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"Hembra maldita, inútil, y voluble," refunfuñó, tomando un saludable trago. El licor dejó un rastro de fuego al descender por su garganta, pero John apenas lo sintió

"¿Casarse? " dijo en voz alta. "¿Casada? ¡¡Ajá!! Espero que sea inmensamente desgraciada." Consumió el resto del licor de un trago y se sirvió otro. Lamentablemente el whisky no sofocó el dolor que oprimía su corazón. Cuando le había dicho a Belle que estaría mejor sin él, no había soñado que le resultara tan insoportablemente doloroso pensar en ella en los brazos de otro hombre. Oh, se había figurado que ella se casaría algún día, pero la imagen había sido nebulosa y desenfocada. Ahora no podía quitarse de la cabeza la imagen de ella y ese conde anónimo o quienquiera que fuera. Siguió viéndola sonreír de ese modo tan travieso suyo y luego inclinarse para besarlo. Y luego una vez que ellos estuvieran casados, oh Dios, era horrible. Podía ver a Belle, desnuda a la luz de las velas, tendiendo sus brazos a ese extraño. Y luego su marido cubriría su cuerpo con el suyo y…

John vació su segundo vaso de whisky. Al menos no sabía qué aspecto tenía el hombre. Así no tendría que imaginarse la escena con todos los detalles.

"Maldición, maldición, maldición, maldición, maldición," refunfuñó, recalcando cada "maldición" con una patada al lateral de su escritorio. El escritorio ganó fácilmente la batalla, siendo de sólido roble, y el pie de John mostraría sin duda contusiones al día siguiente.

¿Iba a ser así durante el resto de su vida? Había ido al pueblo el otro día, y cada mujer le había recordado a Belle.

Había tropezado con una, quién tenía ojos casi tan azules como los de ella. Otra había sido más o menos de su altura. ¿Daría un vuelco su corazón siempre divisara a una mujer rubia a través de una muchedumbre?

Se dejó caer al suelo, y se apoyó contra el escritorio. "Soy un asno," gimió. "Un asno."

Y aquella letanía sonó en su mente hasta que finalmente se durmió.

Estaba caminando por una casa… Era lujosa y opulenta. Intrigado, John se adentró más en ella.

¿Qué era ese extraño sonido como de golpeteo?

Procedía de un cuarto al final del pasillo. Caminó hacia él, aterrorizado por lo que pensó que podría encontrar allí.

Más cerca. Más cerca. No eran golpes, después de todo. John sintió que el miedo abandonaba su cuerpo. Era…un baile. Alguien bailaba. Ahora podía oír la música.

Abrió la puerta. Daba a un salón de baile. Cientos de parejas giraban al ritmo de vals sin esfuerzo alguno. Y en el centro…

Se le paró el corazón. Era Belle…

Estaba tan hermosa. Ella giró la cabeza y se rió. ¿La había visto alguna vez tan feliz?

John se acercó. Trató de ver el rostro de su compañero de baile, pero los rasgos del hombre siempre estaban borrosos.

Una tras otra, las demás parejas de baile desaparecieron hasta que sólo quedaron tres personas en el salón. John, Belle, y Él.

Tenía que escapar. No podía soportar contemplar a Belle con su amante. Trató de moverse, pero sus pies parecían pegados al suelo. Trató de mirar a otra parte, pero su cuello se negaba a girar.

La música se hizo más rápida. La pareja de bailarines giró sin control hasta que… se detuvieron.

John entrecerró los ojos, tratando de ver mejor. ¿Qué pasaba?

La pareja discutía. Belle parecía estar tratando de explicar algo al hombre. Y entonces él la golpeó. El dorso de su mano se estampó contra su mejilla, su anillo dejó una roja señal cruzando su pálida piel.

John gritó su nombre, pero la pareja no pareció oírlo. Trató de acercarse a ellos, pero los pies que acababan de negarse a llevarlo fuera del salón tampoco lo llevaron en dirección contraria.

El hombre la golpeó otra vez, y ella cayó al suelo, sus brazos se alzaron para proteger su cabeza. John extendió la mano, pero sus brazos no eran lo bastante largos. Gritó el nombre de ella, una y otra vez, y entonces, benditamente, la pareja se desvaneció ante su vista.

A la mañana siguiente John no despertó compadeciéndose de si mismo, aunque tenía un dolor de cabeza digno de compasión, por otro lado. No estaba seguro de lo que había soñado la noche anterior, pero independientemente de lo que hubiera sido, lo había dejado con la convicción de que no iba a permanecer de brazos cruzados viendo cómo Belle malgastaba su vida con algún conde disoluto.

Que él no supiera con certeza si su presunto prometido era un conde o si era disoluto o no, no tenía la menor importancia. ¿Y si la golpeaba? ¿Y si le prohibía leer? John sabía que él no era lo bastante bueno para ella, pero también estaba seguro de que nadie más lo era tampoco. John, al menos, trataría de hacerla feliz. Le daría todo que tenía, le daría cada pedazo de su alma que siguiera intacto.

Belle estaría con alguien que apreciaría su ingenio y su inteligencia así como su gentileza y su belleza. Podía imaginársela viendose en la necesidad de introducir en su casa los libros a espaldas de su desaprobador y aristocrático marido. Probablemente éste ni siquiera la consultaría sobre ninguna decisión importante, dando por sentado que una mujer no era lo bastante inteligente para ofrecer una opinión digna de ser tenida en cuenta.

No, Belle lo necesitaba. Tenía que salvarla de un matrimonio desastroso. Y después, supuso, simplemente tendría que casarse con ella él mismo.

John era consciente de que estaba a punto de protagonizar uno de los mayores cambios radicales de opinión de la historia. Sólo le quedaba esperar que Belle entendiera que él se había dado cuenta por fin de que ella había tenido razón desde el principio. La gente cometía errores, ¿verdad? Después de todo, él no era ningún infalible héroe de leyenda.

* * *

"No, Persephone, creo que debería mantenerse alejada del lavanda. "

Belle y su acompañante habían salido de compras. Persephone estaba impaciente por separarse de parte de la generosa retribución que Alex le había pagado.

"Siempre me ha encantado el lavanda. Es uno de mis colores favoritos."

"Bien, entonces buscaremos un vestido con detalles color lavanda, pero me temo que un traje entero de este color no le sienta tan bien como otros colores."

"¿Qué me sugeriría?"

Belle sonrió a la anciana dama mientras escogía una pieza de terciopelo verde oscuro y la sostenía bajo su barbilla. Estaba disfrutando mucho del tiempo que pasaba en compañía de la tía de Alex, aunque a veces pareciera que sus papeles se hubieran invertido. Persephone pedía constantemente su opinión sobre todo, desde la comida, hasta la moda o la literatura. Ella rara vez salía de Yorkshire, le había explicado, y no tenía ni idea de cómo desenvolverse en Londres. Aún así, Persephone poseía un rápido ingenio y un subestimado sentido del humor que encantaban a Belle.

Pero no era el compañerismo de Persephone lo que había plantado una alegre y pronta sonrisa en el rostro de Belle esa tarde. Acababa de recibir un mensaje urgente de Emma en el que le avisaba de que se preparara para la llegada de John en cualquier momento. Por lo visto, no se había tomado la noticia de su inminente matrimonio demasiado bien.

Bien, pensó Belle satisfecha. Se estremeció al pensar en cómo habría reaccionado ella si alguien le hubiera dado una noticia similar sobre John. Probablemente habría ansiado arañarle los ojos a la mujer. Y ella no era, por lo general, una persona violenta.

"¿Está segura de que este verde será acertado?" le preguntó Persephone, mirando la tela dudosa.