas antorchas indígenas le quemara la piel.

El jefe Sam elevó la vista al cielo por encima de todos, con ojos visionarios.

– Yo solía venir aquí a buscar bellotas. Mi pueblo llamó a este lugar Ahwahnee, que significa «boca grande», como la del oso negro. El hombre blanco lo llama Yosemite, que en nuestro lenguaje significa «los que matan». Muchas generaciones antes de que el Creador completase la formación de los barrancos de este valle, una pareja de paiutes, que vivía en Mono Lake, oyó hablar de lo hermoso y fértil que era el valle de Ahwahnee y decidió venirse aquí a vivir. Los dos se pusieron en marcha, él llevaba pieles de venado al hombro y, ella, un bebé en los brazos y un cesto a la espalda. Cuando llegaron a Mirror Lake, comenzaron a reñir. Ella quería regresar a Mono Lake, pero él no. Era un sitio donde no había robles ni crecía ningún tipo de árbol. Ella dijo que plantaría semillas pero el hombre no quiso escucharla.

Mientras el jefe paiute hablaba, Alex sintió que Cal le agarraba la mano disimuladamente bajo el sombrero que había dejado en el suelo.

– La mujer rompió a llorar y echó a correr desesperada para intentar volver al poblado paiute de Mono Lake. El hombre la persiguió muy enfadado. Para tratar de escapar, ella se quitó el cesto de la espalda y se lo arrojó a su marido. Aquel lugar se convertiría en Basket Dome. Continuó corriendo y cuando él estaba a punto de alcanzarla le arrojó el bebé en el lugar que nosotros llamamos desde entonces Royal Arches.

Alex miró a los chicos que tenía al lado. Estaban fascinados por la historia del jefe.

– Por haber traído el odio a Yosemite, el Creador se indignó con la pareja y los convirtió en piedras. Él se convirtió en North Dome y, ella, en Half Dome. La mujer se arrepintió de su conducta y Half Dome se echó a llorar desconsoladamente hasta formar el lago de Mirror Lake. Aún se pueden ver las huellas de las lágrimas de su rostro mirando hacia Mono Lake. Si os fijáis bien en Half Dome, podéis ver que está formado a la manera de los paiutes. Los primeros exploradores blancos lo llamaron al principio South Dome y, años después, Half Dome. Pero los paiutes lo conocemos como T’ssiyakka: «la mujer que llora». Los hombres blancos han ido cambiado el nombre en el curso de los años. ¿No es así, Lonan?

– Sí -contestó Lonan-. A los miembros de mi tribu que se instalaron allí nos llamaron a’shiwis, que significa «carne». Los españoles nos llamaron zunis, que no tiene ningún significado para nosotros.

– Exacto -dijo el jefe Sam asintiendo con la cabeza, y luego añadió mirando a los dos semicírculos de muchachos que le miraban extasiados-: ¿Tenéis alguna pregunta?

Un montón de manos se levantaron y el jefe fue respondiendo, una a una, todas las preguntas. Cal continuó con la mano de Alex en la suya. Después de media hora se acercó a su oído.

– El jefe nunca admitiría que está cansado, pero yo sé que lo está, así que voy a dar por terminada la reunión. Te acompañaré al albergue.

Le soltó la mano y se puso de pie, recogiendo el sombrero del suelo.

– Queremos dar las gracias al jefe y a su esposa por hacer de esta excursión una experiencia inolvidable para todos nosotros. La mejor manera que tenemos de agradecérselo es cuidar de esta tierra y de los animales que hay en ella mientras estemos aquí.

Mientras bajaban de aquella colina, Alex se sintió feliz de tener a Cal a su lado y de lo afectuoso que había estado con ella. El intercambio de culturas había conseguido hermanar por primera vez a los dos grupos de chicos, que estuvieron conversando entre ellos y preguntando cosas a Lonan y a Mankanita todo el camino hasta el albergue.

Cuando llegaron, los chicos se dispersaron.

Alex y Cal se dirigieron a una mesa y él le apartó la silla para que ella se sentara.

– ¿Por qué no te has traído a Sergei?

– Ayer tuvo un día muy duro y pensé que sería mejor para su pata darle un descanso.

– Creo que has hecho bien.

Una vez pidieron la cena a la camarera y ella se alejó, Cal la miró fijamente.

– Yo no sé tú, pero éste ha sido un día muy especial para mí.

– Y para mí. Ya sabes lo que siento por este lugar. Me estaba preguntando qué edad puede tener el jefe. Un día, él ya no estará entre nosotros y ese día se habrá perdido para siempre una civilización, una cultura y un modo distinto de ver la vida.

Cal la miró con gesto grave. Cuando se disponía a decirle algo, sonó su teléfono móvil.

– Perdona, Alex, pero estoy aún de servicio.

Ella lo vio levantarse de la mesa y apartarse unos metros para hablar en privado. Probablemente la llamada tuviera algo que ver con la masacre de los osos.

Cuando Cal volvió a la mesa, la camarera ya les había servido la cena.

– Era el agente especial a cargo del caso de los osos. Tengo que volver a la oficina -devoró de dos bocados la hamburguesa y dejó un par de billetes sobre la mesa-. Espero que disfrutes del resto de la noche. Te veré mañana en Sugar Pines. Ten prudencia en la carretera.

Desapareció a toda prisa sin darle tiempo a decirle nada. Estaba tratando de poner en orden sus pensamientos, cuando Mika y Lusio se presentaron en su mesa con cara de circunstancias.

– Tenemos algo importante que decirte.

A las dos del día siguiente, Alex se reunió con el jefe Rossiter y le contó todo lo que los chicos le habían dicho. Había dejado al grupo en el aparcamiento de Yosemite Lodge para que comiesen y disfrutasen de su día libre. Lonan se había ido con Mankanita, que tenía que ir a Merced para tomar desde allí el vuelo de regreso a Albuquerque.

Alex tenía intención de comer en Curry Village, pero antes se había pasado por el despacho de Vance.

– Durante nuestra excursión de ayer a Hetch Hetchy -dijo ella nada más sentarse frente a Rossiter-, los grupos estuvieron separados una parte del día. No tuve oportunidad de vigilar todo el tiempo las actividades de Steve y Ralph. Cuando llegamos a Evergreen Lodge, vi que Mika y Lusio se dirigían a los servicios, pero se escondieron de repente al ver salir de ellos a Ralph con Brock Giolas.

Alex pareció vacilar un instante. No estaba muy segura de si lo que le iba a contar al jefe tendría alguna importancia.

– Me pareció algo sospechoso que estuvieran esos dos hombres juntos -prosiguió ella-. Como ya sabe, Brock me invitó a almorzar con él hace unas semanas. Una semana más tarde me propuso ir con él de excursión. Yo rechacé las dos proposiciones. Y cuando pienso en ello, recuerdo que en ambas ocasiones andaba Cal por allí. Brock me preguntó si Cal y yo éramos pareja. Le dije que no. Desde el principio, Brock sabía que yo era monitora del parque igual que Ralph y los demás. Quizá Brock estuviese entablando amistad con Ralph para que me vigilase y le dijese si le había mentido sobre mi posible relación con Cal.