Spencer echó un vistazo a una muchacha que seriía las mesas al otro lado de la habitación y se lamió los labios antes de volverse hacia John y replicar, "Nunca te hubiera tomado por un cobarde, Blackwood. "
John se sirvió otro vaso de whisky. "No soy un cobarde, Spencer. Solamente un hombre. "
"¿No lo somos todos?” La atención de Spencer estaba todavía centrada en la muchacha, que no podía tener más de trece años. "Qué piensas de esa, ¿eh?”
John se limitó a encogerse de hombros de nuevo, sin sentirse demasiado comunicativo.
La muchacha cuyo nombre había averiguado durante el pasado mes, era Ana, se acercó y puso un plato de comida delante de él. Le dio las gracias en español. Ella asintió con la cabeza y sonrió, pero antes de que pudiera marcharse, Spencer la había derribado en su regazo.
"Mira qué cosita tan bonita " dijo arrastrando las palabras, su mano subiendo y cerrándose sobre su pecho apenas maduro.
"No," dijo ella, con voz rota. "Yo…"
"Déjala en paz," dijo John bruscamente.
"Cristo, Blackwood, es solamente una… "
"Déjala en paz. "
"A veces eres un asno, ¿los sabías?” Spencer echó a Ana de su regazo, pero no antes de dar a su trasero un malvado pellizco.
John se llevó una cucharada de arroz a la boca, la masticó, la tragó, y luego dijo, "Es solo una niña, Spencer. "
Spencer ahuecó la mano. "No lo sentí así. "
John se limitó a sacudir la cabeza, sin querer discutir con él. "Déjala en paz. "
Spencer se levantó repentinamente. "Tengo que ir a mear. "
John lo vio marcharse y volvió a su cena. No había tomado más de tres bocados antes de que la madre de Ana apareciera junto a la mesa.
“Señor Blackwood," dijo, hablando en una mezcla de inglés y español que sabía que él entendía. "Ese hombre… él toca a mi Ana. Eso debe parar. "
John parpadeó un par de veces, tratando de aclarar su mente de la neblina alcohólica. "¿Ha estado molestándola mucho tiempo?”
"Toda la semana, Señor. Toda la semana. A ella no le gusta. Tiene miedo. "
John sintió la repugnancia revolviendo el contenido de su estómago.
"No se preocupe, Señora," la tranquilizó. "Me aseguraré de que la deja en paz. Ella estará a salvo de mis hombres. "
La mujer hizo una inclinación de cabeza. "Gracias, señor Blackwood. Sus palabras me consuelan. “Volvió a la cocina donde, supuso John, pasaría el resto de la noche trabajando.
Él volvió a concentrarse en su comida, sirviéndose otro vaso de whisky junto con ella. Más y más cerca del olvido. Lo ansiaba estos días. Lo que fuera para borrar de su mente la muerte y los moribundos.
Spencer volvió, limpiándose las manos con un trapo. "¿Todavía comiendo, Blackwood? " preguntó.
"Siempre has tenido cierta inclinación por declarar lo obvio. "
Spencer frunció el ceño. "Come tus gachas entonces, si eso es lo que te apetece. Me marcho en busca de diversión. "
John alzó una ceja como si dijera, "¿Aquí?”
"Me parece que este lugar tiene posibilidades." Los ojos de Spencer brillaron cuando se pavoneó escaleras arriba, alejándose de su vista.
John suspiró, contento de librarse de ese hombre que siempre era una molestia. Nunca le había gustado Spencer, pero era un buen soldado, e Inglaterra necesitaba a todos los que pudiera reclutar.
Terminó de comer y empujó el plato a un lado. La comida estaba sabrosa, pero nada parecía satisfacerlo últimamente. Quizás otro vaso de whisky.
Oh, ahora ya estaba borracho. Verdaderamente borracho. Eso, supuso, era algo por lo que todavía podía dar gracias a Dios.
Dejó que su cabeza cayera contra la mesa. La madre de Ana parecía nerviosa, ¿no? Su rostro, surcado de arrugas de pena y temor, flotó en su mente. Y Ana, pobre chiquilla, no debía gustarle tener a estos hombres cerca. Especialmente a uno como Spencer.
Oyó un ruido provinente de lo alto de las escaleras. Nada fuera de lo común.
Spencer. Oh, sí, eso es en lo que había estado pensando.
Un grano en el culo, eso es lo que era. Siempre armando jaleo en los locales, sin preocuparse por nada que no fuera su propia diversión.
Otro golpe.
¿Que era lo que había dicho?, que se largaba en busca de diversión. Típico de él
Otro ruido extraño. Este había sonado como el grito de una mujer. John miró alrededor. ¿Es que nadie lo había oído? Parecía que no. Puede que fuera porque él estaba más cerca de las escaleras.
“Me parece que este lugar tiene posibilidades.”
John se frotó los ojos. Algo no iba bien.
Se puso en pie, apoyándose en la mesa para aliviar la náusea que estremeció su cuerpo. ¿Por qué tenía la extraña sensación de que algo no iba bien?
Otro golpe. Otro grito.
Caminó despacio hacia las escaleras. ¿Qué iba mal? El ruido aumentó de volumen mientras caminaba a lo largo del pasillo del primer piso.
Y luego lo oyó otra vez. Esta vez sonaba claramente. "Noooooooooo" La voz de Ana.
John recuperó la sobriedad en un instante. Embistió la puerta, arrancandola de los goznes. "Oh, Dios, no," gritó. Apenas podía distinguir a Ana, su menudo cuerpo completamente oculto bajo Spencer, que embestía repetida y despiadadamente contra ella.
Pero podía oír su llanto. "Noooo, noooo, por favor, noooo. "
John no se detuvo a pensar. Enloquecido, apartó a Spencer de la muchacha y lo lanzó contra la pared.
"¡Qué demonios…! ¿Blackwood? “La cara de Spencer estaba tan congestionada y purpúrea como su miembro.
"Bastardo," jadeó John, apoyando su mano sobre su arma.
"Por Dios, es solamente una puta española. "
"Es una niña, Spencer. "
"Ahora es una puta. " Spencer se giró para recoger sus pantalones.
La mano de John apretó la culata.
"Es todo que será siempre. "
John levantó el arma. "Los soldados de su majestad no violan." Le pegó un tiro en el trasero.
Spencer aulló y cayó al suelo, soltando una retahíla de palabrotas. John inmediatamente fue junto a Ana, como si hubiera algo que pudiera hacer para borrar su dolor y su humillación.
Su cara estaba lívida. Carecía por completo de expresión…
Hasta que lo vio.
Se encogió. Se apartó de John horrorizada. Él se tambaleó hacia atrás por la intensidad de su terror.
Él no…No había sido su…Quería decir…
La madre de Ana irrumpió en el cuarto. "Virgen santísima," lanzó un grito. "¿Qué es lo que…? Oh, Ana. Mi Ana. "
Ella corrió hacia su hija, que ahora lloraba desconsoladamente.
John permanecía de pie en medio del cuarto, aturdido por la sorpresa, y aún borracho por el whisky. "Yo no… " susurró. "No fui yo. "
Había tanto ruido. Spencer gritaba y blasfemaba de dolor. Ana lloraba. Su madre clamaba a Dios. John no podía moverse.