– Ésa es la diferencia entre los hombres y las mujeres. Cuando una mujer está segura de lo que quiere, va a por ello sin pensar en nada más.
– Entonces, ¿por qué no vienes aquí abajo conmigo?
– Porque antes tengo que darte las gracias por todo lo que has hecho, y no me salen las palabras cuando estoy tan cerca de ti -dijo ella pasando a resumirle su conversación con Lokita-. Tú eres el que ha conseguido que esta estancia en el parque haya resultado una gran experiencia para los chicos. Anoche, te los trajiste a casa y les hiciste sentirse importantes.
– Porque lo son -replicó él-. Mientras Jeff estaba en la cocina conmigo, me dijo que Vance quería recompensar de alguna manera a Lusio y a Mika. Telford espera que le autorices a dar un comunicado de prensa donde aparecerían las fotos de los chicos. Tengo que admitir que es un tipo de publicidad que podría usar el parque en su provecho.
– A los chicos les encantaría -dijo ella sonriendo.
– Gracias a ellos, se ha podido resolver el caso.
– ¿Se ha resuelto?
– Sí. Las pruebas forenses han identificado las huellas de Ralph y Brock en los cuchillos y herramientas que había en las bolsas que descubrimos en Tenaya Lake. Ayer por la tarde fueron detenidos.
– Así que Brock estaba también en ello… Tampoco es que me sorprenda demasiado.
– Vance dice que tu intuición fue una pieza clave. Se han tomado muestras de sus ADN y tengo la corazonada de que coincidirán con las que se tomaron el año pasado en el lugar donde tuvo lugar la otra gran masacre de osos. Si es así, los dos irán a la cárcel por unos cuantos años.
– Me parece de justicia. Aunque la imagen de esos pobres animales descuartizados quedará grabada siempre en mi memoria. ¿Qué hay de Steve?
– Está también arrestado en situación preventiva. Los investigadores averiguaron que conseguía los medicamentos de la farmacia de su madre. Steve era uno de los alumnos problemáticos que estaba en tratamiento psicológico en el instituto. Estaba a cargo de Ralph Thorn. A cambio de tranquilizantes, Thorn le prometería probablemente una parte del botín. No sabemos hasta qué punto puede estar involucrado en el asunto. La justicia lo decidirá.
Cal respiró profundamente para recuperar el aliento después de aquel relato.
– ¿Hemos acabado ya de hablar, cariño? Lo digo porque hay otras cosas que me gustaría hacer y ya no puedo esperar más.
– Dame sólo treinta segundos para mandar un mensaje a mi madre.
– Me pongo a contar, ¿eh? -dijo Cal con una sonrisa, mirando al reloj.
Alex tomó el móvil y se puso a teclear el mensaje. Cuando acabó, se tumbó en el suelo y se abrazó a él.
– Ha tenido que ser el mensaje más corto de la historia. ¿Qué le has dicho?
– Esto -contestó ella enseñándole el texto del último mensaje enviado para que pudiera leerlo.
– «Triunfó la mujer». No lo entiendo, ¿qué significa?
Alex asintió con la cabeza y dejó el móvil a un lado.
– Mi madre sí lo entenderá. Antes de venir a Yosemite para la entrevista me dio un abrazo y me dijo: «Triunfará la mujer». Era su forma de decirme que ya no era una niña y de darme ánimos con mi proyecto de voluntariado. Con este mensaje he tratado de decirle que nunca he sido más feliz. Ahora, bésame. Cuando Lokita se despierte, vendrá Sergei y querrá jugar con él.
– Tendrá que esperar -dijo Cal, abrazándose a ella y besándola apasionadamente.
REBECCA WINTERS
La escritora americana Rebecca Winters es madre de cuatro hijos y vive en Salt Lake City, Utah. Cuando tenía 17 años, estuvo interna en Lausana, Suiza, donde aprendió a hablar francés y conoció a chicas de todo mundo. Al volver a Estados Unidos, Rebecca desarrolló su amor por los idiomas y se licenció en Filosofía y Letras.
Rebecca confiesa que se hizo escritora casi por accidente. Al principio, no le gustaba nada escribir. Si cualquiera le hubiera dicho que iba a ser escritora, y que además le encantaría, se habría reído y lo habría encontrado completamente absurdo y ridículo. Su madre guardó las cartas que le enviaba desde el instituto y le pidió que escribiera sus memorias con ellas. Cuando había terminado de ordenar todos los pensamientos de la adolescencia, las semillas de una historia habían comenzado a formarse en su cabeza. La moraleja de esta historia es, ¡nunca infravalores la intuición de una madre!