– Varias veces los pontífices de Urga y Lhassa han enviado embajadas a la corte del rey del mundo – agregó el Lama bibliotecario -; pero les fue imposible dar con ella. Solo un cierto caudillo tibetano, después de una batalla con los oletos, encontró la caverna con la célebre inscripción: “Esta puerta conduce a Agharti”. De la caverna salió un hombre de buena presencia que le mostró una plancha de oro con letras desconocidas y le dijo: “El rey del mundo aparecerá delante de todos los hombres cuando llegue la hora de que se ponga al frente de los buenos para luchar contra los malos; pero esa hora no ha sonado todavía. Los más malos de la Humanidad aún están por nacer”.
El Chiang Chun, barón Ungern, nombró embajador suyo en el reino subterráneo al joven príncipe Punzing, pero este regresó con una carta del Dalai Lama de Lhassa. El barón le envió de nuevo y la segunda vez no volvió.
CAPITULO IV
El Hutuktu de Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de visitarle en su monasterio al empezar el año 1921:
– La vez que el rey del mundo se apareció a los Lamas de nuestro monasterio, favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una profecía relativa a los cincuenta años inmediata y correlativamente venideros. Hela aquí: “Cada día más se olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus cuerpos. La corrupción más grande reinará sobre la Tierra. Los hombres se asemejarán a animales feroces, sedientos de la sangre de sus hermanos. La media luna se borrará y sus adeptos se sumirán en la mendicidad y en la guerra perpetua. Sus conquistadores serán heridos por el sol, pero no subirán dos veces; les sucederá la peor de las desgracias y acabarán entre insultos a los ojos de los demás pueblos. Las coronas de los reyes, grandes y pequeños caerán: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… Habrá una guerra terrible entre todos los pueblos. Los océanos enrojecerán… La tierra y el fondo de los mares se cubrirán de esqueletos, se fraccionarán los reinos, morirán naciones enteras…, el hambre, la enfermedad, los crímenes desconocidos de las leyes…, cuanto el mundo no habrá contemplado aún. Entonces vendrán los enemigos de Dios y del Espíritu Divino que residen en el hombre. Quienes cojan la mano de otro, perecerán también. Los olvidados, los perseguidos se sublevarán y llamarán la atención del mundo entero. Habrá nieblas y tempestades. Las montañas peladas se cubrirán de bosques. Temblará la Tierra… Millones de hombres cambiarán las cadenas de la esclavitud y las humillaciones por el hambre, las enfermedades y la muerte. Los antiguos caminos se llenarán de multitudes que irán de un sitio a otro. Las ciudades mejores y más hermosas perecerán por el fuego…, una, dos, tres… El padre luchará con el hijo, el hermano con el hermano, la madre con la hija. El vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de las almas imperarán sin frenos… Se dispersarán las familias… Desaparecerán la fidelidad y el amor… De diez mil hombres, uno solo sobrevivirá…: un loco, desnudo, hambriento y sin fuerzas, que no sabrá construirse una casa, ni proporcionarse alimento… Aullará como un lobo rabioso, devorará cadáveres, morderá su propia carne y desafiará airado a Dios… Se despoblará la tierra. Dios la dejará de su mano. Sobre ella esparcirán tan solo sus frutos la noche y la muerte. Entonces surgirá un pueblo hasta ahora desconocido que, con puño fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y del vicio y conducirá a los que hayan permanecido fieles al espíritu del hombre a la batalla contra el mal. Fundará una nueva vida en la tierra purificada por la muerte de las naciones. Dentro de cincuenta años no habrá más que tres grandes reinos nuevos que vivirán felices durante setenta y un años. En seguida vendrán dieciocho años de guerras y cataclismos… Luego los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la tierra.
Más tarde, viajando por Mongolia oriental, camino de Pekín, me pregunté frecuentemente:
“¿Qué sucedería, qué sucedería si todos estos pueblos y tribus tan distintos y de tan diferentes razas y religiones comenzasen a emigrar al Oeste?”
Ahora, en el momento de escribir estas últimas líneas, mi mirada se dirige involuntariamente a ese vasto corazón del Asia Central, teatro de mis correrías y aventuras. A través de los torbellinos de nieve o de las tempestades de arena del Gobi, veo el rostro del Hutuktu de Narabanchi cuando con tono reposado me descubría el secreto de sus íntimos pensamientos, señalando al horizonte con su mano fina de aristócrata.
Cerca de Karakorum, a orillas del Ubsa Nor, contemplo los inmensos campanarios multicolores, los rebaños de toda clase de ganado, las yurtas azules de los jefes. Sobre esto se alzan los estandartes de Gengis Kan, de los reyes del Tíbet; de Siam; del Afganistán y de los príncipes indios; los signos sagrados de los pontífices lamaístas, los escudos de las tribus mongolas del Norte. No oigo el ruido de la agitada multitud. Los cantores no cantan los aires melancólicos de las montañas, de las llanuras y de los desiertos. Los jinetes mozos no disfrutan corriendo en sus ágiles caballos. Masas y masas de innumerables ancianos, mujeres y niños ocupan el terreno, y más allá al Norte y al Oeste, hasta donde la vista puede alcanzar, el cielo se tiñe con rojeces de llama y se oye el retumbar y el crepitar del incendio y el estruendo horrísono de la batalla y la matanza que lleva a los guerreros asiáticos, entre ríos de sangre propia y de los enemigos, a la conquista de Europa. ¿Quién guía a esas multitudes de ancianos sin armas? En ellas domina un orden severo, una comprensión profunda y religiosa del fin que se proponen, la paciencia y la tenacidad. Es la nueva emigración de los pueblos, la última marcha de los mongoles.
Quizá Karma ha abierto una nueva página en la Historia.
¿Qué ocurrirá si el rey del mundo está con ellos?
Pero ese gran misterio de los misterios continúa siendo impenetrable.
VOCABULARIO
AMUR SAYN. – Hasta luego.
ATTAMAN. – Jefe de cosacos.
BANDI. – Estudiante de teología budista.
BURIATO. – La tribu mongola más civilizada que vive en el valle de Selenga (Transbaikalia).
CALMUCO. – Tribu mongola que emigró de Mongolia en tiempo de Gengis y que vive ahora en el Ural y orillas del Volga. Se llaman también Oletos.
CHECA. – Organización bolchevique que persigue a los enemigos de los soviets.
CHIANG CHUN. – General chino.
DALAI LAMA. – El pontífice de la religión amarilla o lamaísta de Lhassa.
DJUGAR. – Tribu mongola del Oeste.
DUGUN. – Establecimiento comercial chino en un fortín.
DZUK. – ¡Échate!
FATIL. – Raíz preciosa empleada en medicina en China y en el Tíbet.
FELCHER. – Ayudante de cirujano.
GELONG. – Sacerdote lamaísta con derecho a ofrecer sacrificios a Dios.
GETUL. – El tercer grado entre los monjes lamaístas.
GORO. – Gran sacerdote del rey del mundo.
HATYK. – Trozo de seda azul o amarilla que se regala a los huéspedes, lamas o dioses. También significa una especie de moneda que vale dos o tres francos.
HONG. – Almacén chino.
HUCHUN. – Lugar cerrado por una empalizada o muro que contiene las viviendas, tiendas y cuadras de los cosacos rusos en Mongolia.
HUNGHUTZ. – Bandido chino.
HUTUKTU. – El grado más elevado entre los monjes lamaístas; dios encarnado, santo.
IMURAN. – Especie de roedor.
IZBUR. – Especie de roedor.
JAYRUS. – Especie de trucha.
KABARGA. – Antílope almizclado.
KAMPO. – Prior de un monasterio lamaísta, el grado más elevado en el clero blanco.
KAMPO-GELON. – El grado más elevado entre los gelongs.