– Si crees que vas a recuperar tu trabajo, estás loco -dijo Helene.
– Es tuyo -contestó Jack-, si eso te hace feliz.
Helene le miró. Parecía tan inocente, allí, sentado, contemplando la vista de la calle Canal en una tarde de sábado…
– Nunca he salido con una chica que trabajara en una funeraria; será una nueva experiencia.
Un momento después, añadió:
– Es posible que mañana me vaya a Gulfport, a recoger un coche. Un tipo me ha ofrecido que me quede su Mercedes de sesenta mil dólares, recién comprado, todo el tiempo que quiera. Las llaves estarán en la oficina de la Standard Fruit.
– Aunque no lo tengas, fíngelo. Eso no va contigo, Jack.
– O podría vender el coche…
– Eso sí es de tu estilo.
– … y enviarle el dinero a Lucy a Nicaragua.
Helene le miró.
– ¿Lo dices en serio?
Jack no contestó. No estaba seguro de si lo decía en serio o no.
Elmore Leonard