– Es de gran importancia, señor.
Castleford dejó su pluma a un costado con un gesto de fastidio. Cuando Robert no comenzó a hablar inmediatamente, preguntó impaciente, -¿Y bien?
Robert sonrió, con la esperanza de mejorar el estado de ánimo de su padre. -He decidido casarme.
El marqués sufrió una transformación radical. El último vestigio de irritación desapareció de su expresión, sustituido por pura alegría. Él se puso en pie y abrazó cordialmente a su hijo. -¡Excelente! Excelente, mi muchacho. Usted sabe que es lo que he querido desde hace mucho.
– Lo sé.
– Usted es joven, por supuesto, pero sus responsabilidades son graves. Sería el final si el título se fuera de la familia. Si no produjeras un heredero…
Robert se negó a mencionar que si el título se fuera de la familia, su padre ya estaría muerto, así que no sabría de la tragedia. -Lo sé, señor.
Castleford se sentó en el borde de su escritorio y se cruzó de brazos genialmente.
– Entonces, dime. ¿Quién es? No, déjame adivinar. Es hija de Billington, el ángel rubio.
– Señor, yo…
– ¿No? Entonces debe ser lady Leonie. Eres un cachorro inteligente. -Él dio un codazo a su hijo.-Ella es la única hija del viejo duque. Va a atrapar en una porción bastante grande.
– No, señor -, dijo Robert, tratando de ignorar el resplandor en los ojos avaros de su padre.-Usted no la conoce.
La cara Castleford quedó en blanco por la sorpresa. -¿No? Entonces, ¿quién diablos es ella?
– La señorita Victoria Lyndon, señor.
Castleford parpadeó. -¿Por qué me resulta conocido el nombre?
– Su padre es el nuevo vicario de Bellfield.
El marqués no dijo nada. Entonces se echó a reír. Pasaron varios minutos antes que él pudiera exclamar, -¡Dios mío, hijo, me habías asustado por un momento! La hija de un vicariota has superado con esto.
– Estoy hablando en serio, Señor-, Robert de suelo.
– Un vicario… je, je… ¿Qué has dicho?
– He dicho que estoy hablando en serio. -Hizo una pausa. -Señor.
Castleford se quedó mirando a su hijo, buscando desesperadamente un tono de broma en su expresión. Cuando se encontró ninguno sencillamente gritó, -¿Estás loco?
Robert se cruzó de brazos. -Estoy completamente cuerdo.
– Yo lo prohíbo.
– Disculpe, señor, pero no veo cómo me lo puede prohibir. Soy mayor de edad. Y… -, añadió en el último momento, la esperanza de atraer más suave junto a su padre:- estoy enamorado.
– ¡Carajo, hijo! Te voy a desheredar.
Al parecer, su padre no tenía un lado más suave.
Robert alzó una ceja y prácticamente sintió que los ojos de azul claro a gris acero.
– Hágalo.-Dijo con indiferencia.
– ¿Hágalo?- Castleford farfulló. -¡Te cortaré hasta tus pantalones! ¡No te quedará ni un céntimo! Te dejaré sin…
– Lo que hará es quedarse sin heredero.- Robert sonrió con una férrea determinación que nunca había sabido que poseía. -¡Qué desgracia para usted que madre nunca fuera capaz de darle otro hijo! Ni siquiera una hija.
– ¡Tú! ¡Tú! -El marqués empezó a enrojecer de ira. Tomó unas cuantas respiraciones profundas y continuó de manera más tranquila. -Tal vez tú no ha reflexionado adecuadamente sobre lo inadecuada que esta muchacha resulta.
– Ella es perfectamente adecuadas, señor.
– Ella no lo es…- Castleford se contuvo al darse cuenta que estaba gritando de nuevo. -Ella no sabe cómo cumplir con los deberes de una mujer noble.
– Ella es muy brillante. Y no se puede encontrar ninguna falta en sus modales. Ha recibido una educación adecuada. Estoy seguro que será una condesa excelente. -La expresión de Robert se suavizó. -Su propia naturaleza traerá honor a nuestro nombre.
– ¿Ya le has preguntado a su padre?
– No. Pensé que le debía la cortesía de informarle de mis planes primero.
– Gracias a Dios-suspiró Castleford. -Aún tenemos tiempo.
Las manos de Robert se contrajeron en puños duros, pero se mordió la lengua para no contestar lo que pensaba.
– Prométeme que no va a pedir su mano todavía.
– Lo voy a hacer.
Castleford consideró la firme voluntad en los ojos de su hijo y se encontró con una mirada dura. -Escúchame bien, Robert-dijo en voz baja. -Ella no puede amarte.
– No veo cómo podría saber eso, señor.
– Maldita sea, hijo. ¡Lo único que quiere es tu dinero y el título!
Robert sintió la rabia brotar en su interior. No se parecía a nada de lo que había conocido.-Ella me ama-, masculló.
– Nunca sabrás si ella te ama.- El marqués cerró sus manos sobre el escritorio para dar énfasis a lo que decía. -Nunca.
– Ya lo sé ahora -, dijo Robert en voz baja.
– ¿Qué tiene esta chica? ¿Por qué ella? ¿Por qué no una de las docenas que se han reunido en Londres?
Robert se encogió de hombros con impotencia. -No lo sé. Ella saca lo mejor de mí, supongo. Con ella a mi lado, puedo hacer cualquier cosa.
– Buen Dios-, su padre se quebró. -¿Cómo fui capaz de criar a un hijo que borbotea tantas tonterías románticas?
– Puedo ver que esta conversación no tiene sentido-, dijo Robert tieso, dando un paso hacia la puerta.
El marqués suspiró. -Robert, no te vayas.
Robert se dio la vuelta, incapaz de mostrarle a su padre la falta de respeto al no acatar una orden directa.
– Robert, por favor, escúchame. Tú debe casarse dentro de tu propia clase. Esa es la única forma en que podrás estar seguro que no se ha casado contigo por tu dinero y posición.
– Ha sido mi experiencia que las mujeres de la alta sociedad sólo se interesan en casarse por dinero y posición.
– Sí, pero es diferente…
Robert pensó que se trataba de un argumento bastante débil, y así lo dijo.
Su padre se pasó la mano por el pelo. -¿Cómo puede esta chica saber lo que siente por ti?¿Cómo podía puedes estar seguro que no está deslumbrada por tu título, tu riqueza?
– Padre, no es así.- Robert se cruzó de brazos. -Y me casaré con ella.
– Ti vas a cometer el más grande…
– ¡Ni una palabra más! -Explotó Robert. Era la primera vez que levantaba la voz a su padre. Se volvió a salir de la habitación.
– ¡Dile que te he dejado sin un céntimo!- Gritó Castleford. -A ver si ella tendrá tanto interés entonces. A ver si ella te ama cuando no tengas nada.
Robert se volvió, con los ojos entrecerrados ominosamente. -¿Me estás diciendo que he sido desheredado?-Preguntó, su voz escalofriantemente suave.
– Estás peligrosamente cerca de eso.
– ¿Estoy o no?- Tono Robert exigió una respuesta.
– Puede muy bien estarlo. No te enfrentes conmigo.
– Eso no es una respuesta.
El marqués se inclinó hacia delante, con los ojos fijos en Robert. -Si tuviera que decirte que este matrimonio con ella es, casi sin duda alguna, una pérdida extensa de tu fortuna, no te estaría mintiendo.
Robert odiaba a su padre en ese momento. -Ya veo.
– ¿Y tú?
– Sí.- Y entonces, casi como una ocurrencia tardía, agregó, -Señor.- Fue la última vez que se dirigió a su padre con ese título de respeto.
Capítulo 3
Tap, tap, tap, tap. Victoria se despertó, y se sentó en menos de un segundo.
– Victoria- llegó el susurro entre dientes desde su ventana.
– ¿Robert?- Ella se arrastró fuera de la cama y se asomó.
– Necesito hablar contigo. Es urgente.
Victoria miró a su alrededor, rápidamente determinado que el hogar estaba profundamente dormido, y le dijo: -Muy bien. Pasa.