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– Lástima-el respondió. -El camisón azul se ve tan bien en ti.

Ella soltó un bufido y ajustó la manta con más fuerza a su alrededor. -Es una indecencia, y estoy segura que es exactamente lo que querías cuando lo compraste.

– En realidad-dijo pensativo-, Tu lo llenas aún más deliciosamente de lo que yo había soñado.

Victoria tomó el "deliciosamente" como un eufemismo para referirse a algo completamente distinto, y rápidamente salió de la habitación. Ella no quería ser objeto de los dobles sentidos de Robert. Peor aún, ella estaba aterrada de que empezara a ablandarse. Odiaba pensar qué podría hacer si él trataba de besarla de nuevo.

Podría probablemente responderle. ¡Qué pesadilla!

Se escabulló a su habitación, donde el vestido arruinado estaba sobre la cama. El agua salada lo había dejado tieso, y ella tuvo que hacer fuerza y estirar el material hasta que fue suficientemente flexible para que ella se lo pusiera. Se dejó el camisón azul como camisa, ya que su propia picaba como el diablo y tenía un trozo de alga enredada en la correa.

Cuando finalmente se puso delante del espejo, ella no pudo reprimir un gemido. Asustaba. Su cabello estaba más allá de toda esperanza. No había manera de que ella fuera capaz de peinarlo correctamente sin lavar la sal, y en su inspección superficial de la casa no había encontrado ningún tipo de jabón. Su vestido estaba insoportablemente arrugado, rasgado en cuatro lugares, no, eran cinco, otro en el dobladillo. Aún así, la cubría mejor que lo que había estado usando antes.

Y no quería precisamente verse de lo mejor ante Robert, bueno, el hombre la había raptado. Se lo merecía.

Robert, hombre sincero como era, no hizo ningún intento por ocultar el hecho de que su aspecto no estaba en su nivel habitual. -Parece como si te hubieran atacado los perros-, dijo cuando se cruzaron en el vestíbulo. Él se había vestido, pero a diferencia de Victoria parecía inmaculado. Ella ssupuso que guardaba una muda de ropa aquí en la casa para no preocuparse de las maletas en viajes como este.

Ella puso los ojos en blanco y dijo: -La adulación no te llevará a ninguna parte-, y luego continuó caminando delante de él por las escaleras.

Él la siguió hasta la cocina con una expresión alegre. -¿Es así? Entonces, ¿Cuál es el camino a tu corazón? Acepto felizmente cualquier y todos los consejos.

Victoria rápidamente dijo, -Comida.

– ¿Comida? ¿En serio? ¿Eso es todo lo que se necesita para impresionarte?

Era difícil permanecer de mal humor cuando él estaba siendo tan jovial, pero ella hizo un gran esfuerzo. -Sin duda sería un buen comienzo. Entonces, como para acentuar lo dicho, su estómago soltó un fuerte rugido.

Robert hizo una mueca. -Soy de la misma opinión-, dijo, acariciando su abdomen. Miró a su vientre. Parecía plano, pero se sentía cóncavo. Ayer por la noche había tenido demasiado frío para tratar de seducir a Victoria, esta mañana estaba demasiado hambriento. Elevó los ojos hasta el rostro de ella que lo miraba expectante, como si hubiera dicho algo a él y él no la había estado escuchando. -Er, ¿me estabas hablando?

Ella frunció el ceño y repitió: -No puedo salir de esta manera.

Él parpadeó, sin dejar de reírse de su propia imagen y la de Victoria, por fin hacían el amor pero se desmayaban en la mitad muertos de hambre.

– Robert-, dijo con impaciencia-, ¿Vas o no vas a ir a la ciudad? Necesitamos comida, y necesito algo que vestir.

– Muy bien-dijo, de alguna manera quejándose y sonriendo al mismo tiempo. -Voy a ir. Pero tengo que reclamar el pago.

– ¿Estás loco?-, Exclamó, levantando la voz a medio camino de un grito. -Primero me secuestras, ignorando por completo mis deseos, luego casi me ahogo tratando de salvarte, ¿y ahora tienes el descaro de decirme que debo pagar para comer?

Uno de los lados de la boca masculina se elevó perezosamente en una sonrisa. -Sólo un beso-, dijo. Entonces, antes de que tuviera tiempo de reaccionar, la atrajo hacia él y la besó profundamente.

Había querido que fuera un beso simple, una especie de broma, pero en el momento que sus labios tocaron los de ella, fue atrapado por el hambre que eclipsaba cualquier asunto del estómago. Ella era perfecta en sus brazos, pequeña, suave, cálida y todo lo que había soñado alguna vez que una mujer podía ser.

Él tocó la lengua con la suya, maravillado por el calor suave de la misma. Ella cedía, no, ella ya había cedido, y ahora regresaba sus afectos.

Robert sintió aquel beso en el alma. -Tu me amas otra vez-, susurró. Y entonces él apoyó la barbilla en la cabeza y abrazándola fuertemente. A veces eso era suficiente. A veces, sólo sentirla en sus brazos era todo lo que necesitaba. Su cuerpo no despertó al deseo. Él sólo necesitaba abrazarla.

Se quedaron así durante un minuto completo. Luego se apartó y vio la confusión en el cauteloso rostro de ella. Antes de que pudiera decir algo que él no quería oír, le obsequió una sonrisa alegre y dijo: -Tu pelo huele a algas.

Eso le valió un golpe en el costado de su cabeza con un saco de azúcar, vacío, que había estado llevando. Robert se echó a reír, agradecido de que ella no hubiera estado llevando un palo de amasar.

* * *

Alrededor de una hora después de que Robert se fue para ir de compras, Victoria se dio cuenta de que habían pasado por alto un punto importante.

MacDougal se había llevado el carruaje nuevamente a Londres. Por lo que ella sabía, no había ni siquiera un caballo para que Robert pudiera montar hasta la ciudad. Ella no había inspeccionado la propiedad con mucho cuidado el día anterior, pero ciertamente no había visto ningún edificio en el que podría haber un caballo.

Victoria no estaba particularmente perturbada por que Robert tuviera que caminar a la ciudad. Era un día perfectamente hermoso fuera, sin rastro de la tormenta de ayer, y el ejercicio probablemente le haría bien. Pero ella se preguntaba cómo iba a ser capaz de traer las compras a casa. Los dos estaban muertos de hambre, por lo que tendría que comprar un montón de alimentos. Y, por supuesto, necesitaba un vestido nuevo o dos.

Con un movimiento de cabeza ella decidió no preocuparse por ello. Robert estaba lleno de recursos, y le gustaba planear.

No podía imaginar que no fuera a encontrar la manera de resolver este pequeño dilema.

Vagó sin rumbo por la casa, inspeccionando más de cerca de lo que había podido hacer el día anterior. La casa de campo era encantadora, y ella no entendía cómo podía soportar Robert vivir en otro sitio. Ella supuso él estaba acostumbrado a sus grandiosos alojamientos. Victoria dejó escapar un suspiro de pesar. Una casita como ésta era todo lo que ella quería. Limpia, ordenada, hogareña, con una hermosa vista del agua. ¿Cómo se podía pedir algo más?

Consciente de que se estaba volviendo demasiado sensiblera, Victoria continuó con su inspección. Sabía que estaba invadiendo la privacidad de Robert por rebuscar en sus cajones y armarios, pero ella no se sentía particularmente culpable por ello. Él la había secuestrado, después de todo. Tenía unos cuantos derechos como víctima en este extraño escenario. Y, por mucho que no disfrutara de confesárselo a sí misma, sabía que ella estaba buscando pedazos de sí misma. ¿Robert había guardado recuerdos de su noviazgo, recuerdos de su amor? No era realista pensar que él hubiera traído esas cosas a esta casa, pero no pudo evitar mirar.

Ella se estaba enamorando de nuevo de él. Él estaba haciendo que ella bajara sus defensas, tal como dijo que lo haría. Se preguntó si había alguna forma de revertir la marea. Ella no quería amarlo.