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En un segundo, mientras observaba el rostro del hombre con ideas, el mundo de Cordelia volviу a enderezarse. Ella conocнa a los de su tipo: orgullosos y engreнdos, pero algunas veces alcanzaban sus objetivos. Pasaban de una monomanнa a otra corno una abeja polinizando flores, y recogнan pocos frutos pero dejaban atrбs sus semillas. Personalmente, a los ojos de ese hombre, ella no era mбs que material virgen para iniciar una monografнa. Los riesgos que ella corrнa no le importaban; ella no era una persona, sino una enfermedad. Cordelia le sonriу lentamente, reconociйndolo como un aliado en campo enemigo.

— їCуmo estб usted, doctor Vaagen? їQuй le parecerнa escribir el artнculo mйdico de su vida?

El hombre de la Residencia Imperial emitiу una risa.

— Ella ha comprendido sus intenciones, Vaagen.

Йl le devolviу la sonrisa, sorprendido. — Entenderб que no puedo garantizar resultados…

— ЎResultados! — lo interrumpiу el mйdico de Cordelia -. Dios mнo, serб mejor que le comunique cuбl es su idea de un resultado. O ensйсele fotografнas… no, no haga eso. Seсora — se volviу hacia ella -, los tratamientos de los que habla se intentaron por ъltima vez hace veinte aсos. Causaron un daсo irreparable a las madres. Y los resultados… lo mejor que se puede esperar es un tullido. Tal vez algo peor. Indescriptiblemente peor.

— Una medusa serнa una descripciуn bastante aceptable — dijo Vaagen.

— ЎUsted es inhumano, Vaagen! — replicу el mйdico de Cordelia, quien la observу unos momentos para verificar su estado de angustia.

— їUna medusa viable, doctor Vaagen? — preguntу Cordelia, muy interesada.

— Hum. Tal vez — respondiу йl, inhibido por las miradas furibundas de sus colegas -. Pero existe la dificultad de lo que ocurre con las madres cuando el tratamiento se aplica in vivo.

— їY quй? їEntonces no puede hacerlo in vitral — Cordelia formulу la pregunta obvia.

Vaagen dirigiу una mirada triunfante a su mйdico. — Desde luego, abrirнa muchas posibilidades de experimentaciуn, si pudiera arreglarse — murmurу al techo. — їIn vitro? — dijo el hombre de la Residencia Imperial, confundido -. їCуmo?

— їPor quй pregunta eso? — dijo Cordelia -. Ustedes tienen diecisiete rйplicas uterinas fabricadas en Escobar. Fueron traнdas despuйs de la guerra y se encuentran aquн, guardadas en algъn armario.

— Se volviу hacia el doctor Vaagen con entusiasmo -. їPor casualidad no conocerб al doctor Henri?

Vaagen asintiу con la cabeza.

— Hemos trabajado juntos.

— ЎEntonces, lo sabe todo al respecto!

— Bueno, no todo exactamente. Pero eh… en realidad, йl me ha informado de que se encuentran disponibles. Aunque usted debe comprender que yo no soy un obstetra.

— Ya lo creo que no — bufу el mйdico de Cordelia -. Seсora, este hombre ni siquiera es mйdico. Es sуlo un bioquнmico.

— Pero usted es un obstetra — objetу ella -. Entonces tenemos el equipo completo. El doctor Henri y el capitбn Vaagen se ocuparбn de Piotr Miles, y usted realizarб la transferencia.

El mйdico apretaba los labios y sus ojos tenнan una expresiуn muy extraсa. Cordelia necesitу unos momentos para identificarla como miedo.

— Yo no podrй hacer la transferencia, seсora — le respondiу -. No sй cуmo hacerla. Nadie en Barrayar ha realizado una operaciуn semejante. — Entonces, їno lo aconseja? — Definitivamente no. La posibilidad de causar un daсo permanente… despuйs de todo, dentro de unos meses podrб volver a intentarlo, siempre y cuando la zona testicular de su esposo no se haya visto afectada. Podrб volver a comenzar. Yo soy su mйdico, y йsa es mi opiniуn. — Sн, siempre y cuando antes de eso alguien no logre derribar a Aral. Debo recordar que esto es Barrayar, donde las personas estбn tan enamoradas de la muerte que entierran a hombres que todavнa alientan. їUsted estб dispuesto a intentar la operaciуn?

Йl se irguiу con dignidad.

— No, seсora. Y es definitivo.

— Muy bien. — Seсalу a su mйdico con el dedo -. Queda despedido. Entonces — se volviу hacia Vaagen -, usted estarб a cargo de este caso. Confнo en usted para que me encuentre un cirujano… o un estudiante de medicina, o un veterinario, o alguien que estй dispuesto a intentarlo. Y entonces podrб experimentar cuanto desee.

Vaagen pareciу ligeramente triunfante; su ex mйdico parecнa furioso.

— Serб mejor que averigьemos la opiniуn del regente antes de seguir alentando a su esposa en este falso optimismo.

Vaagen pareciу un poco menos triunfante.

— їPiensa hablar con йl ahora mismo? — preguntу Cordelia.

— Lo siento, seсora — dijo el hombre de la Residencia Imperial -. Pero creo que lo mejor serб acabar con esto lo antes posible. Usted no conoce la reputaciуn del capitбn Vaagen. Lamento ser tan brusco, Vaagen, pero a usted le gusta construir imperios, y esta vez ha llegado demasiado lejos.

— їSu ambiciуn es contar con una ala propia para efectuar investigaciones, Vaagen? — le preguntу Cordelia.

Йl se alzу de hombros, mбs avergonzado que ofendido, por lo que ella comprendiу que, al menos en parte, las palabras del hombre de la Residencia debнan de ser verdad. Cordelia clavу la vista en Vaagen y tratу de pensar en el mejor modo de avivar su ingenio.

— Tendrб todo un instituto si logra llevar esto a cabo. A йl — agrego seсalando el pasillo con un movimiento de cabeza — dнgale que yo se lo prometн.

Los tres hombres se retiraron. Cordelia permaneciу tendida en la cama y silbу una pequeсa melodнa silenciosa, mientras sus manos continuaban el pequeсo masaje abdominal. La gravedad habнa dejado de existir.

9

Hacia el mediodнa, Cordelia consiguiу por fin conciliar el sueсo y, al despertar, se sintiу desorientada. La luz de la tarde entraba por las ventanas de la habitaciуn. La llovizna gris habнa desaparecido. Cordelia se tocу el vientre con pesar, y cuando se girу en la cama descubriу que el conde Piotr estaba sentado a su lado.

Йl vestнa sus ropas de campo: el viejo pantalуn del uniforme, una camisa sencilla y la chaqueta que sуlo usaba en Vorkosigan Surleau, Debнa de haber venido directamente al hospital. Sus labios finos le sonrieron con ansiedad. Sus ojos se veнan cansados y preocupados.

— Querida niсa. No tienes que despertarte por mн.

— Estб bien. — Cordelia veнa un poco turbio, y se sentнa mбs vieja que el conde -. їHay algo para beber?

Йl le sirviу agua frнa de la mesa de noche, y la observу beber.

— їMбs?

— Es suficiente. їYa ha visto a Aral?

Piotr le palmeу la mano.

— Ya he hablado con йl. Ahora estб descansando. Lo siento mucho, Cordelia.

— Tal vez no sea tan terrible como temimos en un principio. Todavнa nos queda una posibilidad. Una esperanza. їAral ya le hablу de las rйplicas uterinas?

— Me dijo algo. Pero seguramente el daсo ya estarб hecho. Un daсo irreparable.

— Un daсo, sн. Hasta quй punto es irreparable, nadie lo sabe. Ni siquiera el capitбn Vaagen.

— Sн, conocн al capitбn Vaagen hace unos momentos. — Piotr frunciу el ceсo -. Un sujeto bastante ambicioso. El prototipo del Nuevo Hombre.

— Barrayar necesita hombres nuevos, y tambiйn mujeres. Su generaciуn tecnolуgicamente entrenada.

— Oh, sн. Luchamos mucho para educarlos. Son absolutamente necesarios, y algunos de ellos lo saben. — Un dejo de ironнa suavizу su boca -. Pero esta operaciуn que propones, esta transferencia placentaria… no parece demasiado segura.

— En Colonia Beta, serнa de rutina. — Cordelia se encogiу de hombros. Aunque, por supuesto, no estamos en Colonia Beta.

— Pero algo mбs directo, mбs conocido… estarнas lista para volver a empezar mucho antes. A la larga, es posible que pierdas menos tiempo.

— Tiempo… no es eso lo que me preocupa perder.

— Un concepto absurdo, ahora que lo pensaba. Perdнa 26,7 horas con cada dнa barrayarйs -. De todos modos, nunca volverй a pasar por eso. Yo aprendo rбpido, seсor.

Un destello de alarma cruzу por el rostro del conde.

— Cambiarбs de idea cuando te recuperes. Lo que importa ahora… He hablado con el capitбn Vaagen. No parece albergar ninguna duda de que los daсos han sido severos.

— Pues, sн. Lo que no sabe es si es capaz de contrarrestarlos.

— Querida niсa. — Su sonrisa preocupada se tornу mбs tensa -. Por eso mismo. Si el feto fuese una niсa, incluso un segundo hijo, podrнamos permitir tus comprensibles, incluso loables, sentimientos maternales. Pero si esta cosa vive, llegarб a ser el conde Vorkosigan algъn dнa. Nosotros no podemos permitir que exista un conde Vorkosigan deforme. — Se reclinу en su silla, como si acabara de decir algo muy convincente. Cordelia frunciу el ceсo. — їQuiйnes son «nosotros»? — La Casa Vorkosigan. Somos una de las familias mбs antiguas de Barrayar. Tal vez nunca hayamos sido la mбs rica ni la mбs poderosa, pero lo que nos ha faltado en dinero lo hemos tenido en honor. Nueve generaciones de guerreros Vor. Serнa un final horrible para nueve generaciones, їno lo comprendes?