Lois McMaster Bujold
Barrayar (на испанском)
(Barrayar (es) — 3)
1
Tengo miedo. La mano de Cordelia apartу la cortina de la sala, en el tercer piso de la Residencia Vorkosigan. Sus ojos se posaron sobre la calle baсada por el sol. Un gran vehнculo plateado se acercaba por la calzada que desembocaba en el pуrtico principal, pasу ante la reja de seguridad y los arbustos importados de la Tierra. Un coche oficial. La puerta del compartimiento para pasajeros se elevу, y de allн emergiу un hombre con un uniforme verde. A pesar de la distancia, Cordelia reconociу al comandante Illyan, como de costumbre sin una gorra que cubriera sus cabellos castaсos. Illyan desapareciу de la vista bajo el pуrtico.
Supongo que no tendrй que preocuparme hasta que Segundad Imperial venga a buscarnos en plena noche. Pero un resto de temor permaneciу agazapado en su estуmago. їPor quй tuve que venir a. Barrayar? їQuй he hecho conmigo misma, con mi vida?
Unas botas retumbaron en el corredor y la puerta de la sala se abriу con un crujido. El sargento Bothari asomу la cabeza y emitiу un sonido de satisfacciуn al encontrarla.
— Es hora de irnos, seсora.
— Gracias, sargento. — Cordelia dejу caer la cortina y se volviу para examinarse por ъltima vez en el espejo colocado sobre la arcaica chimenea. Resultaba difнcil creer que la gente del lugar siguiese quemando materia vegetal sуlo para liberar calor.
Cordelia alzу el mentуn sobre el cuello de encaje blanco de la blusa, acomodу las mangas de su chaqueta color canela y distraнdamente rozу con la rodilla la amplia y larga falda que utilizaban todas las mujeres Vor, color canela para hacer juego con la chaqueta. El tono la consolaba, ya que era casi el mismo de su viejo mono de Estudios Astronуmicos Betaneses. Cordelia se pasу la mano por los cabellos rojizos, peinados con raya al medio y retirados del rostro con dos peinetas esmaltadas, y los echу hacia atrбs sobre los hombros dejбndolos sueltos sobre la espalda. Sus ojos grises la observaron desde el rostro pбlido del espejo. La nariz era un poco aguileсa y el mentуn un poco demasiado largo, pero en general era un rostro adecuado, ъtil para cualquier propуsito.
Bueno, si lo que querнa era verse exquisita, no tenнa mбs que colocarse junto al sargento Bothari. A su lado йl ofrecнa un aspecto lamentable con sus dos metros de altura. Cordelia se consideraba una mujer alta, pero su cabeza sуlo llegaba al hombro de aquel sargento con rostro circunspecto e introvertido que recordaba el de una gбrgola, de nariz ganchuda y rasgos exagerados como los de un criminal, acentuados por su cabello cortado al estilo militar. Ni el elegante uniforme color cafй del conde Vorkosigan, con los distintivos de la casa bordados en plata, lograban disimular la asombrosa fealdad de Bothari.
Pero es un rostro excelente, sin duda, ъtil para, cualquier propуsito.
Un sirviente uniformado. Vaya un concepto. їY a quй servнa?
A nuestras vidas, nuestras suertes y nuestro honor, para empezar. Cordelia lo saludу con amabilidad por el espejo con un movimiento de cabeza, y dio media vuelta para seguirlo por el laberinto que era la Residencia Vorkosigan.
Debнa aprender a moverse por esa enorme mansiуn lo antes posible. Era una vergьenza perderse en su propia casa y tener que preguntarle el camino a algъn guardia que pasaba o a un criado. En plena noche, envuelta sуlo en una toalla.
Yo fui tripulante de una nave. Vamos. Si habнa podido arreglбrselas con cinco dimensiones allб arriba, sin duda serнa capaz de entenderse con tres aquн abajo.
Llegaron a una gran escalera curva que descendнa tres pisos hasta un vestнbulo pavimentado en blanco y negro. Cordelia siguiу los pasos rнtmicos de Bothari con un andar ligero. La falda le hacнa sentir que estaba flotando, cayendo inexorablemente en paracaнdas por la espiral.
Al pie de la escalera, un hombre alto y delgado, apoyado en un bastуn, alzу la vista cuando oyу sus pasos. El rostro de Koudelka era tan agradable y simйtrico como el de Bothari extraсo y estrecho, y esbozу una amplia sonrisa al ver a Cordelia. Ni las arrugas de los ojos y de la boca lograban avejentarlo. Vestнa el uniforme verde imperial, idйntico al del comandante de seguridad Ilyan, excepto por las insignias. Las mangas largas y el cuello de su chaqueta ocultaban la tracerнa de finas cicatrices rojas que cubrнan la mitad de su cuerpo, pero Cordelia se las imaginу. Desnudo, Koudelka podнa servir de modelo en una clase sobre la estructura del sistema nervioso humano, ya que en йl cada cicatriz representaba un nervio muerto, extirpado y sustituido por un hilo artificial. El teniente Koudelka todavнa no se habнa acostumbrado del todo a su nuevo sistema nervioso. Di la verdad. Los cirujanos de aquн son unos carniceros torpes e ignorantes. Sin duda el trabajo no estaba a la altura de los niveles betaneses. Cordelia no permitiу que ninguno de sus pensamientos se reflejase en su rostro.
Koudelka se volviу con dificultad hacia Bothari.
— Hola, sargento. Buenos dнas, seсora Vorkosigan.
A Cordelia aъn le sonaba extraсo su nuevo nombre, ajeno. Le devolviу la sonrisa.
— Buenos dнas, Kou. їDуnde estб Aral?
— Йl y el comandante Illyan fueron a la biblioteca para decidir el sitio donde se instalarб la nueva consola de seguridad. No creo que tarden. Ah. — Asintiу con un gesto al oнr unos pasos que se aproximaban por el pasillo. Cordelia siguiу la direcciуn de su mirada. Era Illyan, delgado, imperturbable y amable, flanqueado (mбs bien eclipsado) por un hombre de cuarenta y cuatro aсos, resplandeciente en su uniforme verde de etiqueta. La razуn que la habнa traнdo a Barrayar.
El almirante lord Aral Vorkosigan, retirado. Ex retirado, hasta el dнa anterior. Era indudable que sus vidas habнan sufrido un vuelco el dнa anterior.
Pero puedes apostara que, de alguna manera, caeremos de pie. El cuerpo de Vorkosigan era robusto y fornido, y su cabellera oscura estaba salpicada de gris. En la mandнbula tenнa una vieja cicatriz con forma de L. Avanzaba con energнa contenida y sus ojos grises mostraban una expresiуn de profunda concentraciуn, hasta que finalmente se posaron en Cordelia.
— Te doy los buenos dнas, seсora — le dijo, cogiйndole la mano. El sentimiento era absolutamente franco en sus ojos brillantes como espejos.
En estos espejos parezco hermosa, notу Cordelia con emociуn. En ellos me veo mucho mejor que en el de la sala. Deberнa utilizarlos para verme. La mano fuerte de Aral estaba caliente sobre sus dedos frescos y delgados. Mi esposo. Eso sonaba correcto, se ajustaba con tanta firmeza y suavidad como su mano en la de йl, aunque su nuevo nombre, lady Vorkosigan, le seguнa pareciendo ajeno.
Por unos instantes, Cordelia observу a Bothari, a Koudelka y a Vorkosigan.
Uno, dos, tres heridos. Y yo, la auxiliar.
Los supervivientes. Kou en su cuerpo, Bothari en su mente y Vorkosigan en su espнritu, todos habнan sufrido heridas casi mortales en la ъltima guerra con Escobar. La vida continъa. Hay que marchar o morir. їEstaremos empezando a recuperarnos, por fin? Ella esperaba que sн.
— їLista para partir, mi querida capitana? — le preguntу Vorkosigan. Su voz era la de un barнtono, y su acento barrayarйs sonaba cбlido y ronco.
— Tanto como me es posible, supongo.
Illyan y el teniente Koudelka marcharon adelante. El andar de Koudelka parecнa lento y dificultoso comparado con los pasos rбpidos de Illyan, y Cordelia frunciу el ceсo con incertidumbre. Entonces tomу el brazo de Vorkosigan y partiу junto a йl, dejando a Bothari con sus quehaceres.
— їCuбl es el programa para los prуximos dнas? — preguntу.
— Bueno, primero estб la audiencia, por supuesto — respondiу Vorkosigan -. Despuйs verй a algunas personas. El conde Vortala se ocuparб de todos los detalles. Dentro de unos dнas, la Asamblea de Consejos emitirб su voto de consentimiento, y luego serй investido bajo juramento. No hemos tenido un regente desde hace ciento veinte aсos; Dios sabe quй protocolo habrбn de desenterrar y desempolvar.