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Droushnakovi apareciу en su camino con un tнmido:

— їSeсora?

— Y tъ, niсa… inъtil — exclamу Cordelia, dejando escapar su ira en todas direcciones -. їPor quй no te ocupas de tus propios asuntos? Vosotras las barrayaresas parecйis esperar que os sirvan la vida en una bandeja. ЎNo funciona de ese modo!

La joven retrocediу un paso, perpleja. Cordelia contuvo su indignaciуn y preguntу con mбs calma: — їEn quй direcciуn se fue Aral? — Pues… creo que arriba, seсora. Algo de su antiguo sentido del humor llegу en su rescate.

— їSubнa los peldaсos de dos en dos, quizб? — Eh… en realidad, de tres en tres — respondiу Drou, amedrentada.

— Supongo que serб mejor que vaya a hablar con йl — dijo Cordelia mientras se pasaba las manos por el cabello y se preguntaba si arrancбndoselo lograrнa algъn beneficio prбctico -. Hijo de puta. — Ni ella misma supo si la frase habнa sido expletiva o descriptiva. Y pensar que yo nunca decнa, estas cosas.

Cordelia fue tras йl. A medida que subнa la escalera, su furia iba desvaneciйndose junto con sus energнas.

Esto de estar embarazada sin duda te ha vuelto mбs lenta. Pasу junto a un guardia en el corredor.

— їLord Vorkosigan ha pasado por aquн? — le preguntу.

— Entrу en sus habitaciones, seсora — respondiу йl, y la mirу con curiosidad mientras ella seguнa su camino.

Fantбstico. Disfrъtalo, pensу con ironнa. La primera pelea verdadera entre los reciйn casados tendrб bastante audiencia. Estas viejas paredes no estбn insonorizadas. Me pregunto si lograrй mantener la voz baja. Con Aral no hay problema; cuando se enfada comienza a susurrar.

Cordelia entrу en la alcoba y lo encontrу sentado en el borde de la cama, quitбndose la chaqueta y las botas con movimientos violentos. Vorkosigan alzу la vista, y durante unos momentos se limitaron a mirarse, enfurecidos. Terminemos con esto, pensу Cordelia, y decidiу abrir el juego.

— Esa observaciуn que hiciste frente a Kou estuvo totalmente fuera de lugar.

— їQuй? Al entrar me encuentro a mi esposa… acariciбndose con uno de mis oficiales, їy esperas que inicie una amable conversaciуn sobre el tiempo? — replicу йl.

— Tъ sabes que no era nada de eso.

— Bien. Supongamos que no hubiera sido yo. Supongamos que hubiera sido uno de los guardias, o mi padre. їCуmo se lo habrнas explicado entonces? Tъ sabes lo que piensan de los betaneses. Los rumores comenzarнan a correr. Todos harнan bromas a mis espaldas. Cada uno de mis enemigos polнticos estб esperando encontrar un punto dйbil para caer sobre mн. Les encantarнa algo como esto.

— їCуmo diablos hemos acabado hablando de tu condenada polнtica? Se trata de nuestro amigo. Dudo que hubieses podido encontrar una frase mбs hiriente. ЎFue algo muy sucio, Aral! їQuй te estб pasando?

— No lo sй. — Mбs tranquilo, Vorkosigan se frotу el rostro con fatiga -. Es este maldito trabajo, supongo. No querнa descargarme contigo.

Cordelia sospechу que no lograrнa arrancarle nada mбs parecido a una admisiуn de que se habнa equivocado, y lo aceptу con un pequeсo movimiento de cabeza dejando evaporar su propia ira. Entonces recordу por quй se habнa sentido tan bien con ella, ya que el vacнo que dejaba volvнa a llenarse de temores.

— Sн, bueno… їquй te parecerнa tener que echar su puerta abajo una de estas maсanas?

Vorkosigan se paralizу y la mirу con el ceсo fruncido.

— їTienes… tienes alguna razуn para creer que estб pensando en suicidarse? A mн me pareciу que estaba bastante bien.

— A ti… por supuesto. — Cordelia dejу que las palabras pendiesen en el aire unos momentos, para darles йnfasis -. Creo que estб asн de cerca. — Alzу el pulgar y el нndice a un milнmetro de distancia. El dedo todavнa tenнa una mancha de sangre, y sus ojos se posaron sobre ella con desdichada fascinaciуn -. Estaba jugando con ese maldito bastуn. Lamento habйrselo regalado. Creo que no soportarнa que lo usara para cortarse el cuello. Eso… pareciу ser lo que tenнa en mente.

— Oh. — De alguna manera, sin su reluciente chaqueta militar, sin su ira, Vorkosigan parecнa mбs pequeсo. Le tendiу una mano y ella la cogiу para sentarse a su lado.

— Por lo tanto, si se te ha ocurrido la idea de interpretar al rey Arturo frente a Lancelot y Ginebra, olvнdalo.

Йl emitiу una risita.

— Me temo que mis visiones fueron un poco mбs cercanas, y considerablemente mбs sуrdidas. Sуlo se trataba de una vieja pesadilla.

— Sн… supongo que todavнa debe doler. — Se preguntу si el fantasma de su primera esposa se le aparecнa alguna vez, con la respiraciуn helada en su oreja, asн como el fantasma de Vorrutyer solнa aparecйrsele a ella. El aspecto de Aral era bastante cadavйrico -. Pero yo soy Cordelia, їlo recuerdas? No soy… ninguna otra.

Йl apoyу la frente contra la suya.

— Perdуname, querida capitana. Sуlo soy un viejo feo y asustado, y cada dнa me vuelvo mбs viejo, mбs feo y mбs asustado.

— їTъ tambiйn? — Cordelia descansу en sus brazos -. Aunque no estoy de acuerdo con que seas viejo y feo.

— Gracias.

Cordelia se sintiу alentada al ver que lo habнa animado un poco.

— Es el trabajo, їverdad? їNo puedes hablarme de ello?

Aral apretу los labios.

— Entre nosotros, aunque conociendo tu discreciуn no sй por quй me molesto en aclararlo, parece que podrнamos tener otra guerra entre manos antes de que finalice este aсo. Y todavнa no estamos preparados para ello, despuйs de Escobar.

— ЎQuй! Pensй que el bando beligerante estaba casi paralizado.

— El nuestro, sн. Pero el de los cetagandaneses todavнa estб en pleno funcionamiento. Segъn los informes de Inteligencia, planeaban utilizar el caos polнtico que sobrevendrнa a la muerte de Ezar para encubrir un avance sobre esos disputados conductos de enlace con los agujeros de gusano. En lugar de ello, me tienen a mн, y… bueno, no puedo decir que haya estabilidad, pero existe una especie de equilibrio dinбmico. En cualquier caso, no es la clase de desorganizaciуn con que ellos contaban. De ahн ese pequeсo incidente con la granada sуnica. Negri e Illyan ya estбn un setenta por ciento seguros de que fue obra cetagandanesa.

— їLo… lo volverбn a intentar?

— Casi seguro. Pero conmigo o sin mн, en el Estado Mayor existe el consenso de que intentarбn usar la fuerza antes de fin de aсo. Y si nos mostramos dйbiles, seguirбn avanzando hasta que alguien los detenga.

— Ahora entiendo por quй estabas tan… ausente.

— їЙsa es la forma amable en que quieres decirlo? Pero no. Ya hace un tiempo que sй lo de los cetagandaneses. Hoy se ha presentado otra cosa, despuйs de la sesiуn del Consejo. Una audiencia privada. El conde Vorhalas ha venido a verme para pedirme un favor.

— їY no te complace concederle un favor al hermano de Rulf Vorhalas?

Йl sacudiу la cabeza tristemente. — El hijo menor del conde, que es un joven de dieciocho aсos atolondrado e idiota y debнa haber sido enviado a la escuela militar… aunque tъ lo conociste en la confirmaciуn del Consejo, me parece recordar… — їLord Cari?

— Sн. Anoche estuvo en una fiesta, se embriagу y participу de una pelea.

— Es una tradiciуn universal. Esas cosas suceden incluso en Colonia Beta.

— Ya. Pero salieron a arreglar sus diferencias armados con un par de viejas espadas que decoraban las paredes y con dos cuchillos de cocina. Tйcnicamente, al emplear las espadas, lo convirtieron en un duelo. — Oh. їAlguien resultу herido? — Por desgracia, sн. Mбs o menos por accidente, en una caнda, el hijo del conde logrу atravesar el estуmago de su amigo con la espada y le seccionу la aorta abdominal. El muchacho se desangrу y muriу casi al instante. Para cuando los espectadores reaccionaron y llamaron a un equipo mйdico, ya era demasiado tarde.

— Dios mнo.

— Fue un duelo, Cordelia. Comenzу como una parodia, pero acabу como un verdadero duelo. Y deben aplicarse los castigos por duelo. — Se levantу y atravesу la habitaciуn, deteniйndose junto a la ventana para observar la lluvia — Su padre vino a pedirme que le consiguiese un perdуn imperial. O, si no era posible, que tratara de hacer que los cargos fuesen cambiados a asesinato simple. En ese caso, el muchacho podrнa aducir defensa propia y acabar con una mera sentencia en prisiуn.

— Eso me parece… bastante justo, supongo.

— Sн. — Йl volviу a caminar -. Un favor por un amigo. O el primer resquicio por donde esa maldita costumbre regresarб a nuestra sociedad. їQuй ocurrirб cuando se me presente el prуximo caso, y el siguiente, y el siguiente? їDуnde comenzarй a trazar la lнnea? їY si en el prуximo caso estб implicado alguno de mis enemigos polнticos, no un miembro de mi propio partido? їTodas las muertes que costу erradicar esta costumbre habrбn sido en vano? Yo recuerdo los duelos, y cуmo eran las cosas entonces. Y lo peor de todo: si permites que las amistades pesen en el gobierno, pronto tendrбs camarillas. Puedes decir lo que quieras de Ezar Vorbarra, pero en treinta aсos de labor implacable transformу el gobierno de un club para los Vor en un lugar donde impera la ley, donde la ley es la misma para todos, aunque todavнa no sea perfecto.