El teniente Koudelka regresу para encargarse de algunas tareas al mes siguiente. Su actitud general era bastante animada, pero a su manera йl era tan introvertido como Bothari. Interrogar a este ъltimo habнa sido como preguntar a una pared. Interrogar a Koudelka era como hablar con un arroyo; uno obtenнa un torrente de palabras, de bromas o de anйcdotas que inexorablemente apartaban la conversaciуn del tema en cuestiуn. Cordelia respondiу a su actitud risueсa con automбtica cordialidad, aceptando su evidente deseo de tomar a la ligera lo ocurrido, aunque interiormente desconfiaba en gran medida de que fuese asн.
Cordelia misma no se sentнa muy animada. Su imaginaciуn volvнa una y otra vez al intento de asesinato ocurrido seis semanas atrбs. No lograba olvidar el hecho de que Vorkosigan habнa estado a punto de ser apartado de ella. Sуlo se sentнa completamente tranquila cuando lo tenнa a su lado, pero ahora йl debнa ausentarse cada vez con mбs frecuencia. Algo se estaba tramando en el cuartel general imperial; йl ya habнa asistido a cuatro sesiones nocturnas y habнa realizado un viaje sin ella, un vuelo de inspecciуn militar del cual no le habнa ofrecido detalles. Entraba y salнa a las horas mбs intempestivas. Los rumores militares y polнticos con los cuales solнa entretenerla durante las comidas se habнan acabado; ahora se mostraba silencioso y poco comunicativo, aunque no por ello parecнa necesitar menos de su presencia.
їQuй serнa de ella sin Vorkosigan? Una viuda embarazada, sin familia ni amigos, gestando un niсo que ya era objeto de las paranoias dinбsticas, heredero de un legado de violencia. їPodrнa escapar del planeta? їY adonde irнa en ese caso? їColonia Beta le permitirнa regresar alguna vez?
Cordelia llegу a perder interйs en las lluvias otoсales y en los parques donde el verde aъn persistнa. ЎOh, cuбnto hubiese dado por aspirar el aire seco del desierto, el familiar dejo del бlcali, las infinitas distancias planas! їSu hijo llegarнa a saber lo que era un verdadero desierto? En ocasiones, los edificios y la vegetaciуn de Barrayar parecнan alzarse sobre ella como inmensos muros. Y en sus peores dнas, esos muros parecнan derrumbarse sobre ella.
Una tarde de lluvia, Cordelia estaba refugiada en la biblioteca, acurrucada en un sofб de respaldo alto, leyendo por tercera vez la misma pбgina de un viejo volumen que habнa encontrado en los estantes del conde. El libro era una reliquia de la Era del Aislamiento. Estaba escrito en una variante del alfabeto cirнlico, con sus cuarenta y seis caracteres utilizados en todas las lenguas de Barrayar. Su cerebro parecнa particularmente lento e indiferente ese dнa. Cordelia apagу la luz y descansу la vista unos minutos. Aliviada, observу al teniente Koudelka entrar en la biblioteca y sentarse, con gran dificultad, ante la consola.
No debo interrumpirlo; al menos йl tiene un verdadero trabajo que cumplir, pensу sin regresar aъn a la lectura, pero confortada por su compaснa.
Йl sуlo trabajу unos momentos, y luego apagу la mбquina con un suspiro. Su mirada ausente se posу sobre el hogar que ocupaba el centro de la habitaciуn, pero no se percatу de su presencia.
Asн que no soy la ъnica que tiene problemas en concentrarse. Tal vez se deba a este extraсo clima gris. Parece ejercer un efecto deprimente sobre las personas…
Koudelka cogiу su bastуn y deslizу una mano sobre la funda. Entonces lo sostuvo con firmeza y lo abriу en forma lenta y silenciosa. Observу la hoja brillante que casi parecнa poseer una luz propia en la penumbra de la habitaciуn, y la girу un poco como si meditara sobre su diseсo o su buena factura. Entonces, colocando la punta contra su hombro, y envolviendo la hoja en un paсuelo para poder sujetarla, presionу muy suavemente el costado de su cuello sobre la arteria carуtida. La expresiуn de su rostro era distante y pensativa, y sus manos sujetaban la hoja con la delicadeza de un amante. De pronto cerrу los dedos con fuerza.
La pequeсa exclamaciуn de Cordelia, el inicio de un sollozo, lo arrancу de sus meditaciones. Koudelka alzу la vista y la vio por primera vez; apretу los labios y se ruborizу. Rбpidamente bajу la espada, que dejу una lнnea blanca sobre su cuello, como parte de un collar, con unas cuantas gotas color rubн que brotaban de ella.
— No… no la habнa visto, seсora — dijo con voz ronca -. Yo… no me haga caso. Sуlo jugaba.
Se miraron uno al otro en silencio. Las palabras brotaron de los labios de Cordelia sin que ella pudiera contenerlas.
— ЎOdio este lugar! Ahora siempre tengo miedo.
Cordelia ocultу el rostro en el respaldo del sofб y para su propio horror, comenzу a llorar.
ЎBasta! ЎKou es el ъltimo que debe verte asн! Йl ya tiene bastantes problemas sin que tъ aсadas los que tienes en tu imaginaciуn. Pero no podнa contenerse.
Koudelka se levantу y cojeу hasta el sillуn con expresiуn preocupada. Se sentу a su lado.
— Eh… — comenzу -. No llore, seсora. Sуlo era un juego, de verdad. — Torpemente, le palmeу el hombro.
— Tonterнas — murmurу ella -. Casi me mata del susto.
Siguiendo un impulso, su rostro baсado en lбgrimas abandonу el tapizado suave del sofб para posarse sobre el hombro uniformado de verde. Esto logrу conmoverlo y arrancarle un poco de franqueza.
— Usted no puede imaginar lo que se siente — susurrу con ardor -. La gente me compadece, їlo sabнa? Hasta йl me compadece. — Se refiriу a Vorkosigan con un movimiento de cabeza que no indicaba ninguna direcciуn en particular -. Es cien veces peor que el desprecio. Y asн serб para siempre.
Cordelia sacudiу la cabeza sin nada que responder ante aquella innegable verdad.
— Yo tambiйn odio este lugar — continuу йl -. Casi tanto como йl me odia a mн. Mбs, algunos dнas. Asн que, como verб, no se encuentra sola.
— Hay mucha gente que quiere matar a Aral — susurrу Cordelia, despreciбndose por mostrarse tan dйbil -. Unos desconocidos… y al final alguno lograrб su cometido. No puedo apartarlo de mis pensamientos. — їSerнa con una bomba? їCon algъn veneno? їUn arco de plasma quemarнa el rostro de Aral y ni siquiera tendrнa sus labios para ofrecerles un beso de despedida?
Koudelka abandonу su propio dolor para concentrarse en el de ella, y sus cejas se unieron con expresiуn interrogante.
— Oh, Kou — continuу ella mientras le acariciaba la manga -. No importa lo mucho que sufras, no lo hieras a йl. Aral te quiere… eres como su hijo, la clase de hijo que siempre ha querido. Eso — aсadiу seсalando la espada que brillaba sobre el sillуn — le destrozarнa el corazуn. Este lugar lo llena de locura dнa tras dнa, y a cambio le pide que entregue justicia. Le resultarб imposible hacerlo si no tiene el corazуn entero. De lo contrario comenzarб a devolverles locura, como hicieron todos sus predecesores. Ademбs — agregу sin ninguna lуgica -, Ўeste clima es tan hъmedo! ЎNo serб culpa mнa si el niсo nace con branquias!
Kou la abrazу con afecto.
— їTiene… tiene miedo del parto? — preguntу con una inesperada capacidad de percepciуn.
Cordelia se paralizу al verse enfrentada con sus temores reprimidos.
— No confнo en los mйdicos de aquн — admitiу con voz temblorosa.
Йl sonriу con profunda ironнa.
— No se lo reprocho.
Cordelia se echу a reнr y tambiйn lo abrazу, para luego alzar una mano y secarle las gotitas de sangre que se deslizaban por su cuello.
— Cuando uno quiere a alguien es como si lo cubriese con su propia piel. Se siente cada dolor. Y yo lo quiero mucho, Kou. Quisiera que me dejara ayudarlo.
— їTerapia Cordelia? — La voz de Vorkosigan sonу frнa y cortante como un granizo repentino. Ella alzу la vista sorprendida y lo vio de pie frente a ellos, con el rostro tan frнo como su voz -. Por lo que sй, tienes bastante experiencia betanesa en estas cuestiones, pero te ruego que dejes la tarea para alguna otra persona.
Koudelka enrojeciу y se apartу de ella.
— Seсor… — comenzу, pero se detuvo tan perplejo como Cordelia por la ira helada en los ojos de Vorkosigan. Йste lo mirу un momento, y ambos guardaron silencio.
Cordelia inspirу profundamente decidida a replicar, pero sуlo emitiу una pequeсa exclamaciуn cuando йl le volviу la espalda y se marchу.
Koudelka, todavнa ruborizado, se replegу en sн mismo, se apoyу en su espada y se levantу respirando con agitaciуn.
— Le ruego que me disculpe, seсora. — Las palabras no parecнan tener ningъn sentido.
— Kou — dijo Cordelia -, usted sabe que йl no quiso decir algo tan desagradable. Ha hablado sin pensar. Estoy segura de que no… que no…
— Sн, lo comprendo — replicу Koudelka con una mirada dura -. Todo el mundo sabe que no constituyo ninguna amenaza para el matrimonio de un hombre. Pero si me disculpa, seсora, tengo trabajo que hacer. O algo asн.
— ЎOh! — Cordelia no sabнa si estaba mбs furiosa con Vorkosigan, con Koudelka o consigo misma. Se puso en pie y abandonу la habitaciуn, diciendo -: ЎAl diablo con todos los barrayareses!