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Vorhalas le escupiу en el rostro. Su saliva estaba sangrienta por la herida que tenнa en la boca. Vorkosigan no se moviу para limpiarse.

— Fallaste tambiйn con mi esposa — continuу con una cadencia lenta y suave -. Pero lograste lastimar a mi hijo. їSoсabas con vengarte? Lo has logrado. Mнrala a los ojos, Evon. Cualquier hombre podrнa ahogarse en esos ojos grises como el mar. Yo tendrй que mirarlos cada dнa durante el resto de mi vida. Por lo tanto, disfruta de tu venganza, Evon. Acaricнala. Utilнzala para abrigarte en las noches frнas. Es toda tuya. Te la dejo como testamento. En cuanto a mн, me he hartado de ella hasta el punto de sentir nбuseas, y me ha revuelto el estуmago.

Entonces Vorhalas alzу la vista y, por primera vez, sus ojos se posaron en Cordelia. Ella pensу en la criatura de su vientre, en los delicados huesos cartilaginosos que tal vez en ese mismo instante comenzaban a pudrirse, a retorcerse, a desintegrarse, pero aunque por un momento intentу odiar a Vorhalas, no lo consiguiу. Ni siquiera logrу encontrarlo desconcertante. Tuvo la sensaciуn de que podнa ver claramente a travйs de su alma herida, asн como los mйdicos veнan el interior de un cuerpo herido con sus instrumentos de diagnуstico. Cada desgarro y desgaste emocional, cada pequeсo cбncer de resentimiento que crecнa en ellos, y, por encima de todo, la gran cuchillada que habнa causado la muerte de su hermano.

— Йl no lo disfrutу, Evon — dijo Cordelia -. їQuй esperabas que hiciera? їLo sabes?

— Que tuviera un poco de compasiуn humana — replicу йl -. Podrнa haber salvado a Cari. Hasta el ъltimo momento tuvo esa posibilidad. En un principio pensй que йse era el motivo de su presencia.

— Oh, Dios — dijo Vorkosigan. Pareciу aъn mбs enfermo al comprender las falsas esperanzas que habнa suscitado -. ЎYo no realizo representaciones teatrales con las vidas humanas, Evon!

Vorhalas alzу su odio frente a йl como un escudo.

— Vete al infierno.

Vorkosigan suspirу y se apartу de la pared. El mйdico los aguardaba para trasladarlos al Hospital Imperial.

— Llйveselo, Illyan — dijo Cordelia -. Necesito saber… necesito preguntarle una cosa.

Vorhalas le dirigiу una mirada sombrнa.

— їЙste era el resultado que buscabas? Quiero decir… al elegir esa arma en particular. Ese veneno conncreto.

Йl apartу la vista de ella y hablу mirando a la pared opuesta.

— Fue lo que pude coger de la armerнa. No creн que lograsen identificarlo y trajeran el antнdoto a tiempo desde el Hospital Militar.

— Me has aliviado de una carga — susurrу ella.

— El antнdoto provino de la Residencia Imperial — le explicу Vorkosigan -. Se encuentra mucho mбs cerca. En la enfermerнa del emperador hay de todo. En cuanto a la identificaciуn… yo estuve allн, en la destrucciуn del motнn de Karian. Tenнa aproximadamente tu edad, o tal vez era un poco mбs joven. Ese olor me lo hizo recordar todo: los muchachos tosiendo sangre con los pulmones deshechos… — Pareciу sumirse en el pasado.

— No tenнa la intenciуn de matarla. Usted sуlo se encontraba en el camino entre йl y yo. — Vorhalas agitу una mano en direcciуn a su vientre -. No era el resultado que buscaba. Yo querнa matarlo a йl. Ni siquiera sabнa con certeza si compartнan la misma habitaciуn por las noches. — Ahora miraba en todas direcciones, pero nunca hacia su rostro -. Nunca pensй en matar a su…

— Mнrame — gimiу Cordelia -, y pronuncia la palabra en voz alta.

— Hijo — susurrу йl y, de pronto, rompiу a llorar.

Vorkosigan dio un paso atrбs y se situу junto a ella.

— Lamento que hayas hecho eso — le murmurу -. Me recuerda a su hermano. їPor quй soy el sнmbolo de la muerte para esta familia?

— їTodavнa quieres que disfrute su venganza?

Йl posу la frente sobre su hombro unos momentos.

— Ni siquiera eso. Tъ nos dejas sin nada, mi querida capitana. Pero, oh… — Posу la mano sobre su vientre, pero la retirу al recordar que todos los ojos los observaban. Vorkosigan enderezу la espalda -. Presйnteme un informe completo por la maсana, Illyan. En el hospital.

Entonces la cogiу por el brazo y ambos salieron tras el mйdico.

Cordelia no supo si habнa sido para ofrecerle su consuelo o para apoyarse en ella.

En el Hospital Militar Imperial, Cordelia se vio rodeada de profesionales que la llevaban como por un rнo. Mйdicos, enfermeras, guardias. La separaron de Aral en la puerta, y Cordelia se sintiу muy inquieta y perdida entre tanta gente. Sуlo pronunciу algunos saludos automбticamente, esperando que la conmociуn le produjese un estado de inconsciencia, de aturdimiento, de locura negadora, de alucinaciуn, de cualquier cosa. En lugar de ello, sуlo se sentнa cansada.

El bebй se movнa en su interior; evidentemente, el antнdoto teratуgeno era un veneno de acciуn muy lenta. Todavнa les quedaba algъn tiempo para estar juntos, y ella lo amу a travйs de su piel, deslizando los dedos en un lento masaje sobre el abdomen.

Bienvenido a Barrayar, hijo mнo, la morada de los canнbales; en este lugar ni siquiera esperan los acostumbrados dieciocho o veinte aсos para devorarte. Planeta voraz.

Cordelia fue alojada en una lujosa habitaciуn privada en el ala VIP, la cual habнa sido preparada a toda prisa para su uso exclusivo. Se sintiу aliviada al descubrir que Vorkosigan se habнa instalado al otro lado del pasillo. Vestido con su pijama militar, йl se acercу a su cama para arroparla. Cordelia logrу esbozar una pequeсa sonrisa para йl, pero no tratу de sentarse. La fuerza de la gravedad la estaba hundiendo hacia el centro del mundo. Lo ъnico que le impedнa sumirse era la rigidez de la cama, el edificio, la corteza del planeta, no su propia voluntad.

Vorkosigan fue seguido por un enfermero ansioso. — Recuerde, seсor. No debe tratar de hablar demasiado hasta que el mйdico le haya irrigado la garganta. La luz gris del amanecer empalidecнa las ventanas. Йl se sentу en el borde de la cama.

— Estбs frнa, mi querida capitana — murmurу con voz ronca mientras le frotaba la mano. Ella asintiу con la cabeza. Le dolнa el pecho, tenнa la garganta irritada y le ardнan los senos paranasales.

— Nunca debн dejarme convencer cuando me ofrecieron este trabajo — continuу йl -. Lo siento tanto…

— Yo tambiйn ayudй a convencerte. Tъ trataste de advertirme. No es culpa tuya. Parecнas la persona adecuada. Eres la persona adecuada.

Vorkosigan sacudiу la cabeza.

— No hables. Se forman cicatrices en las cuerdas vocales.

— ЎJa! — exclamу Cordelia con amargura, y posу un dedo sobre sus labios cuando йl comenzу a hablar otra vez. Vorkosigan asintiу con la cabeza, resignado, y permanecieron mirбndose el uno al otro un buen rato. Йl apartу el cabello de su frente con suavidad, y ella buscу el consuelo de su mano contra la mejilla. Al fin llegу una cuadrilla de mйdicos y tйcnicos que se lo llevaron para iniciar el tratamiento.

— Vendremos a verla ahora mismo, seсora — le prometiу el jefe del equipo.

Regresaron despuйs de un rato para hacerla gargarizar un desagradable lнquido rosado y respirar en una mбquina, y luego volvieron a marcharse. Una enfermera le llevу el desayuno, pero Cordelia no lo tocу.

Entonces un comitй de mйdicos entrу en su habitaciуn con rostros sombrнos. El que habнa acudido en medio de la noche ahora estaba acicalado y vestido con ropas de civil. El mйdico personal de Cordelia se encontraba acompaсado por un hombre mбs joven, vestido con un uniforme verde del Servicio que lucнa insignias de capitбn en el cuello. Ella mirу los tres rostros y pensу en el Cancerbero.

Su mйdico le presentу al desconocido. — Es el capitбn Vaagen, del instituto de investigaciones perteneciente al Hospital Militar Imperial. Es nuestro residente experto en venenos militares.

— їEn inventarlos o en recoger sus despojos, capitбn? — preguntу Cordelia.

— Ambas cosas, seсora. — Йl se encontraba en una postura de descanso algo agresiva.

Su mйdico no tenнa una expresiуn muy animada, aunque sus labios sonreнan.

— El regente me ha pedido que le informe del programa de tratamiento indicado. Me temo… — carraspeу — que lo mejor serб efectuar el aborto de inmediato. Su embarazo ya se encuentra bastante avanzado, y, para lograr su recuperaciуn, conviene aliviarla de la tensiуn psicolуgica lo antes posible.

— їEs lo ъnico que se puede hacer? — preguntу ella con desesperaciуn, aunque conocнa de antemano la respuesta por la expresiуn de sus rostros.

— Me temo que sн — respondiу su mйdico con tristeza. El hombre de la Residencia Imperial asintiу con un gesto para confirmar sus palabras.

— He estado revisando algunos libros — dijo el capitбn de improviso, mientras miraba por la ventana -, y se hicieron algunos experimentos con calcio. Claro que los resultados obtenidos no fueron particularmente alentadores…

— Pensй que habнamos acordado no hablar del asunto — intervino el hombre de la Residencia.

— Vaagen, eso es una crueldad — protestу el mйdico de Cordelia -. Estб alimentando falsas esperanzas. No puede convertir a la esposa del regente en uno de sus animales de laboratorio. Tiene el permiso del regente para realizar la autopsia, confуrmese con eso.