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– Robert-, Lady Brightbill estaba diciendo, con una mano extendida dramáticamente sobre su corazón -, aunque yo sea tan eficiente, tienes que presentar a tu nueva esposa a la sociedad antes de que termine la temporada. Esta no es mi opinión. Es un hecho.

Robert suspiró y miró a Victoria. Ella trató desesperadamente de ocultar el terror de sus ojos, con éxito ya que él dejó escapar otro suspiro, éste mucho más abatido, y dijo: -Muy bien, tía Brightbill. Vamos a hacer una aparición. Pero sólo una, fíjate. Todavía estamos recién casados.

– Esto es tan romántico-, susurró Harriet, abanicándose con la mano.

Victoria tomó su taza de chocolate y se la llevó a la boca en un intento de ocultar el hecho de que absolutamente no conseguía tirar de los labios en una sonrisa. Pero esta acción sólo sirvió para mostrar como le temblaban las manos, por lo que las bajó fijando la vista en su regazo.

– Naturalmente-dijo Lady Brightbill, -voy a tener que llevar a Victoria de compras, necesita un nuevo vestuario. Ella necesitará la guía de alguien que está familiarizada con las costumbres de la alta sociedad.

– ¡Madre!-Intervino Harriet. -Estoy segura de que la prima Victoria será más que capaz de elegir su propio guardarropa. Después de todo, ella trabajó durante varias semanas en casa de Madame de Lambert, la modista más exclusiva de Londres.

– ¡FUE!-Dijo Lady Brightbill a modo de respuesta. -No me lo recuerdes. Tendremos que hacer todo lo posible para ocultar ese episodio.

– Yo no me avergüenzo de mi trabajo-, dijo Victoria en voz baja. Y ella no lo estaba. Por supuesto, esto no significaba que no se asustara de los pares sociales de Robert.

– Y no debes-,dijo Lady Brightbill.-No hay nada malo con el arduo día de trabajo. Simplemente no es necesario hablar de ello.

– Yo no veo cómo sería posible evitarlo-, señaló Victoria a cabo. -He atendido a un gran número de damas en la tienda. A Madame siempre le gustó que estuviera en el frente por mi suave acento. Evidentemente alguien está obligado a reconocerme.

Lady Brightbill dejó escapar un largo suspiro de sufrimiento. -Sí, será inevitable. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo evitar un escándalo?

Robert, que se estaba sintiendo claramente algo dominado, volvió a su desayuno y se comió un bocado de Omelette. -Estoy seguro que estarás a la altura de las exigencias, la tía Brightbill.

Harriet se aclaró la garganta y dijo: -Seguramente todo el mundo va a entender cuando se enteren el pasado romántico que hay entre Robert y Victoria.-Suspiró-.Dos jóvenes enamorados, separados por un padre cruel, incluso la mejor de mis novelas francesas no se puede comparar.

– No tengo intención de arrastrar el nombre del marqués a través de la alcantarilla-, dijo Lady Brightbill.

– Es preferible su nombre que el de Victoria,- expuso en Robert cáusticamente. -Él tiene más culpa que nosotros en nuestra separación.

– Todos somos igualmente responsables,- dijo Victoria con firmeza. -Inclusive mi propio padre.

– No importa quién es el culpable-, la señora Bright afirmó. -Sólo estoy interesada en minimizar el daño lo más posible. Yo creo que Harriet tiene la perfecta solución.

Harriet estaba radiante.

– Sólo infórmenme donde tengo que estar y cuándo-, dijo Robert con una expresión de aburrimiento.

– Puedes estar seguro de que también te diré qué decir-, replicó Lady Brightbill. -En cuanto a los datos, creo que mañana por la noche, la fiesta Lindworthy se adapta a nuestro propósito.

– ¿Mañana?- Victoria murmuró, el estómago de repente se sintió tan oscilante que no conseguía que su voz sonara correctamente.

– Sí-replicó Lady Brightbill. -Todo el mundo estará allí. Por ejemplo, mí querido Basil.

Victoria parpadeó. -¿Quién es Basil?

– Mi hermano-respondió Harriet. -Él no está a menudo en Londres.

– Cuanta más familia, mejor-, dijo Lady Brightbill enérgicamente. -Sólo en caso de Victoria no fuera acogida favorable, tenemos que cerrar filas.

– Nadie se atreverá a ignorar a Victoria-gruñó Robert. -No, a menos que quieran vérselas conmigo.

Harriet quedó asombrado con ferocidad inusitada de su prima. -Victoria-, dijo, -Creo que realmente te quiere.

– Por supuesto que la quiero-, espetó Robert. -¿Crees que me habría tomado el trabajo de secuestrarla si no?

Victoria se sintió una tibieza en el pecho, algo que consideró sospechosamente parecido al amor.

– Y nadie quiere enojar a mi querido, querido, querido Basil, tampoco-, añadió Lady Brightbill.

Victoria se volvió hacia su marido con una sonrisa secreta y le susurró:-Me temo que Basil está más cerca de su corazón que tú, querido. Él tuvo tres “queridos”, mientras que tú sólo recibiste dos.

– Un hecho que agradezco al creador todos los días de mi vida-, murmuró Robert.

Los ojos de Lady Brightbill se entornaron con recelo. -No sé lo que ustedes están diciendo, pero juro que no me importa. A diferencia de algunos de los presentes, yo soy capaz de mantener mis pensamientos centrados en los objetivos que nos ocupa.

– ¿De qué estás hablando?-, Dijo Robert.

– Ir de compras. Victoria tendrá que venir conmigo esta mañana si deseamos tener un vestido apropiado para mañana por la noche. Madame es probable que tenga que ajustar un poco su tiempo, pero no hay nada que hacer al respecto.

– Tía Brightbill -Robert dijo, mirándola por encima de su taza de café,- usted debería preguntar si Victoria no tiene otro compromiso.

Victoria ahogó una sonrisa al ver la forma en que él estaba allí para ella, mostrándole otra manera lo mucho que la amaba. De sus besos apasionados a su constante apoyo y respeto, no podría haber declarado su amor de manera más clara, no siquiera si lo hubiera gritado. Lo que hizo, en realidad. El pensamiento la hizo sonreír.

– ¿Qué es tan gracioso?- Robert preguntó, mirándola con un poco de sospecha.

– Nada, nada -, dijo Victoria rápidamente, dándose cuenta en un instante que ella realmente amaba a este hombre. No estaba segura de cómo decírselo, pero ella sabía que era verdad. Todo lo que había sido de joven, estaba potenciado diez veces más como hombre, y no podía imaginar la vida sin él.

– ¿Victoria?- Robert insistió, irrumpiendo sus pensamientos.

– Oh, sí. -Ella se sonrojó de vergüenza por haber dejado su mente vagar. -Por supuesto que voy a ir de compras con Lady Brightbill. Yo siempre tengo tiempo para mi tía favorita.

Lady Brightbill sollozó una lágrima sentimental. -Oh, mi querida niña, soy yo la que se siente honrada que me llames tía Brightbill, así como mi querido, querido Robert lo hace.

Su querido, querido Robert en ese momento parecía como si hubiera tenido más que suficiente.

Victoria puso la mano encima de la señora mayor. -Soy yo la honrada.

– ¿Ves?- Chirrió Harriet. -Sabía que serías de la familia. ¿No lo dije yo?

Capítulo 22

Lady Brightbill resultó ser casi aterradoramente organizada, y Victoria se encontró arrastrada de tienda en tienda con la precisión de un maestro. Era fácil ver de donde había sacado Robert su capacidad de concebir un plan y luego ejecutarlo cerebralmente. La tía Brightbill era una mujer con una misión, y nada iba a ponerse en su camino.

Normalmente, ellas no habría sido capaz de comprar un vestido apropiado en tan corto plazo, pero esta vez la clase obrera de Victoria trabajó a su favor. El personal de Madame Lambert estaba encantado de volver a verla, y trabajaron contra reloj para asegurarse de que su vestido sería incomparable.

Victoria sufría los preparativos un poco distraída. Ahora que por fin había decidido que ella amaba verdaderamente a Robert, ella estaba completamente pérdida acerca de la manera de decírselo. Debía haber sido fácil, ella sabía que él la amaba, y estaría encantado sin importar cómo se lo dijera. Pero ella quería que fuera perfecto, y era difícil idear algo perfecto con cuatro costureras metiendo alfileres en su costado. Y fue aún más difícil con la tía proyectando y dando órdenes cual general del ejército.