Regresó a su dormitorio y abrió la puerta a lo que ella supuso que era su armario. En la esquina había una bañera, y en la bañera… ¿podría ser? Se acercó un poco más. Efectivamente, pegado al fondo de la bañera había una barra medio derretida de jabón que alguien, probablemente Robert, se había olvidado de limpiar. Victoria nunca en su vida había estado tan agradecida por la falta de habilidades de orden y limpieza que alguien pudiera tener. La última vez que había intentado correr la mano por el pelo, se había quedado atascada allí. Ser capaz de lavar la sal era lo más cercano al cielo que podía imaginar.
Robert seguramente estaría afuera por varias horas. Tendría tiempo de sobra para disfrutar de un baño caliente. Con un gruñido de esfuerzo, Victoria sacó la bañera del vestidor y la colocó donde la luz del sol se filtraba por las ventanas. Entonces, de repente se sintió muy incómoda ante la idea de bañarse en la cámara privada de él, así que sacó la tina por el pasillo hacia su propia habitación. Ella intentó despegar al jabón del metal, pero se sentía como si hubiera sido atornillado. Ella decidió dejarlo. El agua caliente probablemente lo aflojaría.
Le tomó casi media hora y varios viajes arriba y abajo de las escaleras, pero al final Victoria tenía la bañera llena de agua hirviendo. Sólo mirarla la hacía temblar de anticipación. Se desnudó lo más rápido que pudo y se metió en el agua. Estaba lo suficientemente caliente como para picar la piel, pero estaba mojada y limpia y se sentía como el cielo.
Victoria suspiró con satisfacción mientras lentamente se sentó en la tina de metal. Ella vio como las manchas blancas de sal que se aferraban a su piel se disolvían en el agua caliente, luego se sumergió bajo la superficie para mojarse el pelo. Después de bastante tiempo de remojo feliz, ella utilizó su pie izquierdo para empujar el jabón que seguía pegado al fondo.
No se movía.
– Oh, vamos-murmuró-.Has tenido tus buenos veinte minutos.- Se le ocurrió que ella estaba hablando con una pastilla de jabón, pero después de lo que había pasado en las últimas cuarenta y ocho horas, pensó que tenía derecho a actuar un poco extraña, si le venía en gana.
Ella cambió a su pie derecho y empujó con más fuerza. Seguramente se soltaría ahora.
– ¡Muévete!- Le ordenó, su talón presionaba contra el lateral del jabón. Era astuto y escurridizo, y todo lo que sucedió fue que su pie se deslizó sobre la parte superior.
– Oh, maldición-, gruñó, sentándose. Iba a tener que usar las manos para hacer fuerza y logar que se suelte. Ella clavó las uñas y tiró. Entonces se le ocurrió una mejor y retorcida idea. Por último sintió al jabón moverse, y después de unos segundos más de torcer y tirar, una parte de la barra terminó en sus manos.
– ¡Ajá!-, Gritó ella triunfal, aunque su enemigo no era más que una barra de jabón-Yo gano. Yo gano.
– ¡Victoria!
Ella se congeló.
– Victoria, ¿con quien estás hablando?
¡Robert! ¿Cómo diablos pudo haber viajado a la ciudad y vuelto en tan poco tiempo? Por no hablar de hacer todas sus compras. Había estado fuera sólo una hora. ¿O dos?
– Sólo a mí misma-gritó ella estremeciéndose. Santo Dios, ya estaba de regreso, y ella ni siquiera se había lavado el pelo. Maldición. Ella, realmente, quería lavarse el cabello.
Los pasos de Robert sonaban en la escalera. -¿Ni siquiera quieres saber lo que he comprado?
No había nada que hacer. Ella tenía que acabar limpia. Haciendo una mueca ante su propio juego de palabras, Victoria gritó, -No entres!
Los pasos se detuvieron. -¿Victoria, está todo bien?
– Sí, estoy… Sólo estoy…
Después de un largo latido, Robert dijo desde detrás de la puerta, -¿Tienes algún plan para completar esa frase?
– Estoy tomando un baño.
Más silencio, y luego, -ya veo.
Victoria tragó saliva. -Preferiría que no lo hicieras.
– ¿No hiciera qué?
– Mirar…me, eso.
Él dejó escapar un gemido que Victoria oyó perfectamente. Era imposible no pensar en él, allí parado, y ella en la bañera.
– ¿Necesita una toalla?
Victoria suspiró, más que alarmada por la ruta de sus propios pensamientos que la interrupción de él.-No-respondió ella-.Tengo una aquí.
– ¡Qué desgracia!
– La encontré con la ropa de cama,- explicó ella, sobre todo porque sentía como si tuviera que decir algo.
– ¿Necesitas jabón?
– Encontré uno pegado a la bañera.
– ¿Necesitas comida? Yo traje media docena de empanadas.
El estómago de Victoria retumbó, pero ella dijo: -Voy a comerlas más tarde, si no te importa.
– ¿Necesita algo?- Sonaba casi desesperado.
– No, en realidad, aunque…
– ¿Aunque?-,Dijo él, muy rápidamente. -¿Qué necesitas? Me encantaría llevártelo. Cualquier cosa para hacer sentirse más cómoda.
– ¿Por casualidad compraste un vestido nuevo? Voy a necesitar algo para cambiarme. Supongo que podría ponerme esto de nuevo, pero es terriblemente picante con la sal.
Ella le oyó decir: -Sólo un momento. No te muevas. No vayas a ningún sitioo.
– Como si yo tuviera a donde ir así-, se dijo, mirando su cuerpo desnudo.
Un momento después oyó a Robert corriendo por el pasillo. -¡Estoy de vuelta!-, Dijo. -Tengo tu vestido. Espero que se ajuste.
– Cualquier cosa sería mejor que…- Victoria contuvo el aliento cuando vio a la perilla de la puerta girar. -¿Qué estás haciendo?- Gritó ella.
Gracias a Dios el picaporte se congeló en su lugar. Se supone que incluso Robert sabía cuándo iba demasiado lejos. -Lo que me pediste, tu vestido – Pero hubo un indicio de una pregunta en su voz.
– Basta con abrir la puerta unos centímetros y colocarlo dentro,- indicó ella.
Hubo un momento de silencio y luego: -¿Yo no puedo entrar?
– ¡No!
– Oh.- Él sonó como un colegial decepcionado.
– Robert, seguro que no pensabas que te permitiría entrar aquí mientras estoy me baño.
– Tenía la esperanza…- Sus palabras se apagaron en un suspiro sincero y grande.
– Sólo tienes que arrastrar el vestido dentro.
Él hizo lo que ella le pidió.
– Ahora cierra la puerta.
– ¿Quieres que deje caer la comida en el interior, también?
Victoria juzgó la distancia entre la bañera y la puerta. Tendría que salir de la bañera con el fin de obtener los alimentos. No es un concepto atractivo, pero de nuevo su estómago rugió ante la idea de un pastel de carne. -¿Podrías deslizarlo por el suelo? -, preguntó ella.
– ¿No se ensuciaría?
– No me importa.- Y no lo hizo. Así estaba de hambrienta.
– Muy bien. -Su mano entró en su perímetro de visión, alrededor de una pulgada por encima del suelo.
– ¿En qué dirección?
– ¿Cómo?
– ¿En qué dirección debo empujar la empanada? No me gustaría enviarla fuera de tu alcance.
Victoria pensó que lo que debería haber sido una tarea muy sencilla se estaba convirtiendo en una tarea demasiado complicada, y se preguntó si él había encontrado alguna mirilla. Tal vez estaba haciendo tiempo mientras la miraba. Tal vez podía ver su cuerpo desnudo. Tal vez…
– ¿Victoria?
Entonces pensó en la precisión científica con la que concebía todo lo que hacía. Probablemente, el loco, quería saber de qué lado estaba para enviar correctamente la comida. -Estoy en alrededor de la una en punto-dijo, levantando la mano izquierda de la tina y agitándola para que se seque.
La mano de Robert se torció ligeramente a la derecha, y envió a la carena pastosa por el suelo de madera. Se detuvo cuando chocó contra el lado de la tina de metal. -¿Ojo de buey!- Le dijo Victoria. -Ya puedes cerrar la puerta ahora.