– ¡Esto es una locura!- Victoria anunció. -Él nos tiene atrapadas.
– En realidad-dijo Harriet, -sólo te ha atrapado a ti. Yo podría salir en cualquier momento, y probablemente ni se daría cuenta.
– Oh, él se daría cuenta-murmuró Victoria. -Se da cuenta de todo. Nunca he conocido a alguien más tenaz y asquerosamente organizado.
– Estoy segura que eso es más que suficiente, querida-lo interrumpió Madame Lambert, consciente de que su empleada podía estar insultando a su clienta. -Después de todo, su señoría es el primo de la señorita de Brightbill.
– Oh, no se preocupe por mí-, dijo Harriet con entusiasmo. -Yo estoy disfrutando inmensamente.
– Harriet- Victoria exclamó de pronto.
– ¿Sí?
– Harriet.
– Creo que ya has dicho eso.
Victoria miró a la muchacha, su cerebro zumbando a triple velocidad. -Harriet, sólo podrías ser la respuesta a mis oraciones.
– Tengo bastantes dudas de que sea la respuesta a las oraciones de nadie-, respondió Harriet.-Estoy para siempre metiendo la pata y hablando sin pensar primero.
Victoria sonrió y le acarició la mano. -Me resulta de lo más entrañable.
– ¿De verdad? Qué encantadora. Me encanta tenerte como mi prima.
Victoria se obligó a no apretar los dientes. -No voy a ser tu prima, Harriet.
– Realmente me gustaría que sepas que mi primo Robert no resulta tan malo una vez que lo conoces.
Victoria se abstuvo de señalar que ella ya conocía bastante bien al hombre en cuestión.
– Harriet, ¿me harías un favor?
– Me encantaría.
– Necesito que seas una distracción.
– Oh, eso será fácil. Mamá siempre me dice que soy una distracción.
– ¿Te importaría mucho salir corriendo por la parte delantera de la tienda y distraer a su señoría? ¿De modo que yo podría escaparme por la puerta trasera?
Harriet frunció el ceño. -Si hago eso, no él tendrá la oportunidad de cortejarte.
Victoria se contuvo para no gritar “¡Exactamente!” En lugar de eso dijo en tono amable, -Harriet, no voy a casarme con tu primo bajo ninguna circunstancia. Pero si yo no escapo de esta tienda en breve, puedes muy bien estar atrapada aquí durante toda la noche. Robert no da señales de irse.
Harriet parecía indecisa.
Victoria decidió jugar su última carta y susurró:-Tu madre podría ponerse irritable.
Harriet se puso verde. -Muy bien.
– Dame un momento para prepararme.- Victoria rápidamente comenzó a recoger sus cosas.
– ¿Qué le digo?
– Lo que quieras.
Harriet frunció los labios. -No estoy segura de que se trata de un plan sensato.
Victoria se detuvo en seco. -Harriet, te lo estoy rogando.
Con un fuerte suspiro y un dramático encogimiento de hombros, la muchacha abrió la puerta de la tienda y salió.
– Brillante, brillante, brillante-, susurró Victoria, corriendo a través de la trastienda. Se puso su capa ajustándola a los hombros y se deslizó por la puerta trasera.
¡Libertad! Victoria se sintió casi mareada.
Era consciente de que ella se estaba divirtiendo quizás demasiado, y había algo increíblemente satisfactorio en burlar a Robert. Eventualmente, ella tendría que enfrentarse a sus emociones y afrontar el hecho de que el hombre, que había roto su corazón dos veces, estaba de vuelta; pero por ahora golpearlo en su propio juego sería suficiente.
– ¡Ah!-, Dijo sonriendo como una idiota parapetada en la pared de ladrillo de un edificio vecino. Todo lo que tenía que hacer era hacer caminar por la callejuela, girar a la izquierda, y ella se libraría de sus garras. Al menos por hoy.
Victoria se escurrió por las escaleras de vuelta a la tienda. Pero cuando su pie tocó el empedrado del callejón, sintió una presencia.
¡Robert! Tenía que ser.
Pero cuando se volvió ella no vio a Robert, sino un hombre enorme de pelo negro con una cicatriz espantosa surcando su mejilla
La detuvo sosteniendo su brazo.
Victoria dejó caer su bolso y comenzó a gritar.
– Cállate, muchacha-, dijo el villano. -No voy a hacerte daño.
Victoria no veía ninguna razón para creerle, y le dio una fuerte patada en la espinilla antes de salir corriendo y tratar de llegar a la final del callejón, donde rezó para desaparecer en la multitud de Londres.
Pero él fue más rápido, o tal vez simplemente no sabía cómo patear bastante fuerte, porque él la cogió por la cintura y la alzó en brazos hasta que sus pies no tocaron el suelo. Ella gritaba, pateaba, gruñía y no estaba dispuesta a permitir que ese matón se la llevara sin infligir un poco de dolor en el proceso.
Se las arregló para conseguir golpearlo en el costado de su cabeza, y él la dejó caer, dejando escapar una exclamación en voz alta en el proceso. Victoria se puso en pie, pero ella sólo había ganado unos metros cuando sintió acercarse a su agresor, la mano asió la punta del abrigo que ella vestía.
Y entonces oyó las palabras que más temía.
– ¡Su señoría!- Gritó el villano.
¿Señoría? el corazón de Victoria se hundió. Ella debería haberlo sabido.
El hombre grande le gritó de nuevo. -Si usted no da la vuelta rápido a la esquina, voy a dejar irme antes de que pueda despedirme otra vez!
Victoria se dejó caer, cerrando los ojos para no ver la sonrisa satisfecha de Robert al dar la vuelta a la esquina.
Capítulo 12
En el momento en Victoria abrió los ojos, Robert estaba de pie delante de ella. -¿Vienen detrás de ti?-, Exigió.
– ¿Quién?
– Ellas, las mujeres -, dijo, sonando muy parecido a como si se hubiera referido a una nueva generación de insectos.
Victoria intentó dar un tirón del brazo de su mano. -Todavía están tomando el té.
– Gracias a Dios.
– Tu tía me invitó a venir a vivir con ella, por cierto.
Robert murmuró algo entre dientes.
El silencio reinó por un momento, y luego Victoria dijo: -Realmente tengo que llegar a casa, así que suelta por favor mi brazo…- Ella sonrió forzadamente, decidida a ser cortés aunque la matara.
Él se cruzó de brazos, separó los pies, y dijo: -Yo no voy a ninguna parte sin ti.
– Bueno, yo no voy a ninguna parte contigo, así que realmente no veo…
– Victoria, no fuerces mi temperamento.
Sus ojos se agrandaron. -¿Qué acabas de decir?
– He dicho…
– ¡Escuché lo que dijiste!- Ella le dio una palmada en el hombro. -¿Cómo te atreves siquiera a decirme que no pierda los estribos? ¡Tú que enviaste a ese matón en pos de mí! Un villano. Yo podría haber sido herida.
El hombre fornido protestó. -Milord-, dijo, -Realmente debo protestar.
A Robert le temblaron los labios. -Victoria, a MacDougal le desagrada ser llamado villano. Creo que has herido sus sentimientos.
Victoria lo miró, incapaz de creer la dirección que había tomado la conversación.
– Yo fui todo lo gentil con ella que pude-, dijo MacDougal.
– Victoria-, dijo Robert. -Tal vez una disculpa debería ser dada.
– ¡Una disculpa!- Gritó ella, habiendo pasado por varios grados su punto de ebullición. -¡Una disculpa! No lo creo.
Robert se volvió a su criado con una expresión un tanto sufrida. -No creo que ella vaya a pedirte disculpas.
MacDougal suspiró magnánimamente. -La chica ha tenido un día complicado.
Victoria trató de determinar a quien de ellos noquearía primero.
Robert le dijo algo a MacDougal, y el Escocés salió de escena, presumiblemente para preparar el carruaje esperándolo a la vuelta de la esquina.
– Robert-, dijo Victoria con firmeza. -Me voy a casa.