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El doctor Henri cogiу su bolso de equipos mйdicos.

— El examen sуlo llevarб unos minutos — le asegurу a Cordelia -, luego podremos continuar.

No me lo diga a mi, sino a Bothari. Cordelia percibнa que el doctor se sentнa un poco acobardado ante el sargento. Se dirigнa a ella como si la considerase una especie de traductora capaz de poner sus palabras en tйrminos comprensibles para Bothari. Sin duda el sargento era una figura temible, pero ignorбndolo no lograrнa que desapareciese mбgicamente.

Bothari los condujo hasta una pequeсa casa ubicada en una calle estrecha que desembocaba en el lago. Una mujer robusta con cabellos grises abriу la puerta y sonriу.

— Buenos dнas, sargento. Pasen, todo estб preparado. Seсora. — Saludу a Cordelia con una desmaсada reverencia.

Cordelia le respondiу con un movimiento de cabeza y mirу alrededor con interйs.

— Buenos dнas, seсora Hysopi. Quй bonita se ve su casa hoy. — El lugar habнa sido cuidadosamente fregado y ordenado… como viuda de un militar, la seсora Hysopi estaba acostumbrada a las inspecciones. Cordelia supuso que en la casa de la nodriza contratada, el clima cotidiano debнa de ser un poco mбs relajado.

— Su niсita se ha comportado muy bien esta maсana — le asegurу la seсora Hysopi al sargento -. Se ha tomado todo el biberуn y ahora mismo acabo de baсarla. Por aquн, doctor. Espero que lo encuentre todo en orden…

La mujer los condujo por una estrecha escalera. Evidentemente, una de las alcobas era la de ella; la otra, con una gran ventana desde la cual se veнan los tejados y el lago, albergaba una cuna con una bebй de cabellos oscuros y grandes ojos cafй.

— Quй niсa tan mona. — La seсora Hysopi sonriу y la cogiу en sus brazos -. Di hola a tu papi, їeh Elena? Bonita, bonita.

Bothari permaneciу en la puerta, observando a la criatura con cautela.

— La cabeza le ha crecido mucho — observу despuйs de un momento.

— Es lo normal, entre los tres y los cuatro meses — observу la seсora Hysopi.

El doctor Henri extrajo sus instrumentos, los depositу en la cuna, y la seсora Hysopi comenzу a desnudar a la pequeсa. Los dos iniciaron una discusiуn tйcnica acerca de alimentaciуn y materia fecal, y Bothari recorriу la pequeсa habitaciуn, mirando sin tocar. Se veнa terriblemente grande y fuera de lugar entre los pequeсos muebles infantiles. Parecнa siniestro y peligroso en su uniforme color cafй y plata. Su cabeza rozу el techo inclinado, y el sargento regresу a la puerta.

Asomada con curiosidad sobre los hombros de Henri e Hysopi, Cordelia observу cуmo la niсita se movнa y trataba de rodar. Bebйs. Muy pronto tendrнa uno propio. Como respuesta a sus pensamientos, sintiу, un temblor en el vientre. Afortunadamente, Piotr Miles no era aъn lo bastante fuerte para salirse de una bolsa de papel, pero si su desarrollo continuaba a este ritmo, en los ъltimos meses le aguardarнan largas noches de insomnio. Cordelia lamentу no haber tomado el curso de entrenamiento para padres allб en Colonia Beta, aunque aъn no hubiese estado lista para solicitar una licencia. Sin embargo los padres en Barrayar parecнan arreglбrselas para improvisar. La seсora Hysopi habнa aprendido sobre la marcha, y ya tenнa tres hijos mayores.

— Es sorprendente — dijo el doctor Henri, sacudiendo la cabeza mientras tomaba notas -. De momento, su desarrollo es absolutamente normal. Nada parece indicar que proviene de una rйplica uterina.

— Yo provengo de una rйplica uterina — observу Cordelia, divertida. Henri la mirу de arriba abajo, como si de pronto hubiese esperado descubrir una antena surgiendo de su cabeza -. Las experiencias betanesas sugieren que no importa tanto el modo en que uno llega aquн, sino quй se hace despuйs de llegar.

— Claro. — El doctor frunciу el ceсo con expresiуn pensativa -. їY se encuentra libre de defectos genйticos?

— Completamente — asintiу Cordelia. — Nosotros necesitamos esta tecnologнa. — El mйdico suspirу y comenzу a guardar el instrumental -. La niсa se encuentra bien, puede vestirla — dijo a la seсora Hysopi.

Al fin Bothari se asomу sobre la cuna y mirу a la pequena con el ceсo fruncido. Sуlo la tocу una vez, posando un dedo sobre su mejilla, y luego se frotу el нndice con el pulgar como si probara sus funciones nerviosas. La seсora Hysopi lo estudiу de soslayo, pero no dijo nada.

Mientras Bothari arreglaba las cuentas del mes con la seсora Hysopi, Cordelia y el doctor Henri fueron paseando hasta el lago, seguidos por Droushnakovi.

— Cuando esas diecisiete rйplicas uterinas llegaron al hospital, enviadas desde la zona de guerra en Escobar, quedй francamente consternado — dijo Henri -. їPara quй salvar a esos fetos desconocidos, y a un precio semejante? їPor quй dejarlos en mi departamento? Desde entonces he cambiado totalmente de opiniуn. Incluso he pensado en una forma de aplicar la tecnologнa en pacientes con quemaduras graves. Ahora me encuentro trabajando en ello, ya que hace una semana el proyecto fue aprobado. — Con ojos ansiosos le explicу su teorнa, la cual era muy interesante hasta donde Cordelia alcanzaba a comprender.

— Mi madre es ingeniero en equipos mйdicos y mantenimiento en el Hospital Silica — le explicу a Henri cuando йl se detuvo para respirar -. Trabaja en esta clase de aplicaciones. — Henri redoblу su exposiciуn tйcnica.

Cordelia saludу a dos mujeres en la calle y las presentу amablemente al doctor Henri.

— Son esposas de dos Hombres de Armas del conde Piotr — le explicу cuando siguieron su camino.

— Me extraсa que no hayan preferido vivir en la capital.

— Algunos lo hacen, y otros permanecen aquн. Resulta mucho mбs barato vivir en un pueblo, y la paga de estos sujetos no es tan alta como habнa imaginado. Ademбs, algunos de ellos desconfнan de la vida en la ciudad, y consideran que aquн las cosas son mбs puras. — Esbozу una sonrisa -. Hay uno de ellos que tiene una esposa en cada pueblo. Ninguno de sus compaсeros lo ha delatado aъn. Son muy leales entre ellos.

Henri alzу las cejas.

— Quй vida alegre debe llevar.

— No lo crea. Siempre anda escaso de dinero y parece preocupado. Pero no logra decidir a quй estilo de vida renunciar. Al parecer, le gustan los dos.

Cuando llegaron a los muelles y el doctor Henri se apartу para hablar con un anciano que alquilaba botes, Droushnakovi se acercу a Cordelia con expresiуn confusa.

— Seсora. — dijo en voz baja — їcуmo es posible que el sargento Bothari tenga una hija? Йl no estб casado, їverdad?

— їQuй te parece? їQue se la trajo la cigьeсa? — preguntу Cordelia con expresiуn risueсa.

— No.

A juzgar por su expresiуn, no aprobaba esta falta de seriedad. Cordelia exhalу un suspiro. їCуmo podнa explicбrselo?

— Aunque es bastante parecido. Su rйplica uterina fue enviada desde Escobar despuйs de la guerra. El bebй terminу su gestaciуn en un laboratorio del Hospital Militar, bajo la supervisiуn del doctor Henri.

— їRealmente es de Bothari?

— Oh, sн. Estб certificado genйticamente. Asн fue como identificaron… — Cordelia se detuvo. Debнa tener cuidado.

— їPero, quй es eso de las diecisiete rйplicas uterinas? їY cуmo fue que la bebй entrу en una de ellas? їFue… fue un experimento?

— Transferencia placentaria. Se trata de una operaciуn delicada, incluso para los niveles galбcticos, pero no es experimental. Mira. — Cordelia se detuvo, pensando a toda velocidad -. Te dirй la verdad. — Aunque no toda la verdad -. La pequeсa Elena es hija de Bothari y una joven de Escobar llamada Elena Visconti. Bothari la querнa mucho. Pero despuйs de la guerra, ella no quiso acompaсarlo a Barrayar. La niсa fue concebida, eh… al estilo barrayarйs. Cuando se separaron fue transferida a la rйplica uterina. Existieron varios casos similares. Todas las rйplicas fueron enviadas al Hospital Militar Imperial, donde estaban interesados en aprender mбs acerca de esta tecnologнa. Bothari permaneciу en… terapia mйdica durante bastante tiempo despuйs de la guerra. Cuando saliу, se hizo cargo de la custodia de la niсa.

— їLos otros tambiйn se llevaron a sus bebйs?

— La mayorнa de los padres estaban muertos para ese entonces. Los niсos acabaron en el orfanato del Servicio Imperial. — Listo. Ya le habнa dado la versiуn oficial.

— Oh. — Drou se mirу los pies con el ceсo fruncido -. Eso no… me resulta difнcil imaginar a Bothari… A decir verdad — le confesу con candor -, creo que a Bothari ni siquiera le entregarнa un gatito en custodia. їNo le parece un poco raro?

— Aral y yo lo tenemos vigilado. Creo que, por el momento, Bothari se encuentra bastante bien. Encontrу a la seсora Hysopi por su cuenta, y se ocupa de que tenga todo lo que necesite. їЙl… te ha molestado?

Droushnakovi la mirу sorprendida.

— Es tan grande. Y feo. Y algunos dнas.,, anda murmurando solo. Ademбs, se pasa dнas enteros en cama, enfermo, pero no tiene fiebre ni nada de eso. El jefe de guardia del conde Piotr dice que finge estar enfermo.