— Era astrocartуgrafa. Luego fui capitana. Despuйs fui soldado, prisionera de guerra y refugiada. Mбs tarde me convertн en esposa y madre. No sй quй serй despuйs — le respondiу honestamente, mientras mascaba las hojas. Esperaba que no fuese viuda.
— їMadre? Oн decir que estaba embarazada, pero… їno perdiу a su bebй con la soltoxina? — El hombre observу su cintura, confundido.
— Todavнa no. Йl todavнa tiene una posibilidad. Aunque me parece un poco injusto, obligarlo a enfrentarse con todo Barrayar siendo tan pequeсo… Naciу prematuramente, por medio de una operaciуn quirъrgica. — Decidiу no tratar de explicarle lo de la rйplica uterina -. Estб en el Hospital Militar Imperial, en Vorbarr Sultana. Segъn tengo entendido, la ciudad acaba de ser capturada por las fuerzas rebeldes de Vordarian…
Cordelia se estremeciу. El laboratorio de Vaagen no tenнa por quй llamar la atenciуn de nadie. Miles estaba bien, bien, bien; un resquicio en este delicado escudo de convicciуn la pondrнa en estado de histeria… En cuanto a Aral, йl era tan capaz de cuidar de sн mismo como el mejor. Entonces, їcуmo habнan podido tenderle esa trampa eh, eh? No cabнa duda, Seguridad Imperial estaba plagado de traidores. Ya no podнan confiar en nadie allн їY dуnde estaba Illyan? їAtrapado en Vorbarr Sultana? їO serнa un traidor de Vordarian? No… Lo mбs probable era que lo tuviesen prisionero. Como a Kareen. Como a Padma y Alys Vorpatril. La vida en una carrera contra la muerte.
— Nadie se meterб con el hospital — dijo Kly, observando su rostro.
— Yo… sн. Tiene razуn.
— їPor quй vino a Barrayar?
— Querнa tener hijos. — Una risa amarga escapу de sus labios -. їUsted tiene niсos, Kly el Correo?
— No, por lo que yo sй.
— Ha sido muy prudente.
— Oh… — El rostro del anciano se tornу distante -. No lo sй. Desde que muriу mi mujer, he estado bastante solo. Algunos hombres que conozco han tenido bastantes problemas con sus hijos. Ezar. Piotr. No sй quiйn quemarб las ofrendas en mi tumba. Mi sobrina, tal vez.
Cordelia mirу a Gregor, quien cabalgaba sobre las alforjas y escuchaba. El niсo habнa encendido los cirios en los grandes funerales de Ezar, y su mano habнa estado guiada por la de Aral.
Siguieron subiendo por el sendero, y en cuatro ocasiones Kly se desviу por un sendero lateral, mientras Cordelia, Bothari y Gregor lo esperaban ocultos. En la tercera de estas escapadas para entregar la correspondencia, Kly regresу con un atado que incluнa una vieja falda, un par de pantalones gastados y un poco de grano para los caballos. Todavнa helada, Cordelia se puso la falda sobre el pantalуn que llevaba. Bothari cambiу su conspicuo pantalуn de uniforme con la franja plateada al costado por otro de montaсйs. Los pantalones le quedaban demasiado cortos y le daban el aspecto de un espantapбjaros siniestro. Escondieron el uniforme de Bothari y la camisa negra de Cordelia en un saco del correo. Con respecto al zapato que le faltaba a Gregor, Kly resolviу el problema quitбndole el otro para que el niсo anduviese descalzo, y ademбs ocultу su elegante traje azul bajo una camisa grande con las mangas enrolladas. Hombre, mujer y niсo parecнan una harapienta familia montaсesa.
Llegaron a la cima del Paso Amie y comenzaron a descender. Aquн y allб algъn lugareсo aguardaba a Kly junto al camino; йl transmitнa mensajes verbales, y a Cordelia le pareciу que lo hacнa al pie de la letra. Distribuнa cartas en papel y en discos baratos, cuyo sonido solнa ser bajo y metбlico. En dos ocasiones se detuvo para leer cartas a personas aparentemente analfabetas, y una vez lo hizo para un hombre ciego guiado por una niсa pequeсa. Cordelia se sentнa mбs crispada con cada encuentro, agotada por la tensiуn nerviosa. їEse sujeto los traicionarнa? їQuй pensarнa aquella mujer de ellos? Al menos el ciego no podrнa describirlos…
Hacia el atardecer, Kly regresу de uno de sus desvнos para observar el sendero silencioso y declarar:
— Este lugar estб demasiado poblado.
— Cordelia se sentнa tan agotada que sуlo pudo darle la razуn mentalmente.
El mayor la mirу con ojos preocupados.
— їCree que podrб continuar durante otras cuatro horas, seсora?
їCuбles la alternativa? їSentarme junto a este charco de barro y llorar hasta que nos capturen? Se levantу con dificultad, apoyбndose en el tronco sobre el cual se habнa reclinado mientras esperaba el regreso de su guнa.
— Eso depende de lo que encontraremos al final de esas cuatro horas.
— Mi casa. Por lo general paso la noche con mi sobrina, cerca de aquн. Cuando estoy entregando la correspondencia suelo tardar unas diez horas en llegar a casa, pero si subimos directamente no serбn mбs que cuatro. Maсana por la maсana podrй regresar y cumplir con las entregas. Todo parecerб normal. Nadie notarб nada extraсo.
їSubir directamente? Pero Kly tenнa razуn, para estar a salvo debнan ser discretos, invisibles. Cuanto antes pudiesen ocultarse, mejor.
— Lo seguimos, mayor.
Tardaron seis horas. El caballo de Bothari empezу a cojear poco antes de llegar. El sargento tuvo que desmontar y llevarlo por las riendas. Cordelia tambiйn caminу para estirar las piernas lastimadas, mantenerse despierta y entrar en calor. Gregor se quedу dormido y se cayу del caballo. Entonces comenzу a llorar llamando a su madre, pero volviу a dormirse cuando Kly lo colocу delante de йl para sujetarlo con firmeza. En el ъltimo tramo, Cordelia se quedу sin aliento y su corazуn empezу a latir con violencia, aunque se sujetaba del estribo de Rose para que la ayudara a subir. Los dos caballos se movнan como ancianas artrнticas, pero sуlo con su auxilio lograron seguir al resistente tordo de Kly.
De pronto el camino descendiу hacia un amplio valle. El bosque se fue despejando, entremezclado con prados en la ladera. Cordelia podнa percibir el espacio que se extendнa frente a ella, verdaderas montaсas, vastos precipicios en sombras, peсascos gigantescos, el silencio de la eternidad. Tres copos de nieve se fundieron sobre su rostro vuelto hacia el cielo. Al final de un bosquecillo, Kly se detuvo.
— Fin del camino, amigos.
Conducido por Cordelia, Gregor caminу medio dormido hasta la pequeсa choza. Allн ella lo condujo a ciegas hasta un catre y lo acostу.
El niсo gimiу entre sueсos mientras Cordelia lo tapaba con las mantas. Entonces permaneciу tambaleante, aturdida, y en un ъltimo destello de lucidez se quitу las zapatillas y se acostу a su lado. Gregor tenнa los pies tan frнos como un cadбver sometido a la criogenia, y a medida que Cordelia los calentaba contra su propio cuerpo el niсo dejу de temblar para entrar en un sueсo mбs profundo. Vagamente Cordelia tuvo conciencia de que Kly, Bothari, o alguien habнa encendido el fuego en el hogar. Pobre Bothari, habнa estado despierto tanto tiempo como ella. En un sentido militar, йl estaba a su cargo; ella debнa ocuparse de que comiera, se calentara los pies, durmiera. Debнa… debнa…
Cordelia abriу los ojos repentinamente para descubrir que el movimiento que la habнa despertado era Gregor, sentado en la cama a su lado, frotбndose los ojos con expresiуn desorientada. La luz entraba por dos ventanas sucias, a ambos lados de la puerta de madera. La choza o cabaсa — dos de las paredes parecнan hechas con leсos enteros sin desbastar — constaba de una sola habitaciуn. En el hogar de piedras grises habнa una marmita y una caldera cubierta, apoyadas sobre una parrilla bajo la cual ardнan las brasas. Cordelia volviу a recordar que allн la madera representaba la pobreza, no la riqueza. Habнan visto una infinidad de бrboles el dнa anterior.
Cordelia se sentу y emitiу un gemido de dolor por el бcido lбctico que se habнa formado en sus mъsculos. Enderezу las piernas. La cama constaba de una red sujeta a un marco sobre la cual habнa dos colchones, el primero de paja y el segundo de plumas. Ella y Gregor estaban bien abrigados en aquel nido. El aire de la habitaciуn olнa a polvo y a leсa quemada.
Unas botas resonaron en las tablas del porche, fuera de la cabaсa, y Cordelia se aferrу al brazo de Gregor invadida por el pбnico. No podнa escapar, y ese atizador de hierro negro no serнa arma suficiente contra un aturdidor o un disruptor nervioso… pero los pasos eran de Bothari. Йl entrу en la cabaсa junto con una bocanada de aire frнo. La rudimentaria chaqueta parda que llevaba debнa de pertenecer a Kly, a juzgar por la forma en que sus muсecas huesudas asomaban bajo los puсos. Siempre que mantuviera la boca cerrada para no delatar su acento ciudadano, serнa fбcil confundir a Bothari con un montaсйs.
Йl los saludу con un movimiento de cabeza.
— Seсora. Majestad. — Se arrodillу junto al hogar y levantу la tapa de la caldera. Luego probу la temperatura de la marmita acercando la mano a ella -. Hay cereales y almнbar — informу -. Agua caliente. Tй de hierbas. Frutos secos. No hay mantequilla.