Siempre me asombra el efecto que un atisbo de pezón tiene sobre un hombre normalmente lúcido… alabado sea Dios.
Tampoco dejo de dar gracias por esa realidad de la vida. Alabado sea Dios otra vez.
Pero Wyatt está hecho de una pasta más resistente que la del hombre medio; algo que él nunca para de repetir, normalmente cuando intenta dejar claro que se casa conmigo porque el susodicho hombre medio le inspira una gran lástima, es por eso que me retira del mercado. De algún modo ha llegado a la conclusión de que siempre estoy intentando llevar la voz cantante en nuestra relación, lo cual os demuestra lo listo que es. Dios, detesto que tenga razón.
Wyatt observó mi pezón, y su rostro adoptó esa mirada inflexible que se les pone a los hombres cuando quieren tener relaciones sexuales y tienen bastante claro que lo van a conseguir. Luego entrecerró los ojos y volvió a mirarme al rostro.
Primero permitidme que os diga que la mirada de Wyatt puede ser muy intensa. Sus ojos son de ese verde claro que llega a resultar hiriente. Además, es un poli, como creo que ya he mencionado dos o tres veces, por lo tanto, cuando alza esa dura mirada de poli para observarte puedes sentirte algo así como inmovilizada. Pero yo también estoy hecha de una pasta resistente, y le devolví la mejor de mis miradas. Una décima de segundo después bajé la vista para estudiarme, como si no tuviera idea de lo que él estaba observando, y volví a ponerme la bata en su sitio con un estirón antes de retomar mi gesto desafiante.
– Has hecho eso a posta -me acusó.
– Es la bata -comenté. Me encanta recalcar lo obvio, sobre todo cuando hablo con Wyatt. Le saca de sus casillas-. Nunca he visto una bata que aguante en su sitio.
– Así que no lo niegas.
No sé de dónde ha sacado la idea de que si no contesto directamente a sus preguntas, estoy admitiendo la acusación que va implícita, sea cual fuere. En este caso, sin embargo, me sentía perfectamente justificada a negarlo de plano, porque todo lo del pezón había sido una coincidencia, y cualquier mujer que se precie de ello aprovecha cualquier oportunidad al vuelo.
– Lo niego -dije con un deje de desafío en mi tono-. Estoy intentando mantener una conversación seria, y lo único en lo que puedes pensar es en el sexo.
Por supuesto que ahora tenía que demostrar que yo estaba equivocada, y entonces arrojó el informe encima de la mesa.
– De acuerdo, pues mantengamos esa conversación tan seria.
– Yo ya la he iniciado. La pelota está en tu terreno.
Por la manera en que entrecerraba los ojos, advertí que necesitaba retroceder mentalmente. Pero Wyatt es sagaz, sólo tardó un par de segundos.
– De acuerdo, ¿por qué no puedes casarte conmigo? Pero antes de que empieces, déjame señalar que vamos a casarnos y que te estoy dando una semana más para fijar la fecha porque, si no, vamos a hacerlo a mi manera, aunque tenga que secuestrarte y empujar tu culo hasta Las Vegas.
– ¿Las Vegas? -farfullé-. ¿Las Vegas? Ni hablar. Britney puso Las Vegas en lo alto de la lista de lo hortera al casarse ahí. Desprecio el concepto de una boda en Las Vegas.
Me miró como si quisiera golpear la mesa con la cabeza otra vez.
– ¿De quién diablos hablas? ¿Qué Britney?
– No importa, señor negado. Tú sácate Las Vegas de la cabeza de forma permanente como lugar para celebrar bodas.
– No me importa si nos casamos en medio de la autopista -dijo con impaciencia.
– Yo quiero casarme en el jardín de tu madre, pero ahora eso sigue siendo discutible porque no puedo casarme contigo. Y punto.
– Retrocedamos un poco y volvamos a intentarlo. ¿Por qué no?
– ¡Porque mi nombre sería Blair Bloodsworth! -gemí-. ¡Tú mismo lo has dicho! -¿Cómo podía ser tan olvidadizo?
– Bien… sí-respondió con gesto de perplejidad. No lo pillaba. De verdad, no lo pillaba.
– No puedo hacerlo. Es demasiado cursi, así de simple. Para el caso, igual podrías llamarme Buffy. -Sí, sé que no tenía que adoptar obligatoriamente su apellido, pero cuando inicias negociaciones siempre marcas alto, para darte cierto margen de maniobra. Estaba iniciando negociaciones, aunque no hacía falta explicarle eso a él. Su frustración alcanzó un punto crítico, y rugió: -¿Quién puñetas es Buffy? ¿Por qué tienes que meter a esa gente en esto?
Ahora era yo la que quería darse con la cabeza en la mesa. ¿Nunca leía una revista? ¿Miraba algo aparte de los partidos de fútbol americano y los canales de noticias de la tele? Daba miedo percatarse de que vivíamos en dos culturas tan diferentes, y que aparte de los partidos de fútbol, que me encantan, nunca seríamos capaces de ver la tele juntos, nunca podríamos pasar una noche amigable y agradable juntos delante del brillo romántico de la pantalla. Me vería obligada a matarle, y ninguna mujer del jurado votaría a favor de enviarme a prisión, desde luego que no.
Por un instante fugaz vi cómo tendría que ser nuestra vida juntos: necesitaría tener mi propia televisión, lo que significaba tener mi propio cuarto para ver la televisión… lo que significaba reformar la casa de Wyatt o al menos reconfigurarla… Acogí aquella idea con enorme alegría, porque me había estado preguntando cómo podía comunicárselo a éclass="underline" su casa me gusta de verdad, o al menos la disposición básica, pero la decoración es rigurosamente la de un hombre que vive solo, lo cual la hace apenas habitable. Necesitaba poner mi sello.
– ¿No sabes quién es Buffy? -le pregunté susurrando, con los ojos muy abiertos y horrorizados. Gesticulé con todas mis fuerzas.
Wyatt casi gimotea:
– Por favor, dime sólo por qué has decidido que no puedes casarte conmigo.
Me invadió una sensación de bienestar. Hay algo satisfactorio en oír a un hombre crecido gimotear. Y aunque Wyatt no hiciera exactamente aquel sonido, se parecía mucho, y para mí eso ya era bastante, porque, creedme, no es el tipo de hombre lloricón.
– ¡Porque Blair Bloodsworth suena demasiado baboso! -Oh, Dios, estaba rodeada de palabras que empezaban por be-. La gente oiría ese nombre y pensaría, vale, tiene que ser una boba rubia, una de esas personas que hace ruido con el chicle y se retuerce el pelo con el dedo. ¡Nadie me tomaría en serio!
Se frotó la frente como si estuviera empezando a dolerle la cabeza.
– O sea, ¿que todo esto es porque Blair y Bloodsworth empiezan por be?
Alcé la mirada al techo.
– Se hace la luz.
– Eso no es más que un montón de bobadas.
– Y se ha fundido la bombilla. -¡Aaagh! ¿Cuándo parará la avalancha de palabras que empiezan por be? Siempre me sucede lo mismo. Cuando algo me resulta una bronca (¡aaagh, otra vez!) no puedo salir de la aliteración.
– Bloddsworth no es un apellido ñoño, sea cual sea el nombre de pila -dijo mirándome con el ceño fruncido-. Lleva blood [1] al principio, por el amor de Dios. Como las pelis de matanzas sangrientas. Eso no es nada ñoño.
– ¡Y tú qué sabes! Si ni siquiera sabes quiénes son Britney y Buffy.
– Y no me importa, porque no voy a casarme con ellas. Voy a casarme contigo. Pronto. Aunque creo que tendrían que examinarme la cabeza.
Me entraron ganas de darle una patada. Hacía que sonara como si fuera una cruz, cuando en realidad es superfácil llevarse bien conmigo; sólo tenéis que preguntar a alguno de mis empleados. Soy propietaria de un centro de fitness que yo misma gestiono, Great Bods, y mis empleados creen que soy genial porque les pago bien y les trato como es debido. La única persona con la que tengo problemas a la hora de congeniar -excepto la actual esposa de mi anterior marido, que intentó matarme- es Wyatt, y eso es sólo porque todavía estamos disputándonos nuestro sitio, me refiero a Wyatt y a mí. El problema es que los dos somos personalidades alfa, así que tenemos que marcar el territorio en nuestra relación.