— En este momento, la familia Vorkosigan consiste en dos individuos: usted y Aral — observу Cordelia, divertida y molesta a la vez -. Y los condes Vorkosigan han tenido finales horribles a lo largo de toda su historia. Han muerto por una bomba, un disparo, de hambre, ahogados, quemados, decapitados, enfermos o dementes. Lo ъnico que nunca han hecho es morir en la cama. Pensй que estaba acostumbrado a los horrores. El le dirigiу una sonrisa afligida.
— Pero nunca hemos sido mutantes.
— Creo que debe volver a hablar con Vaagen. Si yo le entendн correctamente, el daсo fetal que describiу fue teratуgeno, no genйtico.
— Pero la gente creerб que es un mutante.
— їQuй diablos le importa lo que piense la masa ignorante?
— Los otros Vor, querida.
— La masa de los Vor es igualmente ignorante. Se lo aseguro.
El conde retorciу las manos. Abriу la boca, volviу a cerrarla, frunciу el ceсo y finalmente dijo con mбs dureza:
— Un conde Vorkosigan tampoco ha sido jamбs un experimento de laboratorio.
— Entonces ya ve: servirб a Barrayar incluso antes de nacer. No es un mal comienzo para una vida honorable. — Tal vez se lograra extraer algo bueno de todo aquello despuйs de todo: nuevos conocimientos. Si la ayuda no servнa para ellos mismos, quizб lograse aliviar el dolor de otros padres. Cuanto mбs lo pensaba, mбs acertada le parecнa su decisiуn, en muchos aspectos. Piotr echу atrбs la cabeza.
— Por mбs dulces que parezcбis las betanesas, tenйis una pasmosa sangre frнa.
— Una tendencia racional, seсor. El racionalismo tiene sus mйritos. Los barrayareses deberнan intentarlo alguna vez. — Cordelia se mordiу la lengua -. Pero muchas veces nos excedemos, creo. Todavнa nos aguardan grandes p… — peligros -, dificultades. Una transferencia placentaria a estas alturas del embarazo es difнcil incluso para la tecnologнa mбs desarrollada. Admito que hubiese preferido disponer del tiempo necesario para importar a algъn cirujano mбs experimentado. Pero no es el caso.
— Sн, sн, todavнa puede morir, tienes razуn. No hay necesidad de… pero estoy preocupado por ti tambiйn, niсa. їVale la pena?
їQue valнa la pena para quй? їCуmo podнa saberlo ella? Le ardнan los pulmones. Lo mirу con una sonrisa fatigada y sacudiу la cabeza, sintiendo la presiуn en las sienes y en la nuca.
— Papб — dijo una voz ronca desde la puerta. Aral se encontraba apoyado allн, con su pijama verde y una mбscara de oxнgeno portбtil sujeta a la nariz. їCuбnto tiempo hacнa que estaba allн?
—. Creo que Cordelia necesita descansar.
Sus ojos se encontraron por encima de Piotr.
Dios te bendiga, cariсo.
— Sн, por supuesto. — El conde Piotr se levantу con dificultad -. Lo siento. Tienes toda la razуn. — Apretу la mano de Cordelia una vez mбs con sus dedos secos de anciano -. Duerme. Luego podrбs pensar con mбs claridad.
— Padre.
— No deberнas estar levantado, їverdad? — dijo Piotr mientras se retiraba -. Vuelve a la cama, muchacho… — Su voz se alejу por el pasillo.
Aral regresу mбs tarde, cuando el conde Piotr se hubo marchado definitivamente.
— їPapб te estuvo molestando? — le preguntу con el rostro muy serio. Cordelia le tendiу una mano y йl se sentу en la cama. Su cabeza abandonу la almohada para posarse sobre sus piernas, apoyando la mejilla sobre sus mъsculos firmes y йl le acariciу el cabello.
— No mбs que de costumbre — suspirу ella.
— Temн que te estuviese perturbando.
— No. No se trata de que no me encuentre perturbada. Es sуlo que me siento demasiado cansada para correr de un extremo al otro del pasillo gritando. — Ah. Entonces, sн te trastornу.
— Sн. — Cordelia vacilу -. En cierto sentido, tiene razуn. He pasado demasiado tiempo aterrorizada, esperando que cayese el golpe de alguna parte, de cualquier parte. Y, de repente, sucediу anoche, y ha pasado lo peor… excepto que no ha terminado. Si el golpe hubiese sido mбs completo, podrнa detenerme, renunciar ahora. Pero esto continuarб. — Se frotу la mejilla contra la tela -. їIllyan averiguу algo mбs? Me pareciу haber oнdo su voz hace un rato.
La mano de Vorkosigan continuу acariciбndole el cabello rнtmicamente.
— El interrogatorio preliminar con pentotal a Evon Vorhalas ha terminado. Ahora estб investigando la vieja armerнa de donde Evon robу la soltoxina. Al parecer, no puede haberla conseguido tan unilateralmente como asegura. Un mayor que se encuentra a cargo del lugar ha desaparecido. Ausente sin permiso. Illyan todavнa no sabe si el hombre ha sido eliminado para despejar el camino de Evon o si en realidad lo ayudу, y se esconde en alguna parte.
— Si fue una negligencia, es posible que tenga miedo.
— Mбs le vale tener miedo. Si tuvo alguna participaciуn consciente en esto… — Su mano se cerrу sobre los cabellos de Cordelia -. Lo siento — murmurу de inmediato, y continuу acariciбndola. Cordelia, quien se sentнa como un animal herido, se acurrucу aъn mбs sobre sus piernas y posу una mano sobre su rodilla.
— Respecto a papб… si vuelve a molestarte, envнamelo a mн. No tienes por quй discutir el asunto con йl. Le dije que la decisiуn era tuya.
— їMнa? — La mano de Cordelia descansaba, inmуvil -. їNo es nuestra?
Йl vacilу.
— Cualquier cosa que desees, yo la apoyarй.
— їPero quй deseas tъ? їMe estбs ocultando algo?
— Yo no puedo evitar comprender sus temores. Pero… hay una cosa que todavнa no he comentado con йl, ni pienso hacerlo. Es posible que el prуximo niсo no llegue tan fбcilmente como el primero.
— їFбcilmente? їLlamas a esto «fбcil»?
Vorkosigan continuу.
— Uno de los efectos menos conocidos de la soltoxina es la formaciуn de tejido cicatrizal en los testнculos, a un nivel microscуpico. Puede reducir considerablemente la fertilidad. Al menos, eso me ha advertido mi mйdico.
— Tonterнas — dijo Cordelia -. Sуlo se necesitan dos cйlulas somбticas y una rйplica uterina. Si despuйs de la prуxima bomba sуlo pueden despegar de las paredes tu meсique y mi dedo gordo, todavнa podrнan seguir reproduciendo pequeсos Vorkosigan para el siglo que viene.
— Pero no de forma natural y sin salir de Barrayar.
— O sin cambiar Barrayar. Maldita sea. — La mano de Vorkosigan se detuvo ante la dureza de su voz -. Si hubiera insistido en usar la rйplica desde el principio, el bebй nunca hubiese corrido ningъn riesgo. Yo sabнa que era mбs seguro, sabнa que estaba allн…
— Su voz se quebrу.
— Shhh. Si yo no hubiese… aceptado este trabajo. Si te hubiera dejado en Vorkosigan Surleau. Si hubiese perdonado a ese idiota de Cari, por amor de Dios. Si tan sуlo hubiйsemos dormido en habitaciones separadas…
— ЎNo! — La mano de Cordelia se tensу sobre su rodilla -. Me niego a vivir en un refugio antibombas durante los prуximos quince aсos. Aral, este sitio tiene que cambiar. Esto es insoportable.
Si nunca hubiese venido aquн.
El quirуfano parecнa limpio y brillante, aunque no estaba tan bien equipado segъn los estбndares galбcticos. Tendida sobre la plataforma flotante, Cordelia volviу la cabeza para observar todos los detalles posibles. Luces, monitores y una mesa de operaciones con una cisterna de desagьe ubicada debajo. Un tйcnico revisaba un depуsito donde bullнa un lнquido claro y amarillo. Йste no era un punto sin retorno, se dijo con firmeza. Sуlo era el siguiente paso lуgico.
Con sus batas esterilizadas, el capitбn Vaagen y el doctor Henri aguardaban cerca de la mesa de operaciones. Junto a ellos se encontraba la rйplica uterina portбtil, una caja de plбstico y metal de cincuenta centнmetros de altura, tachonada con paneles de control y orificios de acceso. En sus costados brillaban unas luces verdes y amarillas. Limpio, esterilizado, con sus tanques de oxнgeno y nutrientes cargados y listos. Cordelia lo observу con un profundo alivio. El primitivo sistema barrayarйs de gestaciуn sуlo simbolizaba el fracaso completo de la razуn ante el sentimiento. Ella se habнa esforzado mucho por complacer, por encajar, por convertirse en una barrayaresa. Y su hijo habнa pagado el precio. Nunca mбs.
El doctor Ritter, el cirujano, era un hombre alto de cabellos oscuros, con piel aceitunada y manos largas. A Cordelia le habнan gustado sus manos desde el primer momento. Eran firmes. Ritter y un enfermero la colocaron sobre la mesa de operaciones y retiraron la camilla flotante. El doctor Ritter esbozу una sonrisa tranquilizadora.
— Lo estб haciendo muy bien. Claro que sн, ni siquiera hemos comenzado, pensу Cordelia con irritaciуn. El doctor Ritter parecнa palpablemente nervioso, aunque de alguna manera la tensiуn se detenнa en sus codos. El cirujano era un amigo de Vaagen a quien йste habнa logrado convencer despuйs de que los dos pasaran un dнa repasando una lista de hombres con mбs experiencia, quienes se habнan negado a aceptar el caso.
Vaagen se lo habнa explicado a Cordelia.