– ¿Ah, sí?-Murmuró, tratando de no excitarse demasiado por la forma en la mano de él le acariciaba la cadera.
– Mmm. Besas mejor. -Para probar su punto, dejó que sus labios rozar los de ella.
– Tú me has enseñado.
– Te ves mucho mejor sin nada de ropa.
Ella se sonrojó, pero ella se estaba sintiendo lo suficientemente cómoda con él que se atrevió a decir: -Eso es una cuestión de opinión.
Él se alejó con un suspiro alto y claro. -Muy bien. Coses mejor.
Ella parpadeó. -Tienes razón.
– Y seguramente sabes más sobre niños-, agregó. -Cuando seamos padres deberé guiarme constantemente por tu buen juicio. Soy muy capaz de organizarles una conferencia sobre las tres leyes de Newton antes de que puedan salir de la cuna. Totalmente inapropiado. Tú me tienes que enseñar todas las canciones de cuna.
El corazón de Victoria se elevó con sus palabras. Su breve vida como costurera le había mostrado la alegría de ser capaz de tomar decisiones importantes por sí misma. Más que nada tenía miedo de que el matrimonio significara que iba a perder todo eso. Pero ahora
Robert le decía que él valoraba su juicio.
– Y tienes un corazón mas grande -, dijo, tocándole la mejilla. -A menudo me dejo llevar por mis necesidades. Tú antepones las necesidades de los demás primero. Es un raro y hermoso regalo.
– Oh, Robert.- Ella se inclinó hacia él, ansiosa por la calidez de sus brazos. Pero antes de que llegara, el carro golpeó un profundo surco en el camino, y ella se deslizó a un costado. -¡Oh!- exclamó en voz alta con sorpresa.
– ¡Aargh!- Robert protestó con dolor.
– ¡Oh querido, oh querido!-, dijo Victoria, sus palabras impacientes. -¿qué está mal?
– Tu codo-, él jadeó.
– ¿Qué? Oh, lo siento -El transporte se sacudió de nuevo, y el codo volvió a impactar su zona central. O por lo menos ella pensaba que era su parte central.
– Por favor… muévelo… ¡AHORA!
Victoria se alejó y se las arregló para desenredar sus brazos de los suyos. -Lo siento mucho-, repitió. Entonces ella lo miró más de cerca. Estaba doblado en dos, e incluso en la tenue luz se daba cuenta de que su piel aparecía intensamente verde. -Robert-, preguntó con voz vacilante, -¿vas a estar bien?
– No por varios minutos.
Ella lo miró por unos segundos y luego se aventuró, -¿Te he golpeado en el estómago? Te aseguro que fue un accidente.
Él se quedó encorvado mientras decía, -Es una especie de dolor masculino, Victoria.
– Ohhhh-, susurró. -No tenía ni idea.
– No esperaba que lo supieras,- murmuró.
Otro minuto pasó, y luego Victoria, de repente, tuvo un pensamiento horrible. -Esto no es permanente, ¿Verdad?
Él negó con la cabeza. -No me hagas reír. Por favor.
– Lo siento.
– Deja de decir que lo sientes.
– Pero lo estoy.
– Frío, hambre, y después de una lesión mortal,- dijo Robert en voz baja. -¿Habrá existido, alguna vez, algún hombre tan acosado como yo?
Victoria no veía ninguna razón para responder. Ella mantuvo la mirada escrupulosamente en la ventana, observando como Kent Pasaba. No salió un sonido de Robert por lo menos en diez minutos, y luego, justo cuando estaba segura de que él se había quedado dormido, ella sintió un golpecito en el hombro. -Sí-dijo ella, al darse vuelta.
Estaba sonriendo. -Me siento mejor ahora.
– Oh. Bueno, estoy tan feliz por ti-respondió ella, sin saber, realmente, que tipo de comentario era adecuado para ese tipo de situaciones.
Robert se acercó más, una mirada hambrienta. -No, quise decir que me siento mucho mejor.
Victoria deseaba que dejara de hablar tan enigmáticamente. -Bueno, entonces-dijo-, estoy muy feliz por ti.
– No estoy seguro de que entiendas.- Murmuró.
Victoria quería decir que evidentemente él estaba seguro de que ella no entendía, pero antes de que pudiera emitir una palabra, Robert dio un tirón a sus piernas y ella cayó de espaldas en el asiento. Ella jadeó su nombre, pero él la hizo callar con un beso.
– Estoy mucho mejor-, dijo contra su boca. -Mucho-un beso-pero mucho-otro beso-mejor.- Levantó la cabeza y le regaló una lenta e indolente sonrisa. -¿Te apetece una demostración?
Capítulo 21
– ¿Aquí?-Graznó Victoria. -¿En el transporte?
– ¿Por qué no?
– Porque… Porque… ¡Es indecente! -Trató de alejarse, y luego murmuró:-Debe de ser.
Robert levantó la cabeza una fracción de pulgada. Sus ojos azules brillaron con picardía.-¿Lo es? No recuerdo a tu padre que tocará el tema alguna vez en un sermón.
– Robert, estoy segura de que esto es de lo más irregular.
– Por supuesto que lo es-, dijo, acariciando la parte inferior de la barbilla. Ella era suave, cálida y aún olía a madera de sándalo de su jabón. -Normalmente no lo haría en el coche, pero yo quería sacar toda duda de tu mente.
– ¿Ah, entonces esto es para mi beneficio?
– Estabas tan preocupada por los efectos permanentes de mi lesión…
– Oh, no-dijo ella, tratando de recobrar el aliento. -Estoy segura de tu recuperación, te lo aseguro.
– Ah, pero quiero que tengas la seguridad que no hay daño. -Sus manos envueltas alrededor de sus tobillos, empezaron a deslizarse sobre sus piernas, dejando rastros de fuego a través de las medias.
– Ninguna, estoy asegura.
– Shhh, sólo un beso.- Él mordisqueó los labios, sus manos deslizándose hacia arriba y sobre la suave curva de sus caderas. Luego alcanzaron su trasero, sujetándola suavemente.
– Pensé… – Ella se aclaró la garganta. -Pensé que no querías volver a hacer esto hasta que nos casamos.
– Eso-dijo, acariciando la esquina de su boca, -fue cuando yo todavía pensaba que podíamos estar casados esta noche. He descubierto que hay un tiempo y un lugar para los escrúpulos.
– ¿Y este no es uno de ellos?
– Definitivamente no-. Él encontró la piel desnuda de sus muslos y apretó, provocando una exclamación de deleite. Él gimió, adorando los sonidos del deseo de ella. Nada tenía más poder para inflamar su pasión que la vista y sonidos de su placer. Él sintió como ella se arqueaba debajo de él, y sus manos se movieron a su espalda, donde trabajó con furia en sus botones. Él la necesitaba… Dios, él la necesita en ese momento.
Él empujó hacia abajo el corpiño de su vestido. Todavía llevaba el camisón azul como una camisa. Demasiado impaciente para desabrocharlo capturó el pezón en su boca, humedeciendo la tela con la lengua.
Victoria se agitó bajo sus pies, murmullos incoherentes escaparon de sus labios. Él levantó la cabeza por un momento para mirarla. Su negro cabello salvaje estaba libre en los confines del banco, y sus ojos azules oscuro estaban casi negros por el deseo. La garganta de Robert se llenó de una incomprensible sensación de ahogo, y se sintió abrumado por un sentimiento tan fuerte que no podía contener. -Te amo-, susurró. -Siempre te amaré.
La vio luchar interiormente y sabía que quería decirlo, también. Pero aquello que aún la hacía dudar tenía un férreo control sobre su corazón, y no pudo. Pero a él no le importó, sabía que finalmente ella debería aceptar su amor por él. Pero no podía soportar verla tan destrozada, así que apretó un dedo de la mano suave en los labios. -No hables-le susurró. -No necesitamos palabras ahora mismo.
La besó de nuevo, su boca hambrienta y salvaje. Sus manos encontraron su ropa interior y en segundos la prenda estaba en el piso del carro. La tocó íntimamente, sus sabios dedos atormentaban los pliegues de su feminidad.
– ¡Ah, Robert!-Jadeó. -¡Qué…! la última vez tu no…