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Dejó que sus dedos se deslizaran hacia abajo, hacia la piel tirante de su abdomen, hipnotizada por la forma en que sus músculos brincaban bajo su contacto. Ella sintió que él estaba ejerciendo un control increíble. Era una poderosa y asombrosa sensación el saber que ella podía ponerlo así, su respiración fuerte y entrecortada, cada músculo tenso y tirante.

Victoria se sentía audaz. Se sentía salvaje y temeraria. Ella lo quería todo, y lo quería en ese mismo momento. Ella se inclinó hacia adelante, tentándolo con su cercanía, a continuación, se apartaba con una sensación de vértigo y el equilibrio fuera de ella. Su mano cayó hasta que rozó la cintura de sus pantalones. Robert quedó sin aliento, y su mano voló a cubrir la de ella.

– Todavía no-, dijo con voz ronca.-No puedo controlar… Todavía no.

Victoria levantó la mano. -Dime qué tengo que hacer-, dijo. -Lo que quieras.

Él la miró fijamente, incapaz de pronunciar una palabra.

Ella se balanceó hacia él. -Lo que quieras-susurró. -Cualquier cosa.

– Quiero sentir tus manos sobre mí de nuevo-, por fin pudo decir. -Ambas.

Ella alargó la mano, pero se detuvo cuando su mano estaba a una pulgada de distancia de su hombro.-¿Aquí?

Él asintió con la cabeza, aspirando impetuosamente cuando la mano de ella se deslizó de su hombro a la parte superior de su brazo. Ella envolvió su mano alrededor de su bíceps. -Eres muy fuerte.

– Tú me haces fuerte-, dijo. -Todo lo que es bueno en mí, tú me haces ser de esa manera. Contigo, me vuelvo más de lo que soy. -Él se encogió de hombros con impotencia. -No tiene mucho sentido. No sé cómo explicarlo. No sé las palabras.

Las lágrimas llenaron los ojos de Victoria, y las emociones que no quería sentir presionaban contra su corazón. Ella movió la mano en la parte posterior de su cuello. -Bésame.

Él lo hizo. ¡Oh, cómo lo hizo! Él fue suave al principio, tentándola sin piedad, dejando a su cuerpo tenso, pidiendo más. Y entonces, justo cuando Victoria estaba segura de no poder soportar ni un sensual segundo más de su tortura, los brazos de se movieron sinuosamente alrededor de su espalda y la atraparon en un cerco de acero.

Él se volvió salvaje, sus movimientos descontrolados. Empujó la seda del vestido hasta que estaba apiñada en torno a su vientre. Separó las piernas con uno de sus poderosos muslos, y Victoria pudo sentir la tela de sus pantalones rozándola. Fue tan sobrecogedora la sensación que ella estaba segura de haber caído sobre si él no la hubiera estado sostenido pegada a su cuerpo.

– Te deseo-, se lamentó. -Señor, ¡cómo te deseo!

– Por favor-ella le rogó.

Él continuó empujando el vestido de seda hasta que se deslizó sobre su cabeza y aterrizó en un montón olvidado en el suelo junto a la cama. Victoria fue alcanzada por una repentina timidez, y apartó la mirada, incapaz de mirando. Ella sintió que sus dedos le tocaban la barbilla, y con una suave presión que le hizo volver la cabeza para mirarlo de nuevo.

– Te amo-, dijo, en voz baja pero ferviente.

Ella no dijo nada.

– Tú me lo dirás muy pronto-, dijo descendiendo mientras la llevaba en brazos, -No estoy preocupado. Puedo esperar. Por ti, puedo esperar por siempre.

Victoria no estaba segura de cómo lo hizo, pero en cuestión de segundos ya no se sentía sus pantalones entre ellos. Era sólo piel contra piel, y se sentía tan exquisitamente cerca de él.

– Dios, eres hermosa-, dijo Robert, levantando a sí mismo sobre sus brazos para mirar hacia ella.

Le tocó la mejilla. -Y tú también.

– ¿Hermoso?-, Dijo, su voz teñida de una sonrisa.

Ella asintió con la cabeza. -Solía soñar contigo ¿sabes?. Todos estos años…

– ¿En serio?

Victoria respiró hondo cuando su mano se cerró alrededor de su pecho y le dio un apretón cariñoso. -No pude detenerme-, admitió. -Y entonces me di cuenta de que no quería parar.

Robert hizo un sonido irregular en el fondo de su garganta. -Soñé contigo, también. Pero nunca fue así, nunca se sintió tan bien. -Bajó la cabeza hasta que sus labios estuvieron a escasos centímetros de su pecho. -No podía saborearte en mis sueños.

Las caderas femeninas se elevaron sobre la cama mientras la boca de él se cerraba alrededor de su pezón, amándola con minuciosidad tentadora. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, sus dedos se hundieron en su pelo grueso. -Oh, Robert-gimió ella.

Él le susurró algo contra su pecho. No podía distinguir las palabras, se dio cuenta de que no importaba. Su lengua trazó círculos en su piel, su aliento endiabladamente delicado y seductor. Arrastró su boca a lo largo de su cuello, murmurando: -Quiero más, Torie. Lo quiero todo.

Él empujó abriendo las piernas de ella, asentándose contra su centro femenino. Estaba duro y caliente, extrañamente, intimidante y reconfortante al mismo tiempo. Tenía las manos debajo de ella, apretando su trasero, tirando de ella hacia él.

– Quiero ir poco a poco-le susurró-.Quiero que sea perfecto.

Victoria escuchó la emoción irregular en su voz y supo al instante lo que le había costado pronunciar esas palabras. Ella elevó sus ojos a los de él y su pulgar se deslizó a lo largo de las cejas de él. -No puede ser más perfecto-, susurró. -No importa lo que hagas.

Robert se la quedó mirando, su cuerpo temblaba de necesidad y cerca de explotar de amor. No podía creer lo que le estaba ofreciendo sin reservas. Era honesta, abierta y todo lo que él había deseado, no sólo en una mujer sino en la vida.

Diablos, ella era su vida. Y a él no le importaba quién lo supiera. Sintió ganas de gritarlo los cuatro vientos, justo en ese momento, justo antes de que finalmente la hiciera suya. Amo a esta mujer, quería gritar. ¡La amo!

Se colocó en el borde de su feminidad. -Esto puede doler un poco-, dijo.

Ella le tocó la mejilla. -No me harás daño.

– No quiero hacerlo, pero…- No pudo terminar la frase. Empujó entrando en ella tan sólo una pulgada, pero se sentía tan perfecta que perdió el poder del habla.

– Oh, oh-susurró Victoria.

Robert sólo gruñó. Era todo lo que podía manejar. Un discurso inteligente estaba claramente más allá de sus capacidades. Se obligó a estar quieto, esperando sentir relajarse los músculos femeninos a su alrededor antes de hundirse más profundamente en ella. Era casi imposible estarse quieto, cada nervio de su cuerpo le estaba pidiendo a gritos la liberación. Apretó los dientes, tensó los músculos intentando mantener su pasión bajo control, era difícil pero lo estaba logrando. Todo porque la amaba. Era una sensación impresionante.

Por último, se propulsó el último centímetro y dejó escapar un estremecimiento de placer completo y total. Fue el más dulce de los abrazos. Pero finalmente fue superado por el deseo más intenso de su vida, pero al mismo tiempo nunca se había sentido más protegido y contenido.

– Somos uno ahora-, le susurró, rozando un mechón de pelo sudoroso de la frente. -Tú y yo somos una sola persona.

Victoria asintió y respiró hondo. Se sentía muy extraña. Extraña, y de alguna manera completa, al mismo tiempo. Robert estaba dentro de ella, y ella apenas podía comprender eso. Era la más extraña y, sin embargo la más natural de las sensaciones que jamás había experimentado. Se sentía como si fuese a estallar, sin duda si se movía ni un cuarto de pulgada, y sin embargo ella tenía hambre de algo más.

– ¿Te he hecho daño?-, Susurró.

Ella negó con la cabeza. -Es tan… raro.

Él soltó una risita. -Va a mejorar. Te lo prometo.

– Oh, no es malo-, dijo, tratando de tranquilizarlo. -Por favor, no pienses…

Él se rió de nuevo y apretó un dedo sobre los suaves labios. -Shhh. Déjame mostrarte.

Reemplazó a los dedos por la boca, distrayéndola para que no se diera cuenta de cuando empezó a moverse dentro de ella.