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— Y pensar que tu padre nunca se interesу en ellos. — Piotr dirigiу a Aral una mirada resentida.

Gracias a Dios, pensу Cordelia.

— En un caballo, seguro que podrнa ir tan rбpido como cualquiera — dijo Miles.

— Lo dudo — respondiу Piotr con frialdad -, si debemos tomar lo de hoy como un ejemplo. Si quieres montar, tendrбs que hacerlo bien.

— Ensйсame — pidiу Miles de inmediato.

Piotr mirу a Cordelia con una sonrisa amarga.

— Si tu madre te da permiso. — Girу sobre sus talones con una expresiуn irуnica, pues conocнa la antipatнa de Cordelia hacia los caballos.

Cordelia se mordiу la lengua para no responder «sobre mi cadбver». Los ojos de Aral parecнan querer decirle algo, pero ella no alcanzaba a comprenderlo. їSerнa йste otro plan de Piotr para matar a Miles? ї Se lo llevarнa y dejarнa que el animal lo lanzase, lo pisotease hasta romperle todos los huesos? Vaya una idea.

їSerнa un riesgo? Desde que Miles comenzу a desplazarse al fin, ella no hacнa mбs que correr tras йl aterrada, tratando de salvarlo de cualquier peligro fнsico; en cambio Miles dedicaba la misma energнa para escapar de su supervisiуn. Si continuaban asн mucho tiempo mбs, alguno de los dos se volverнa loco.

Si no podнa mantenerlo en un lugar seguro, tal vez lo mejor fuese enseсarle a desenvolverse en un mundo de peligros. A estas alturas ya era casi imposible que se ahogase, por ejemplo. Sus grandes ojos grises le suplicaban desesperadamente en silencio: «dйjame, dйjame, dйjame…» con la suficiente energнa como para derretir el acero.

Yo lucharнa contra el mundo entero por ti, pero que me condenen si encuentro una forma para salvarte de ti mismo. Estб bien, pequeсo.

— Bueno — accediу Cordelia -. Pero si el sargento te acompaсa.

Bothari le dirigiу una mirada horrorizada. Aral se frotу el mentуn con los ojos brillantes. Piotr pareciу absolutamente desconcertado.

— Bien — dijo Miles -. їPodrй tener mi propio caballo? їPuedo tener йse?

— No, йse no — replicу Piotr, indignado. Entonces agregу -: Tal vez un ponн.

— Un caballo — insistiу Miles, mirбndolo fijamente.

Cordelia reconociу el estilo «negociaciуn», que solнa activarse ante la menor de las concesiones. El niсo deberнa elaborar tratados con los cetagandaneses.

— Un poni — intervino ella, brindando a Piotr el apoyo que ni siquiera йl sabнa cuбnto iba a necesitar -. Uno manso… y mбs bien bajo.

Piotr le dirigiу una mirada desafiante.

— Tal vez puedas llegar a ganarte un caballo — le dijo a Miles -. Si aprendes bien.

— їPuedo empezar ahora?

— Primero tienes que curarte ese brazo — dijo Cordelia con firmeza.

— No tengo que esperar hasta que estй curado del todo, їno es cierto?

— ЎTe enseсarб a no correr por ahн rompiйndote los huesos!

Piotr dirigiу a Cordelia una mirada de soslayo.

— En realidad, durante los inicios del entrenamiento no se permite utilizar los brazos hasta que se haya obtenido una buena postura.

— їSн? — dijo Miles, venerando cada una de sus palabras -. їQuй mбs…?

Cuando Cordelia se retirу en busca del mйdico que acompaсaba al sйquito del regente, Piotr ya habнa recuperado su caballo gracias a unos terrones de azъcar. Entonces comenzу a explicarle a Miles cуmo hacer un cabestro con una cuerda, desde quй lado se debнa montar un caballo y cуmo colocar el cuerpo. El niсo, que apenas llegaba a la cintura del anciano, lo absorbнa todo como una esponja, apasionadamente atento a sus palabras.

— їQuieres apostar quiйn estarб montando quй caballo a finales de semana? — le dijo Aral al oнdo.

— No. Debo reconocer que los meses que Miles pasу inmovilizado en ese horrible tensor espinal le enseсaron cуmo controlar a quienes te rodean a largo plazo, y de ese modo imponer tu voluntad. Me alegra que no haya escogido los gimoteos como estrategia. Es el pequeсo monstruo mбs obstinado que jamбs haya conocido, pero se las arregla para que uno no lo note.

— Creo que el conde ya estб perdido — dijo Aral.

Cordelia esbozу una sonrisa y luego lo mirу con ojos mбs serios.

— En una ocasiуn, cuando mi padre vino a casa con una licencia de Estudios Astronуmicos Betaneses, fabricamos unos planeadores. Se necesitaban dos cosas para hacerlos volar. Primero habнa que correr para darles impulso. Luego debнamos soltarlos. — Cordelia suspirу -. Lo mбs difнcil de todo era saber cuбndo soltarlos.

Piotr, el caballo, Bothari y Miles desaparecieron en el interior del establo. A juzgar por sus gestos, Miles estaba formulando preguntas en rбpida sucesiуn.

Aral le sujetу la mano mientras se volvнan para subir la colina.

— Creo que volarб bien alto, querida capitana.