Ella se puso rígida. "No seas cruel, John. "
"Belle," dijo él, entrecortadamente. "Tengo un límite. No me empujes más allá de él. "
"¿Y qué se supone que significa eso exactamente? " preguntó ella, irritada.
Él la agarró por los hombros como si tratara de inculcarle sentido común a base de sacudidas. Dios bendito, la tenía tan cerca que podía olerla. Podía sentir las suaves hebras de su cabello que el viento azotaba contra su cara. "Significa," dijo, con voz profunda, "que estoy haciendo uso de cada gramo de autocontrol que poseo para contenerme y no besarte en este mismo instante."
"¿Y por qué no lo haces? " preguntó ella, en un susurro tembloroso. "Yo no te detendría. "
"Porque no podría parar ahí. Arrastraría mis labios a lo largo de la suave longitud de tu garganta hasta llegar a esos diminutos y molestos botones de tu traje. Y luego los desabotonaría despacio uno a uno y te abriría la chaqueta." Santo Dios, ¿trataba de torturarse a si mismo? "Llevas una camisola de seda, ¿verdad? "
Para su consternación, Belle asintió.
John se estremeció mientras oleadas de deseo arrasaban su cuerpo. "Me gusta la sensación de la seda contra la piel," murmuró él. "Y a ti también. "
"¿Có-cómo lo sabes? "
"Estaba mirándote cuando te hiciste la ampolla sobre el talón. Te vi deshacerte de la media."
Belle jadeó, sorprendida de que él la hubiera estado espiando, y, sin embargo, extrañamente excitada por ello.
"¿Sabes lo que haría? " le preguntó John roncamente, sin apartar nunca sus ojos de los suyos.
Silenciosamente, ella negó con la cabeza.
"Me inclinaría y te besaría a través de la seda. Tomaría tu oscuro pezón en mi boca y lo succionaría hasta que se convirtiera en un pequeño y duro botón. Y entonces, cuando eso ya no bastara, deslizaría tu sedosa camisola a lo largo de tu piel hasta que tus pechos quedaran libres y expuestos, me inclinaría y volvería a empezar de nuevo."
Belle no movió ni un músculo, paralizada por el sensual impacto de sus palabras. "¿Y qué harías después? " susurró, intensamente consciente del calor de sus manos sobre sus hombros.
"Deseas castigarme, ¿verdad? " preguntó John ásperamente, incrementando la presión de sus manos sobre ella. "Pero ya que preguntas… Me desharía despacio de cada prenda de tu ropa hasta que estuvieras maravillosamente desnuda en mis brazos. Y luego comenzaría a besarte, cada maldito centímetro de ti, hasta que temblaras de deseo."
Con el cerebro obnubilado por la pasión, Belle fue consciente de que, de hecho, ya estaba temblando.
"Y después te acostaría y cubriría tu cuerpo con el mío, aplastándote contra la tierra. Y entonces entraría en ti, Dios, tan despacio, saboreando cada segundo en que te hiciera mía." La voz de John se quebró, y se le entrecortó el aliento cuando una imagen de Belle con sus largas piernas desnudas aferradas con fuerza alrededor de su cintura flotó en su mente. "¿Qué tienes que decir a eso?"
Belle ignoró la cruda pregunta, su cuerpo estaba inundado de las sensuales imágenes que él había plantado allí. Estaba ardiendo, y lo deseaba, de todas las formas posibles. Era ahora o nunca, lo sabía, y la aterrorizaba la posibilidad de perderlo.
"Seguiría sin detenerte," susurró.
La incredulidad y el deseo colisionaron dentro de John hasta que bruscamente la apartó de él, sabiendo perfectamente que sería incapaz de resistirse a la tentación si seguía tocándola un segundo más. "Por Dios, Belle, ¿sabes lo qué estás diciendo? ¿Lo sabes?" Se pasó una mano por el pelo, inspirando profundamente repetidas veces, mientras trataba de ignorar el doloroso endurecimiento de su cuerpo.
"Sí, lo se," dijo Belle, casi gritando. "Es solo que tu no escuchas. "
"No sabes quién soy. Te has formado alguna romántica imagen del pobre y herido héroe de guerra. ¿No sería divertido estar casada con un verdadero héroe de novela? Bueno, pues tengo noticias para usted, milady, ese no soy yo. Después de unos meses, te darías cuenta de que no soy ningún héroe, y no es demasiado divertido estar casada con un lisiado empobrecido."
Una rabia mayor de la que Belle había conocido nunca recorrió todo su cuerpo, y se lanzó contra él, golpeando despiadadamente con sus puños su pecho. "¡Bastardo!" le gritó. "Eres un bastardo arrogante. ¿Cómo te atreves a decirme que no conozco mi propia mente? ¿Me crees tan estúpida que no puedo ver como eres realmente? Sigues diciendo que has hecho algo malo, pero no te creo. Creo que lo haces solamente para alejarme."
"Oh, Dios, Belle," dijo él, con voz ronca. "No es eso. Es… "
"¿Crees que me importa que tu pierna este lesionada? ¿Crees que me preocupa que tu título no tenga siglos de antigüedad? ¡No me importaría un comino que no tuvieras titulo alguno! "
"Belle," dijo John, en tono apaciguador.
"¡Basta! No digas ni una palabra más. ¡Me pones enferma! Me acusas de ser una consentida, pero eres tú quien es un esnob. ¡Estás tan obsesionado con los títulos y el dinero y la posición social que no te permites a ti mismo tomar lo único que realmente deseas! "
"Belle, apenas nos conocemos hace una semana. No veo como puedes haber decidido que yo soy el hombre correcto para ti. "
Pero mientras John decía las palabras, supo que mentía, ya que él había llegado a la misma conclusión sobre ella.
"Empiezo a cuestionármelo yo misma," dijo Belle, cruelmente, deseando herirlo tanto como él lo había hecho con ella.
"Merezco eso, lo sé, pero pronto comprenderás que he hecho lo correcto. Tal vez no mañana, pero una vez que tu cólera se agote, lo comprenderás."
Belle giró la cabeza, no queriendo dejarle ver como se enjuagaba una lágrima. Respiraba entrecortadamente, y necesitó de varios minutos antes de ser capaz de erguir los hombros. "Te equivocas," dijo en tono grave, girándose para enfrentarlo con la acusación en sus ojos. " Te equivocas. ¡Nunca aceptaré que haces lo correcto porque no lo es! ¡Estás destruyendo mi felicidad!" Se trago el nudo de lágrimas que tenía en la garganta. "Y la tuya también, si tan sólo te molestaras en mirar en tu corazón."
John se alejó de ella, acobardado por la firme honestidad de sus ojos. Sabía que no podía contarle la verdadera razón por la que la apartaba de si, así que trató de apelar a su innato sentido práctico. "Belle, tu has sido criada con todos los lujos. Yo no puedo darte todo eso. Ni siquiera puedo ofrecerte una casa en Londres."
"Eso no importa. Además, yo tengo dinero."
John se puso rígido. " No cogeré tu dinero."
"No seas tonto. Estoy segura de que tengo una dote enorme."
Se volvió hacia ella, con mirada dura y mortalmente seria. "No daré pie a que digan que soy un cazafortunas. "
"Oh, ¿es que de eso va todo esto? ¿Estás preocupado por lo que dirá la gente? Dios santo, pensé que estabas por encima de esas cosas. "
Belle dio media vuelta y caminó hacia su yegua, que había estado mascando ociosamente un poco de hierba. Sujetando las rienda, montó a caballo, despreciando ásperamente la oferta de ayuda de John. "¿Sabes algo?" le preguntó, con tono cruel. "Tenías razón. No eres la persona que creí que eras." Pero se le quebró la voz con la última palabra, y supo que él podía ver a través de su falso desdén.
"Adiós, Belle," dijo John, sin entonación, sabiendo que si no era ahora, nunca sería capaz de dejarla marchar.
"No voy a esperarte," le espetó Belle. "Y un día cambiarás de opinión y me querrás. Me querrás tanto que te dolerá. Y no solamente en tu cama. Me querrás en tu casa y en tu corazón y en tu alma. Y me habré ido."
"No lo he dudado ni por un instante." John no estaba seguro de si había dicho las palabras o simplemente las había pensado, pero en cualquier caso, estaba claro que ella no las había oído.
"Adiós, John," dijo Belle, con voz ahogada por los sollozos. "Sé que eres amigo de Alex y Emma, pero te estaría agradecida si no volvieras de visita a Westonbirt hasta que yo me haya marchado." Con la vista nublada por las lágrimas, espoleó a su yegua y se dirigió de vuelta a Westonbirt a galope tendido.