"Tuve que obligar a mi hermano a que me lo comprara. No venden la obra de Lord Byron en las librerías para señoras. Demasiado escandalosa, dicen."
"Eres demasiado ingeniosa," se quejó John, recostándose y apoyándose sobre los codos. "Si te hubieses limitado a comprar lo que venden en la librería para señoras, como deberías, yo no me vería en este apuro. "
"No lo lamento ni una pizca," dijo Belle maliciosamente. "Me pareció una tontería que no me permitieran leer lo que toda la sociedad susurraba, y sólo porque soy una mujer soltera."
"Cásate," le sugirió él humorísticamente, "y entonces podrás hacer lo que te de la gana."
Belle se inclinó hacia delante, con ojos brillantes de entusiasmo. "Lord Blackwood, eso no habrá sido una proposición, ¿verdad? "
John palideció. "Ahora sí que me tienes verdaderamente acorralado."
Belle se recostó, tratando de esconder su desilusión. No sabía lo que la había poseído para hablar de forma tan escandalosa, y no tenía ni idea de cómo creía que iba a reaccionar él. Aún así, que la acusara de acorralarlo, definitivamente, no era lo que esperaba. "Sigo pensando que deberías escribir un poema," dijo finalmente, con la esperanza de que su tono alegre encubriera la tristeza que no era capaz eliminar de sus ojos.
John aparentó considerar seriamente la idea. "¿Y éste? " le preguntó, con una sonrisa traviesa.
"No hay nada más querido a mi corazón
Que una mujer cubierta de tartaleta de fresón. "
Belle hizo una mueca. "Es horroroso."
"¿Eso crees? Creí que sería de lo más romántico, considerando que tienes tartaleta de fresas en la cara."
"No tengo."
"Sí, si tienes. Justo aquí." John extendió un dedo y rozó ligeramente la comisura de su boca. Se demoró un instante, deseando trazar el contorno de sus labios, pero bruscamente lo apartó, casi como si se hubiera quemado. Se exponía demasiado a la tentación. Ella tan solo tenía que sentarse frente a él en un picnic improvisado, y todo su cuerpo cobraba vida.
La mano de Belle se alzó instintivamente hacia su cara, rozando el punto donde él acababa de tocarla. Era gracioso como su piel todavía hormigueaba. Era extraño como la sensación se extendía lentamente por todo su cuerpo. Contempló a John, que la miraba ávidamente, sus ojos oscuros ardiendo de deseo insatisfecho. "Ha-hay muchas personas cerca, milord," tartamudeó finalmente.
John supo que estaba nerviosa. Nunca habría vuelto al uso automático del título de "milord" de otra forma. Retrocedió, enmascarando su mirada, consciente de que era su ardor no disimulado lo que la hacía sentir turbada. Respiró profundamente varias veces, obligándose a si mismo a detener este insensato deseo. Su cuerpo se negó, resistiéndose a ignorar a la cautivadoramente hermosa mujer sentada a menos de un metro de él.
John maldijo entre dientes. Esto era una locura. Una completa locura. Fantaseaba con una mujer con la que no tenía futuro. Oyó la voz de Damián, su hermano mayor resonando en su cabeza. "Careces de título. Careces de título." John esbozó una sonrisa sardónica. Era gracioso las vueltas que daba la vida. Había conseguido un título, pero su alma era negra como el pecado.
"¿John?" preguntó Belle suavemente. "¿Sucede algo? Estás muy callado."
Él levantó la vista y sorprendió la preocupación en sus ojos. "No, solamente pensaba, eso es todo."
"¿En que? "
"En ti," contestó escuetamente.
"Buenos pensamientos, espero," dijo Belle, nerviosa por el sombrío tono de su voz.
John se puso en pie y le tendió la mano. "Venga, vamos a dar un paseo por los bosques mientras el sol brilla todavía. Llevaremos los caballos de las riendas detrás de nosotros."
Belle se levantó en silencio y lo siguió hasta donde habían dejado sus monturas. A pie, se pusieron lentamente en marcha, de vuelta, a través del bosque, hacia Westonbirt y Bletchford Manor. Los caballos los seguían obedientemente, deteniéndose de vez en cuando para investigar a alguna de las muchas pequeñas criaturas que pululaban por el bosque.
Después de aproximadamente unos quince minutos de ominoso silencio, John se detuvo en seco. "Belle, tenemos que hablar."
"¿Tenemos? "
"Sí, esto…" John luchó para encontrar las palabras correctas, pero su mente estaba en blanco. "Esto que hay entre nosotros…esto tiene que terminar. "
Un oscuro y profundo dolor encogió lentamente el estómago de Belle y comenzó a extenderse por todo su cuerpo. "¿Por qué? " preguntó suavemente.
Él miró a lo lejos, incapaz de enfrentar su mirada. "Esto no va a ninguna parte. Debes entenderlo. "
"No," dijo ella bruscamente, su dolor la hizo ser valiente y quizás también un poquito estridente. "No, no lo entiendo. "
"Belle, no tengo dinero, tengo una pierna inútil, y a duras penas he conseguido un título."
"¿Por qué dices eso? Esas cosas no me importan."
"Belle, podrías tener a cualquier hombre del mundo."
"Pero te quiero a ti. "
Su apasionada respuesta flotó en el aire durante un largo minuto antes de que John fuera capaz de decir algo. "Lo hago por tu propio bien."
Belle retrocedió, casi cegada por el dolor y la furia. Sus palabras cayeron sobre ella como una bofetada, e histéricamente se preguntó si alguna vez conocería de nuevo un momento de felicidad. "¿Como te atreves a ser condescendiente conmigo?," dijo finalmente, mordiendo las palabras.
"Belle, creo que no has dedicado el tiempo suficiente a considerar este tema. Tus padres nunca te dejarían casarte con alguien como yo."
"No conoces a mis padres. No sabes lo que quieren para mí."
"Belle, eres la hija de un conde."
"Y como indiqué en otro momento, tú eres el hijo de un conde, así que no veo donde esta el problema."
"Hay un mundo de diferencia, y lo sabes." Sabía que se agarraba a un clavo ardiendo. Lo que fuera para evitar decirle la verdad.
"¿Qué es lo quieres, John? " le preguntó ella, rabiosa. "¿Quieres que ruegue? ¿Es eso de lo que va esto? Porque no lo haré. ¿Es esta una especie de perversa búsqueda de elogios? ¿Quieres oírme explicar detalladamente todos los motivos por los que te quiero? ¿Todos los motivos por los que pensé que eras tan amable y tan noble y tan bueno? "
John se estremeció ante su intencionado uso del pasado. "Estoy tratando de ser noble ahora," dijo rígidamente.
"No, no lo haces. Estás tratando de ser un mártir, y espero que eso te haga feliz, porque a mi ciertamente no."
"Belle, escúchame," imploró él. "No soy… no soy el hombre que crees que soy. "
La ronca agonía de su voz silenció a Belle, y lo contempló boquiabierta.
"He…hecho cosas," dijo él rígidamente, girándose de modo que no tuviera que ver su cara. "He hecho daño a la gente. He hecho daño… He hecho daño a mujeres. "
"No te creo." Su negativa surgió veloz y ferviente.
"¡Maldición, Belle! " Se giró con rapidez y estampó el puño contra el tronco de un árbol. "¿Qué se necesita para convencerte? ¿Qué tienes que conocer? ¿Los más negros secretos de mi corazón? ¿Los hechos que han contaminado mi alma? "
Ella retrocedió un paso. "N-no entiendo lo que dices. No creo que tú sepas lo que estás diciendo. "
"Te haré daño, Belle. Te lo haré sin querer. Te haré daño y…Cristo, ¿no es suficiente saber que te dañaré?"
"Tú nunca me harás daño," dijo ella suavemente, extendiendo una mano para rozar su manga.
"No te engañes pensando que soy un héroe, Belle. No soy… "
"No creo que seas un héroe," lo interrumpió ella. "No quiero que seas un héroe."
"Dios," dijo él, con una sonrisa sombría y sarcástica. "Esa es la primera cosa realista que has dicho todo el día. "