– Cierra la puerta-, le ordenó en voz baja.
– ¿Cómo dice, mi lord?
– La puerta.
Ella no hizo más que parpadear, tomando conciencia de la posición en que se encontraba. Dio un paso tentativo hacia el pasillo, sin saber muy bien a donde correr, pero no estaba dispuesta a darle una oportunidad.
Pero él se movió como un gato, y antes de que ella lo supiera, había cerrado la puerta y se apoyado el ella cortando cualquier salida. -Eres una mujer muy hermosa-, dijo.
– Creo que usted tiene una idea equivocada, mi lord-dijo ella rápidamente.
Él se movió hacia delante, al acecho. -Me enorgullezco de tener siempre la idea correcta.
– No, lo que quiero decir es… Lord Macclesfield… Él y yo… Nosotros…
Le tocó la mejilla. -¿Acaso Lord Macclesfield encuentra atractiva estas fingidas protestas? Le aseguro que no hay necesidad de escenificar tales pantomimas. Estoy muy satisfecho con lo que veo. Algunos productos estropeados suelen ser muy sabroso.
Victoria se estremeció con repugnancia. -Mi lord-dijo ella, tratando de razonar con él. -Yo le ruego…
Él se rió entre dientes. -Me gusta escuchar rogar a una mujer. Creo que voy a disfrutar mucho, Señorita Lyndon -. Alargó la mano, tomó situ muñeca y tiró de ella con dureza haciéndola chocar contra él. -Sólo quiero una muestra de lo que a él le ha dado con tanta libertad. Te prometo que no se arrepentirás. Soy un hombre muy generoso.
– No quiero su dinero-, gruñó, girando la cabeza hacia un lado. -Sólo quiero que se vaya.
– Podemos hacer esto de dos maneras-, dijo, con los ojos cada vez amenazadora oscuridad. – Puedes dejar de fingir y tener un poco de diversión, o me puedes luchar hasta el final. No me importa lo que elijas, de cualquier manera, me aseguraré un buen momento.
Ella le abofeteó la cara.
– Eso-, masculló, -fue un error.- La tiró en la cama y luego la sujetó allí con el peso de su cuerpo.
Victoria comenzó a luchar. Y entonces ella empezó a gritar.
Lo primero que hizo Robert fue buscar a Eversleigh en su cuarto, pero no se sorprendió cuando no lo encontró. Luego lo buscó en el ala de los huéspedes, pensando que podría estar entretenido con alguna invitada femenina. No hubo suerte, aunque lo hizo descubrir que esposa de lord Winwood estaba teniendo una aventura con el marido de la amante de Lord Winwood.
Robert ni siquiera pestañó. Tal comportamiento era bastante común entre sus pares, aunque lo estaba empezando a disgustar.
Trató luego en la sala de juego, sabiendo que Eversleigh tenía afición por los juegos de azar.
– ¿Eversleigh?- Uno de los jugadores, dijo. -Él estuvo aquí antes.
– ¿De verás? – Robert preguntó, tratando de ignorar las miradas especulativas de sus amigos. Era bien sabido que los dos los hombres no eran amigos. -¿Sabe usted dónde se fue?
– Lo vi subir por las escaleras-, dijo alguien.
Robert ahogó un gemido. Tendría que buscar en el ala de invitados nuevamente.
– Lo más extraño-, agregó otro. – es que usó la escalera de servicio.
La sensación de malestar que daba vuentas en estómago de Robert durante toda la noche explotó con cegador terror. Salió corriendo por las escaleras dando pasos de a tres escalones.
Y entonces oyó los gritos.
Victoria.
Si él le fallaba ahora…
Robert ni siquiera pudo completar el pensamiento.
Victoria se negó a resignarse a su suerte. Luchó como una loca, con garras como una tigresa. Ella sabía que sus acciones sólo harían enojar más a Eversleigh, pero ella no podía permitirse que la violara sin defenderse.
Pero él era fuerte. Mucho más fuerte que ella, y no le fue difícil sujetarla mientras desgarraba la ropa.
Levantó la mano de la boca para dar un tirón en el escote de su vestido, y ella aprovechó la oportunidad para gritar alto.
– Cállate, puta-susurró él, girando la cabeza hacia un lado y forzando la mejilla en la almohada. Victoria le mordió la mano.
– ¡Maldita pequeña puta!- Gritó. Cogió otra almohada y la presionó contra su rostro.
De pronto, Victoria no podía respirar. ¿Dios mío, quería matarla?
Su terror aumentó hasta creyó que iba a enloquecer. Ella pateó y arañó, pero no podía ver nada, y estaba cada vez más débil.
Y entonces, justo cuando el mundo comenzó a volverse negro, ella oyó madera romperse, seguido de un grito de rabia más allá de su propia comprensión.
Eversleigh fue sacado abruptamente de encima de ella e inmediatamente después Victoria lanzó al costado la almohada, incorporándose en la revuelta cama. Corrió hacia un rincón, sus pulmones le ardían con cada respiración, tenía que moverse y bajar la cama.
La habitación se llenó con el ruido. Algo se estrelló, alguien gritó. Se oyó un ruido escalofriante que sólo podía ser la carne contra el hueso. Pero Victoria no levantó la vista. Ni siquiera podía abrir los ojos. Todo lo que ella quería hacer era bloquear el terror.
Finalmente, sin embargo, se obligó a enfrentar sus demonios, y cuando lo hizo vio a Robert. Él había tirado a Eversleigh al suelo. Estaba sobre él, descargando sin piedad en la cara de Eversleigh.
– Robert-, dijo ella, su voz apenas un susurro. -Gracias a Dios.- Robert no dio ninguna indicación de que la había oído. Siguió golpeando a Eversleigh.
– Robert-dijo, esta vez más fuerte. Ella todavía estaba mareada, como en las nubes, y no podía dejar de temblar. Ella lo necesitaba.
Pero Robert estaba más allá de cualquier comunicación. No dijo nada, apenas un gruñido y le gritó, y cuando por fin levantó la vista hacia Victoria, había algo salvaje y primitivo en sus ojos. Por último, todavía sobre un Eversleigh inconsciente, se detuvo un instante para recobrar el aliento y dijo: -¿Te lastimó?
Su boca se abrió una fracción de una pulgada, pero no podía decir nada.
– ¿Te lastimó?- Ojos de Robert ardían de furia, y Victoria se dio cuenta en ese instante que si ella dijo que sí, él iba a matar a Eversleigh. Ella negó con la cabeza frenéticamente. No era una mentira. En realidad no. Eversleigh no la había lastimado. No de la manera Robert quería decir.
Robert dejó caer el hombre inconsciente y se precipitó a su lado. Se agachó junto a ella y le tocó la mejilla. Su mano temblaba. -¿Estás bien?
Ella sacudió la cabeza otra vez.
– Victoria, yo…
Fue interrumpido por un gemido proveniente del centro de la habitación. Robert maldijo entre dientes y luego murmuró una rápida -Disculpa-. Él se acercó de nuevo a Eversleigh, lo levantó por el cuello y el cinturón de sus pantalones, y lo arrojó al pasillo, donde aterrizó como un muñeco arrugado. Robert cerró la puerta suavemente y volvió al lado de Victoria.
Ella estaba temblando violentamente, los estremecimientos sacudían todo su cuerpo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero no emitió ningún sonido. Robert sintió pánico erigirse dentro de él de nuevo. ¿Qué le había hecho ese hijo de puta?
– Shhhh-, no tenía idea de lo que iba a decir o hacer para que se sintiera mejor.-Shhhh.
– Robert-, ella jadeó. -Robert.
– Estoy aquí, mi amor.- Él se agachó y la levantó. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello con una rapidez sorprendente. Ella lo estaba agarrando desesperadamente, como si dejarlo ir significaría la diferencia misma entre vida y muerte.
Él caminó hasta la cama, con la intención de sentarse y sostenerla hasta que se calmara, pero de repente ella se tensó en sus brazos.
– ¡No en la cama!-, Dijo con desesperación. -No allí.
Robert miró las sábanas revueltas y sintió ascender una ola de nauseas. Cuando él entró en la habitación, Eversleigh tenía una almohada sobre la cara de Victoria. Ella podría haber muerto. La idea fue como un puñetazo en el estómago.