John la contempló mientras se marchaba, y después, cuando ya no podía verla, se quedó escuchando el sonido de los cascos de su caballo. Permaneció de pie, inmóvil, durante varios minutos más, incapaz de digerir en su mente todo lo que había ocurrido. Después de años de vergüenza y autoaborrecimiento, finalmente, había hecho lo correcto, lo honorable, pero se sentía como el villano de una de las novelas de la señora Radcliffe [12].
Gimió en voz alta y luego blasfemó brutalmente mientras pateaba una roca cercana. Esto era exactamente lo que le había sucedido durante toda su vida. Cuando creía haber conseguido por fin lo que deseaba, cuando el premio colgaba al alcance de su mano -descubría que era algo que sabía que nunca podría tener. Bletchford Manor había sido su sueño, un sueño de respetabilidad y posición y honor, la manera de demostrar a su familia que podía conseguirlo por si mismo, que no era necesario heredar un título y una propiedad para ser un caballero.
Pero con la adquisición de Bletchford Manor había conocido a Belle, y era casi como si los dioses se estuvieran riendo de él, gritándole, "Ves, nunca lo conseguirás, John. Esto es lo que nunca tendrás."
Cerró los ojos con fuerza. Había hecho lo correcto, ¿verdad?
Sabía que le había hecho daño. El dolor en sus ojos había sido crudo y descarnado. Todavía podía ver su cara en su mente. Y entonces a Belle se le unió Ana, sus ojos condenándolo en silencio. "Noooo", gemía. "Noooo". Y después resonó la voz de su madre…
"Podría haber sido usted. "
John abrió los ojos, tratando de desterrar a las mujeres de su mente. Había hecho lo correcto. Nunca podría ser el alma pura que Belle merecía. Una imagen de su sueño de la noche anterior destelló en su mente. El estaba sobre ella. Y ella estaba llorando.
Había hecho lo correcto. Su deseo por ella era demasiado intenso. Ella se habría quebrado bajo la fuerza de su pasión.
Un dolor sordo y hueco se instaló en su pecho, comprimiendo sus pulmones. En un movimiento fluido, montó a su semental y cabalgó aún más velozmente que Belle. Mientras atravesaba el bosque, las ramas azotaban brutalmente su cara, pero John hizo caso omiso, aceptando el dolor como una penitencia.
Capítulo Nueve
Belle no conservaba ningún recuerdo de su vertiginoso galope de regreso a casa. Cabalgó sin prestar la menor atención a su seguridad; lo único que parecía importar era regresar a Westonbirt y poner tanta distancia entre ella y John Blackwood como fuera posible.
Pero una vez que llegó a su destino y subió las escaleras a toda velocidad comprendió que Westonbirt no estaba lo bastante lejano. ¿Cómo podía permanecer con sus primos cuando el hombre que le había roto el corazón vivía a tan sólo un corto paseo de distancia?
Entró en su habitación como una tromba, quitándose la capa de un tirón, y procedió a sacar tres bolsas de viaje de su vestidor. Furiosamente comenzó a meter vestidos en ellas.
"Milady, milady, ¿qué hace usted? "
Belle alzó la vista. Su doncella estaba de pie en la entrada, con una expresión horrorizada en su cara. "El equipaje," le espetó. "¿Qué es lo que parece que estoy haciendo? "
Mary se precipitó dentro del cuarto y trató de arrebatarle las bolsas de las manos. "Pero milady, usted no sabe hacer el equipaje."
Belle sintió que ardientes lágrimas le escocían los ojos. "¡No puede ser tan difícil!" exclamó.
"Necesita baúles para esos vestidos, milady, o los aplastará."
Belle dejó caer las bolsas, sintiéndose, de repente, desinflada. "Bien. Sí. Por supuesto. Tienes razón."
"¿Milady?"
Belle tragó con dificultad, tratando de mantener sus emociones a buen resguardo, al menos hasta que pudiera marcharse a otra habitación. "Tan solo guárdalo todo tan rápido como puedas. Me marcharé en cuanto el duque y la duquesa regresen." Con esto, salió velozmente de la habitación, corriendo por el vestíbulo hasta que llego al despacho de Emma, donde se encerró, sollozando frenéticamente durante el resto del día.
Emma y Alex no volvieron hasta una semana después. Belle no recordaba lo que hizo durante ese tiempo para mantenerse ocupada. La mayor parte de él se limitó a mirar fijamente hacia fuera a través de la ventana.
Cuando Emma llegó, quedó naturalmente perpleja ante la visión del equipaje de Belle esmeradamente apilado en una pequeña hornacina del vestíbulo principal. Inmediatamente buscó a su prima.
"Belle, ¿qué significa todo esto? ¿Y por qué llevas puesto un vestido mío?"
Belle bajo la mirada al vestido de color violeta que llevaba. "Embalé todos los míos."
"Ya. ¿Por qué? "
"No puedo quedarme aquí."
"Belle, no tengo la menor idea de lo que estás hablando."
"Tengo que marcharme a Londres. Mañana."
"¿Qué? ¿Mañana? ¿Tiene algo que ver esto con Lord Blackwood?"
La inmediata expresión de disgusto en el rostro de Belle fue todo lo que Emma necesitó para saber que su suposición era correcta. "¿Qué ha sucedido?"
Belle tragó en seco. "Me humilló."
"Oh, Señor, Belle. Él no… "
"No. Pero ojalá. Así tendría que casarse conmigo, y yo… " Se interrumpió con un sollozo.
"Belle, no sabes lo que estás diciendo."
"¡Sé exactamente lo que digo! ¿Por qué es que nadie me cree con capacidad para conocer mi propia mente? "
Los ojos de Emma se agrandaron ante el estallido de su prima. "Quizás deberías contarme lo que sucedió durante mi ausencia."
Con voz temblorosa, Belle le contó su historia. Cuando terminó, estaba tan devastada por el dolor que tuvo que sentarse.
Emma también se sentó, junto a Belle y colocó su mano suavemente sobre su brazo. "Nos iremos a Londres inmediatamente," dijo, con voz serena.
Por primera vez en una semana Belle sintió un tenue rayo de vida en su interior. De alguna manera, se creía capaz de curar si solamente pudiera escapar del lugar donde le habían roto el corazón. Miró a Emma. "A Alex no le gustará que te marches."
"No, no le gustará, pero no me has dejado muchas más opciones, ¿verdad? "
"Podría venirse con nosotras. No me importaría."
Emma suspiró. "Me parece que tiene que solucionar un importante asunto sobre las tierras aquí."
Belle sabía lo mucho que su prima lamentaba separarse de su marido, pero a pesar de ello, estaba desesperada por escapar.
"Lo siento," dijo, sin convicción.
"No importa." Emma se puso en pie y enderezó los hombros. "Haremos los preparativos para marcharnos mañana."
Belle sintió como las lágrimas llenaban sus ojos. "Gracias."
Belle había tenido razón en una cosa: a Alex no le había hecho ni pizca de gracia que su esposa lo abandonara para ir a Londres. Belle no tenía ni idea de lo que había sucedido entre ellos en la privacidad de su habitación, pero cuando las dos damas descendieron al día siguiente los escalones de la puerta principal, hacia su carruaje, Alex no estaba de buen humor.
"Una semana," le advirtió. "Una semana, y voy a por ti."
Emma colocó una mano sobre su brazo y le hizo un gesto para que callara. "Querido, sabes que mis tios no vuelven hasta dentro de quince días. No puedo volver a casa hasta entonces."
"Una semana."
"Puedes venir a visitarme."
"Una semana." Y entonces la besó con tanta pasión que Belle se sonrojó.
Poco tiempo después las dos damas estaban cómodamente instaladas en la residencia Blydon en Grosvenor Square. Ahora que se había alejado de John, Belle se sintió físicamente recuperada, pero seguía sin poder deshacerse de la melancolía que se había apoderado de su espíritu.
Emma hacía todo lo posible por comportarse de forma insufriblemente alegre, pero era obvio que echaba de menos a Alex. Él no ayudaba en absoluto, enviándole dos cartas diarias, en las que le repetía lo mucho que la echaba de menos y que por favor volviera a casa, que era a donde pertenecía.