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John Blackwood tenía secretos. Belle estaba segura de eso. Apostaría a que la historia de su vida avergonzaría las narraciones de Shakespeare. Lo único que tenía que hacer era investigar un poco. Esta excursión al campo podía resultar más emocionante de lo que había esperado.

Por supuesto, no iba a ser capaz de descubrir ninguno de sus secretos hasta que se hiciera amiga suya. Y él había dejado bastante claro que ella no le gustaba demasiado.

Y eso era condenadamente irritante.

Capítulo Dos

Belle despertó a la mañana siguiente con el desagradable sonido de Emma vomitando. Girándose en la cama, abrió los ojos y vio a su prima inclinada, de rodillas, sobre un orinal. Belle hizo una mueca ante la visión y murmuró, "Qué modo tan encantador de comenzar el día. "

"Buenos días a ti también," bufó Emma, levantándose y agarrando una jarra de agua que había sobre una mesa cercana. Se sirvió un vaso y tomó un trago.

Belle se sentó y miró cómo su prima se enjuagaba la boca. "No imagino por qué no puedes hacer esto en tu propia habitación," dijo finalmente.

Emma le lanzó una mirada enojada mientras hacía gárgaras.

"Las náuseas son algo normal, ya lo sabes," prosiguió Belle, impertérrita. "No creo que Alex se extrañe demasiado si enfermas en tu propia habitación. "

La expresión de Emma era definitivamente malhumorada cuando escupió el agua en el orinal. "No vine aquí para evitar a mi marido. Creéme, me ha visto muchas veces con nauseas en las últimas semanas. “Suspiró." Me parece que le vomité encima de un pie el otro día. "

Las mejillas de Belle enrojecieron en solidaridad con las de su prima. "Qué espanto." murmuró.

"Lo sé, pero en realidad vine para ver si estabas despierta, y simplemente me entraron nauseas por el camino. " Emma se puso un poco verdosa y se sentó con rapidez.

Belle se levantó apresuradamente y se puso una bata. "¿Quieres que te traiga algo?”

Emma sacudió la cabeza y suspiró, tratando valientemente de contener las nauseas.

"Esto no contribuye a que me haga ilusiones sobre el matrimonio," dijo Belle irónicamente.

Emma sonrió débilmente. "Es mucho más que esto. "

"Espero que sí. "

"Pensé que podría retener el té y las galletas que tomé para desayunar," dijo Emma con un suspiro. "Pero me equivoqué. "

"Es fácil olvidar que estás embarazada," dijo Belle amablemente, con la esperanza de subirle el animo a su prima. "Todavía estás muy delgada. "

Emma le dirigió una sonrisa agradecida. "Eres muy amable. Debo decir que esta es una experiencia nueva para mí, y es todo muy extraño. "

"¿Estás nerviosa? No me has comentado nada. "

"No es exactamente nerviosa, más bien, hmmm, no sé describirlo. Pero la hermana de Alex sale de cuentas en tres semanas, y planeamos visitarla dentro de un par de semanas. Espero estar allí para el nacimiento. Sophie me ha asegurado que somos bienvenidos. Estoy segura de que no me sentiré tan nerviosa una vez que sepa lo que se espera de mí. “La voz de Emma estaba más teñida de esperanza que de certeza.

La experiencia de Belle respecto a los partos estaba limitada a la de una camada de cachorros que había visto que su hermano ayudaba a nacer cuando tenía doce años, pero no estaba muy segura de que Emma se fuera a sentir mucho mejor sobre la experiencia después de ser testigo del nacimiento del bebé de Sophie. Belle sonrió débilmente a su prima, murmuró algo ininteligible dando a entender que estaba de acuerdo, y mantuvo la boca cerrada.

Un poco después, el rostro de Emma había recobrado su color natural, y suspiró. "Vaya. Me siento mucho mejor ahora. Es asombroso lo rápidamente que esta enfermedad desaparece. Es lo único que lo hace soportable. "

Una criada entró llevando una bandeja con chocolate y bollos. Dejó la bandeja sobre la cama, y las dos jóvenes se colocaron a ambos lados.

Belle contempló a Emma mientras irreflexivamente esta daba un sorbo a su chocolate. "Emma, ¿puedo preguntarte algo?”

"Por supuesto. "

"¿Y serás sincera en tu respuesta?”

Una comisura de la boca de Emma se curvó. "¿Cuándo me has visto no ser sincera?”

"¿Soy agradable?”

Emma pudo coger la servilleta justo a tiempo para evitar el escupir su chocolate por todas las sabanas de Belle. "¿Disculpa?”

"No creo resultar desagradable. Quiero decir que creo que a la mayoría de las personas les gusto. "

"Sí," dijo Emma, despacio. "Lo haces. A todo el mundo. No creo haber conocido nunca a alguien a quien no gustaras. "

"Exactamente," ratificó Belle. "Probablemente a unos cuantos les resulto indiferente de una u otra forma, pero creo que es bastante raro que haya alguien a quien realmente le disguste mi persona. "

"¿A quién no le gustas, Belle?”

"A tu nuevo vecino. John Blackwood. "

"Oh, bueno. Apenas hablaste con él más de cinco minutos, ¿no? "

"Sí, pero… "

"Entonces no puede haberte tomado aversión tan rápidamente. "

"No sé. Me parece que sí lo hizo."

"Estoy segura de que te equivocas."

Belle negó con la cabeza, con expresión perpleja. "No lo creo."

"¿Sería tan terrible que no le cayeras bien?”

"Es solo que no me gusta la idea de no gustar a alguien. ¿Me hace eso ser terriblemente egoísta? "

"No, pero…”

"Todo el mundo cree que soy una persona agradable. "

"Sí, lo eres, pero…"

Belle se cuadró de hombros. "Esto es inaceptable. "

Emma contuvo la risa. "¿Qué planeas hacer?”

"Supongo que tendré que obligarlo a que yo le guste. "

"Digo yo, Belle, ¿es que estás interesada en ese hombre?”

"No, por supuesto que no," contestó Belle, demasiado rápidamente. "Solamente es que no entiendo por qué me encuentra tan repulsiva. "

Emma sacudió la cabeza, incapaz de creer este extraño giro de la conversación. "Bien, pronto tendrás la oportunidad de practicar tus artimañas con él. Con todos los hombres en Londres que han caído enamorados de ti sin la menor provocación ni esfuerzo por tu parte, no puedo concebir que no triunfes consiguiendo gustar a Blackwood si te pones a ello. "

"Hmmm," murmuró Belle. Alzó la vista. "¿Cuándo has dicho que viene a cenar?"

* * *

Blackwood puede que no hubiera nacido lord, pero provenía de una aristocrática, aunque empobrecida familia. Aunque John tenía la desgracia de ser el séptimo de siete hijos, una posición que casi garantizaba que ningún privilegio en su vida le sería servido en bandeja de plata. Sus padres, el séptimo Conde y Condesa de Westborough, no habían tenido la intención de descuidar a su hijo más joven, pero, después de todo, existían otros cinco hijos por delante de él.

Damien era el mayor, y como heredero, fue mimado y se le concedieron todas las prerrogativa que sus padres podían permitirse. Un año más tarde, vino Sebastián, y puesto que había poca diferencia de edad con Damien, fue capaz de compartir la mayor parte de las ventajas que conlleva el ser heredero de un condado. El conde y la condesa eran muy pragmáticos, y dado el alto índice de mortalidad infantil, eran conscientes de que Sebastián tenía bastantes posibilidades de convertirse en el octavo Conde de Westborough. Poco después, Julianna, Christina, y Ariana llegaron una tras otra, y cuando se hizo evidente a una temprana edad que las tres jóvenes se convertirían en bellezas, se les prestó mucha atención. Los matrimonios ventajosos podían ser de gran ayuda para llenar las arcas familiares.

Unos años más tarde llegó un bebé que murió al nacer. Nadie se sintió feliz con la pérdida, pero tampoco nadie se apenó excesivamente. Cinco niños atractivos y razonablemente inteligentes parecían ser una abundancia de dones, y, en realidad, el nuevo bebé habría sido simplemente otra boca que alimentar. Los Blackwood puede que residieran en una ancestral y magnífica mansión, pero suponía una penosa prueba el simple hecho de poder pagar las cuentas cada final de mes. Y al conde nunca se le pasó por la cabeza tratar de ganarse la vida trabajando.