Выбрать главу

El Gobierno chino decidió acabar con el reinado de los Budas vivos, e interrumpiendo la lucha con el pontífice de Urga ideó la intriga siguiente para el logro de sus fines:

Pekín invitó al Pandita Gheghen de Dolo Nor, así como al jefe de los lamaístas chinos, al hutuktu de Utai, dos personajes que no reconocían la soberanía del Buda vivo, a ir a la capital. Allí se acordó, después de consultar los libros búdicos, que el Bogdo Kan actual debía ser el último Buda vivo, puesto que la parte del espíritu de Buda que mora en los Bogdo Kanes no puede detenerse más que treinta y una veces en el cuerpo humano. Bogdo Kan es el treinta y un Buda encarnado desde la época de Undur Gheghen, y en él, por consecuencia, termina la dinastía de los pontífices de Urga. No obstante, al saber esto, Bogdo Kan mismo hizo varias investigaciones y descubrió en los viejos manuscritos tibetanos que uno de los pontífices de este país estuvo casado y que su hijo fue un Buda encarnado. He aquí por qué el Bogdo se casó y tiene ahora un hijo joven, enérgico y capaz; de modo que el trono religioso de Gengis Kan no quedará vacante. La dinastía de los emperadores chinos he desaparecido de la escena de los acontecimientos políticos, y el buda vivo continua siendo el centro del ideal panasiático.

El nuevo gobierno chino de 1920 se apoderó de la persona del buda vivo, confinándoles en su propio palacio; pero al comenzar el año 1921, el barón Ungern con los suyos atravesó el Bogdo Ol sagrado, y, acercándose al monasterio por detrás, dieron muerte a flechazos a los centinelas chinos; los mongoles penetraron en el palacio y libertaron a su dios, quien inmediatamente dio el grito de independencia, sublevó la Mongolia y despertó las esperanzas de los pueblos y las tribus de Asia.

En la lujosa mansión del Bogdo, un Lama me enseñó una cajita especial, cubierta con un precioso tejido, donde se guardan las bulas del Dalai Lama y del Tashi Lama, los decretos de los emperadores rusos y chinos y los Tratados entre Mongolia, Rusia, china y Tíber. En esta misma cajita está la placa de cobre con el signo misterioso del rey del mundo y el relato de la última visión del Buda vivo.

CAPITULO VI

LA VISION DEL BUDA VIVO

“He rezado y he visto lo que está oculto a los ojos del pueblo. Una vasta llanura se extendía delante de mí, limitada por lejanas montañas. Un viejo Lama llevaba un casto lleno de pesadas piedras. Andaba muy despacio. Del Norte vino un jinete vestido de blanco. Se acercó al Lama y le dijo:

– Dame tu cesto. Te ayudaré a llevarlo hasta tu Kure.

El Lama le entregó su abrumadora carga; pero el jinete fue incapaz de levantarla a la altura de su montura, de modo que el anciano Lama se la volvió a poner sobre el hombro y siguió su camino, doblado por el peso de los guijarros.

Entonces llegó del Norte otro jinete, vestido de negro, montado en un caballo negro, y también él se acercó al Lama y le dijo:

– ¡Imbécil! ¿Por qué llevas esos pedruscos que abundan tanto por el suelo?

Diciendo estas palabras, atropelló al Lama, empujándole con su caballo. El anciano soltó el cesto y las piedras se desparramaron por el terreno.

Cuando las piedras tocaron el suelo se transformaron en diamantes. Los tres hombres se precipitaron a recogerlas, pero ninguno de ellos pudo desprenderlas de la tierra. Entonces el viejo Lama exclamó:

– ¡Dioses! Toda mi vida he llevado esta agobiante carga, y ahora que me falta tan poco camino que andar la he perdido. ¡Valedme, dioses poderosos y clementes!

De improviso un anciano vacilante apareció. Lentamente juntó todos los diamantes, los colocó con dificultad en el cesto, limpiándolos previamente del polvo que los cubría, levantó la carga, se la echó al hombreo como si fuese de pluma y partió, diciendo al Lama:

– Descansa un momento. Yo vengo de transportar mi carga hasta el fin y me complace ayudarte a llevar la tuya.

Continuaron su marcha y los perdí de vista, mientras que los jinetes se pusieron a reñir. Pelearon todo el día y toda la noche, y al salir el sol sobre la llanura ninguno de los dos estaba allí muerto ni vivo; ambos habían desparecido sin dejar rastro.

He aquí lo que he visto yo, Bogdo Hutuktu Kan, hablando con el grande y sabio Buda, rodeado de los buenos y los malos demonios.

Sabios Lamas, hutuktus, kampos, marambas y santos gheghen, explicad al mundo mi visión”.

Esto fue escrito en mi presencia el 17 de mayo de 1921 según las palabras del Buda vivo, pronunciadas en el momento que acababa de salir de su oratorio particular, contiguo a su despacho. Ignoro lo que los hutuktus, gheghen, adivinos y magos le habrán respondido, pero ¿no es clara la explicaron conociendo la situación actual de Asia?

Asia se despierta llena de enigmas; pero tiene soluciones para los problemas que afectan a los destinos de la Humanidad. Ese gran continente de pontífices misteriosos, de dioses vivos, de mahatmas, de hombres que leen en el libreo terrible de Karma, sale de un largo sueño. Ese océano de centenares de millones de seres humanos está agitado por olas monstruosas.

PARTE QUINTA

EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS: EL REY DEL MUNDO

CAPITULO PRIMERO

EL REINO SUBTERRANEO

– ¡Deteneos! – murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan Luk – ¡Deteneos!

Y se dejó resbalar desde lo alto de su camello, que se tumbó sin que nadie se lo ordenase.

El mongol se tapó con las manos la cara en actitud de orar y comenzó a repetir la frase:

– ¡Om Mani padme Hung!

Los otros mongoles detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar. “¿Qué sucede?” pensé yo, mirando en torno mío la hierba color verde pálido que se extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado por los últimos rayos soñadores del sol poniente.

Los mongoles rezaron durante un momento, cuchichearon entre ello y después de apretar las cinchas de los camellos reanudaron la marcha

– ¿No habéis visto – me preguntó el mongol – cómo nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos de la llanura se quedaban inmóviles y atentos, y cómo los carneros y el ganado se echaban al suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaban de volar, las marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquel, el lobo que se aproxima a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz salga. Todos los seres vivos, transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el rey del mundo, en su palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.

Así habló el mongol, pastor simple e inculto.

Mongolia, con sus montañas peladas y terribles, sus llanuras ilimitadas, cubiertas de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones tormentosas de la Naturaleza o adormecido por la paz de la muerte, lo siente en su plena magnitud, y los lamas, rojos y amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y Lhassa guardan su ciencia y su posesión.

Ha sido durante mi viaje a Asia Central cuando he conocido por primera vez el misterio de los misterios, pues no he podido llamarlo de otra manera. Al principio no le concedí mucha atención, pero comprendí después su importancia al analizar y comparar ciertos testimonios esporádicos y frecuentemente sujetos a controversia.