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Una de las criadas del conde Piotr llegу, desgreсada y asustada, para ayudar a Cordelia y al guardia aterrorizado que los habнa estado asistiendo. Otro guardia se acercу para informarles:

— Nos hemos puesto en contacto con la Residencia Imperial, seсor. Ya estбn en camino.

La garganta, los bronquios y los pulmones de Cordelia comenzaban a llenarse de flemas. Ella tosiу y escupiу.

— їAlguien ha visto a Drou?

— Creo que saliу tras los asesinos, seсora.

— No es su trabajo. Cuando suena la alarma, se supone que debe correr en busca de Cordelia — gruсу Vorkosigan, y comenzу a toser otra vez.

— En el momento del ataque ella estaba abajo, con el teniente Koudelka. Ambos salieron por la puerta trasera.

— Mierda — murmurу Vorkosigan -, tampoco es trabajo de йl. — Sus esfuerzos para hablar le causaron otro ataque de tos -. їHan atrapado a alguien?

— Creo que sн, seсor. Hubo una especie de alboroto en el fondo del jardнn, junto al muro.

Permanecieron bajo el agua varios minutos mбs, hasta que el guardia volviу a entrar.

— El mйdico de la Residencia Imperial estб aquн, seсor.

La doncella envolviу a Cordelia en una bata y Vorkosigan se cubriу con una toalla, gruсendo al guardia:

— Ve a buscarme algo de ropa, muchacho. — Su voz era muy ronca.

En la alcoba de huйspedes, un hombre de mediana edad con el cabello despeinado, vestido con un pantalуn, una chaqueta de pijama y zapatillas, estaba desembalando sus equipos mйdicos. Extrajo una caja presurizada y le ajustу una mбscara para respirar, mirando el abdomen abultado de Cordelia y luego a Vorkosigan. — Seсor, їestб seguro de haber identificado bien el veneno?

— Por desgracia, sн. Era soltoxina. El doctor inclinу la cabeza. — Lo siento, seсora.

— їEsto perjudicarб a mi…? — Se ahogу con la mucosidad.

— Cбllese y atiйndala — gruсу Vorkosigan. El mйdico le colocу la mбscara sobre la nariz y la boca.

— Respire profundamente. Inspire, espire. Siga espirando. Ahora inspire. Contйngalo…

El gas antнdoto tenнa un sabor mбs fresco, pero era casi tan nauseabundo como el veneno. Cordelia sintiу que se le revolvнa el estуmago, pero no tenнa nada que vomitar. Observу a Vorkosigan por encima de la mбscara. Йl la miraba y trataba de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora, pero su rostro parecнa cada vez mбs gris y extenuado. Cordelia estaba segura de que йl habнa estado expuesto a una dosis mayor que ella, y se quitу la mбscara para decir:

— їNo es tu turno?

El mйdico se la volviу a colocar.

— Una vez mбs, seсora, para estar seguros — le dijo. Ella inhalу profundamente, y el hombre le retirу la mбscara para colocбrsela a Vorkosigan, quien no pareciу necesitar instrucciones sobre el modo de emplearla.

— їCuбnto tiempo ha pasado desde la exposiciуn? — preguntу el mйdico con ansiedad.

— No estoy segura. їAlguien vio la hora? Usted, eh… — Habнa olvidado el nombre del joven guardia.

— Creo que unos quince o veinte minutos, seсora.

El doctor se relajу visiblemente. — Entonces, todo debe estar bien. Ambos permanecerбn en el hospital durante unos dнas. Harй los arreglos para que envнen un transporte mйdico. їAlguien mбs estuvo expuesto? — preguntу al guardia.

— Espere, doctor. — Йl habнa guardado sus instrumentos y se estaba dirigiendo hacia la puerta -. їQuй… quй efectos causarб la soltoxina sobre mi bebй? Йl no la mirу a los ojos.

— No puedo saberlo. Nadie ha sobrevivido a ello sin recibir tratamiento inmediato con el antнdoto.

Cordelia sintiу que el corazуn le golpeaba en el pecho. — Pero si he recibido el tratamiento… — No le gustaba la expresiуn compasiva de su rostro, y se volviу hacia Vorkosigan -. їQuй puede…? — Se detuvo paralizada ante su expresiуn de dolor y de ira. Era el rostro de un desconocido con la mirada de un amante, y sus ojos finalmente buscaron los de ella.

— Dнgaselo — le susurrу al mйdico -. Yo no puedo.

— їEs necesario que la perturbemos…?

— Ahora. Terminemos con esto.

— El problema es el antнdoto, seсora — informу el mйdico de mala gana -. Es un violento teratуgeno. Detiene el desarrollo normal de los huesos en el feto. Los huesos de usted son adultos, y, por lo tanto, no se verб afectada. Tal vez comience a sufrir cierta tendencia a la artritis, pero en ese caso podremos tratarla… — Se detuvo al ver que ella cerraba los ojos, dejбndolo fuera -. Debo ir en busca de ese guardia — aсadiу.

— Vaya — le respondiу Vorkosigan. El hombre dejу paso al guardia que traнa las ropas del regente, y se marchу.

Ella abriу los ojos, y los dos se miraron. — Esa expresiуn en tu rostro… — susurrу йl -. No es… Llora. ЎGrita! ЎHaz algo! — gritу con voz ronca -. ЎAl menos уdiame!

— Aъn no puedo sentir nada — murmurу Cordelia -. Maсana tal vez. — Sentнa una llamarada en la respiraciуn.

Murmurando una maldiciуn, Vorkosigan se vistiу con su uniforme verde.

— Puedo hacer una cosa.

Era el rostro del desconocido, tomando posesiуn otra vez. Las palabras resonaron en la memoria de Cordelia. Si la Muerte vistiera un uniforme verde, se verнa exactamente como йl.

— їAdonde vas?

— A ver quй ha atrapado Koudelka. — Cordelia lo siguiу -. Quйdate aquн — le ordenу.

— No.

Vorkosigan le dirigiу una mirada iracunda, pero ella ignorу su expresiуn.

— Irй contigo.

— Entonces, ven. — Dio media vuelta y se dirigiу a la escalera con la espalda muy erguida.

— No matarбs a nadie delante de mн — dijo ella furiosamente, bajando la voz.

— їEso crees? — replicу йl -. їEso crees? — Murmurу de nuevo. Sus pies descalzos pisaban con fuerza los peldaсos de piedra.

El gran vestнbulo de entrada era un caos, lleno de sus guardias, los hombres del conde y varios mйdicos. Un hombre con el uniforme negro de los guardias nocturnos estaba tendido en el suelo, asistido por un doctor. Ambos estaban empapados por la lluvia y sucios de barro, rodeados por un charco de agua ensangrentada.

El comandante Illyan, con el cabello mojado por la lluvia, acababa de entrar por la puerta principal junto a un ayudante.

— Avнsenme en cuanto lleguen los tйcnicos con el detector — decнa -. Mientras tanto, que nadie se acerque a ese muro ni al callejуn.

»ЎSeсor! — exclamу al ver a Vorkosigan -. ЎGracias a Dios que se encuentra bien!

Vorkosigan emitiу un gruсido y no dijo nada. Rodeado por varios hombres, el prisionero tenнa el rostro contra la pared, con una mano sobre la cabeza y la otra en una postura extraсa, junto al cuerpo. Droushnakovi se hallaba junto a йl, sujetando una ballesta metбlica de brillo perverso. Evidentemente, el arma habнa sido utilizada para lanzar la granada de gas a travйs de la ventana. Drou tenнa una marca amoratada en el rostro y le sangraba la nariz. Su bata de noche tenнa varias manchas. Koudelka tambiйn se encontraba allн, apoyado sobre su espada, arrastrando una pierna. Llevaba puesto un uniforme hъmedo y fangoso, con unas zapatillas, y en su rostro habнa una expresiуn amarga.

— Lo hubiera atrapado — estaba diciendo -, si no hubieras aparecido gritando…

— ЎOh, vamos! — replicу Droushnakovi -. Bueno, discъlpame, pero yo no lo veo de ese modo. Mбs bien me parece que йl te habнa atrapado a ti… te habнa derribado de un golpe. Si no hubiera visto sus piernas tratando de escalar el muro…

— ЎBasta! ЎVorkosigan estб aquн! — susurrу otro guardia. Los hombres se volvieron hacia йl y retrocedieron.

— їCуmo logrу entrar? — comenzу Vorkosigan, y entonces se detuvo. El hombre vestнa el uniforme de fajina perteneciente al Servicio -. No serб uno de sus hombres, їverdad, Illyan? — Su voz sonaba como metal sobre piedra.

— Seсor, debemos llevarlo con vida para interrogarlo — dijo Illyan con inquietud junto a Vorkosigan. Parecнa hipnotizado por la misma mirada que habнa hecho retroceder a los guardias -. Es posible que haya otros en la conspiraciуn. Usted no puede…

Entonces el prisionero se volviу hacia sus captores.

Un guardia se dispuso a empujarlo nuevamente contra la pared, pero Vorkosigan se lo impidiу. Cordelia no podнa ver el rostro de su esposo ya que en ese momento se encontraba detrбs de йl, pero sus hombros perdieron la tensiуn asesina, y la ira pareciу desaparecer de su espina dorsal, dejando nada mбs que dolor. Sobre el cuello negro sin insignias estaba el rostro devastado de Evon Vorhalas.

— Oh, no — susurrу Cordelia -. Los dos no. La respiraciуn de Vorhalas se acelerу de odio al ver a Vorkosigan.

— Asqueroso tirano. Tienes la sangrй frнa como una vнbora. Sentado allн, como una piedra, mientras le arrancaban la cabeza. їSentiste algo? їO fue un placer para ti, mi querido regente? En ese momento jurй que me vengarнa.

Se produjo un largo silencio y entonces Vorkosigan se acercу a йl, apoyando un brazo contra la pared.

— Fallaste conmigo, Evon.