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— ¿Eres tú, Bill? Entra y siéntate.

Bill entró tambaleándose.

— Toma un caramelo — le dijo Deseomortal, y sonrió.

Los reflejos empujaron a los dedos de Bill hasta la caja ofrecida, e hicieron que sus mandíbulas comenzaran a masticar la primera comida sólida que había atravesado sus labios desde hacía semanas. La saliva surgió de los polvorientos orificios, y su estómago inició un rugido preliminar, mientras sus pensamientos giraban locamente en círculos mientras trataba de imaginarse cual era la expresión del rostro de Deseomortal. Los labios curvados en las comisuras, más allá de los colmillos, y arruguitas en las mejillas. No había forma. No podía reconocerla.

— He oído que Ansioso Beager resultó ser un espía chinger — dijo Deseomortal, cerrando la caja de caramelos y metiéndola bajo su almohada —. Debía de haberme dado cuenta de eso antes. Sabía que había algo muy raro en él, limpiando las botas de sus compañeros y todas esas tonterías. Pero pensé que se trataba simplemente de un loco. Debía de habérmelo imaginado…

— Deseomortal — dijo roncamente Bill —; no puede ser, lo sé… ¡Pero se está comportando usted como un ser humano!

Deseomortal se rió, no con su risa de un cuchillo desgarrando huesos humanos sino con una casi normal.

Bill tartamudeó:

— Pero si usted es un sádico, un pervertido, una bestia, un monstruo, una cosa, un asesino…

— Vaya, gracias, Bill. Eres muy amable. Trato de cumplir con mi trabajo lo mejor que sé. Pero soy lo bastante humano como para agradecer unas palabras de alabanza de vez en cuando. El ser un asesino es difícil de proyectar, pero me alegra que lograse daros esa impresión, hasta a unos reclutas tan estúpidos como érais vosotros.

— Pe… pero… ¿no es usted realmente un…?

— ¡Ojo ahora! — cortó Deseomortal, y había en estas palabras lo bastante del antiguo veneno y ruindad como para hacer bajar en seis grados la temperatura del cuerpo de Bill. Entonces Deseomortal sonrió de nuevo —. No puedo echarte la culpa, hijo, porque te comportes de esa manera, ya que eres bastante estúpido y de un planeta atrasado, y por haber sido retardada tu educación por los soldados y todo eso. ¡Pero despierta, chico! La educación militar es algo demasiado importante como para arriesgarse a que unos aficionados intervengan en ella. Si hubieras leído algunas de las cosas que ponen nuestros libros de estudio, tu sangre se congelaría. ¿Te das cuenta de que en los tiempos prehistóricos los sargentos, o como quiera que se les llamase, eran verdaderos sádicos? Las fuerzas armadas dejaban que esa gente, que realmente no sabían nada, destruyeran a los reclutas. Dejaban que estos aprendiesen a odiar al ejército antes de aprender a temerlo, lo cual destruye la disciplina. ¡Y no hablemos de cómo se malgastaban! Siempre estaban haciendo que la gente caminase hasta morir por accidente, o ahogaban a un pelotón, o tonterías así. Tan solo esas pérdidas le harían llorar a uno.

— ¿Me permite preguntarle de qué se graduó en la universidad? — preguntó Bill en una voz débil y humilde.

— Disciplina Militar, Rotura de la Moral e Interpretación de Personajes. Un curso duro, de cuatro años, pero me gradué con una Sigma Cum, lo que no está mal para un chico que venía de una familia de trabajadores. He hecho una carrera del ejército, y es por esto por lo que no puedo comprender el porqué esos bastardos desagradecidos me han metido en esta podrida lata — alzó sus gafas de montura de oro para enjuagar una lágrima que se formaba.

— ¿Espera gratitud del ejército? — preguntó humildemente Bill.

— No, claro que no, qué tonto he sido. Gracias por traerme de nuevo a la realidad, Bill; llegarás a ser un buen soldado. Pero lo que espero es una indiferencia criminal de la que pueda tomar ventajas a través de los métodos bien probados: soborno, redacción de órdenes falsas, mercado negro y demás cosas usuales. Es simplemente que había estado realizando un buen trabajo con vosotros, los desgraciados del Campo León Trotsky, y lo menos que esperaba era que me mantuviesen en ello, lo cual fue bastante estúpido por mi parte. Lo mejor será que comience a preocuparme de mi traslado ahora mismo — se puso en pie, y guardó los caramelos y las gafas de montura de oro en una taquilla con llave.

Bill, que en los momentos de asombro no lograba ajustarse instantáneamente, estaba aún agitando la cabeza y golpeándola de vez en cuando con la palma de la mano.

— Tuvo suerte — dijo — al haber nacido así, eso le ayuda en su carrera… Me refiero al hecho de que tenga unos colmillos tan bonitos.

— Nada de suerte — dijo Deseomortal, haciendo sonar uno de sus largos colmillos —. Tremendamente caro. ¿Sabes lo que cuestan un par de colmillos mutantes, hechos crecer en una probeta, e injertados quirúrgicamente? ¡Es imposible que lo sepas! Trabajé durante las vacaciones de verano de tres años para ganar lo bastante como para comprarme estos; pero te aseguro que valía la pena. La imagen es lo más importante. Estudié las viejas grabaciones de los destructores de moral prehistóricos, y a su manera, cruda, eran buenos. Naturalmente, eran seleccionados por su tipo físico y su bajo índice de inteligencia, pero sabían ponerse en su papel. Tenían cabezas en forma de bala, se afeitaban completamente el cráneo y mostraban sus cicatrices, tenían mandíbulas gruesas, modales repulsivos, todo. Me imaginé que una pequeña inversión al principio pagaría buenos dividendos al final. Y créeme que fue un sacrificio, no verás muchos colmillos injertados por ahí. Por un montón de razones. Oh, tal vez sean buenos para comer carne dura, pero ¿para qué otra cosa sirven? Espera hasta que beses a tu primera chica… Ahora piérdete, Bill. Tengo cosas que hacer. Ya nos veremos…

Sus últimas palabras se perdieron en la distancia, ya que los bien condicionados reflejos de Bill lo habían llevado a lo largo del corredor en el mismo instante en que había sido despedido. Cuando el terror espontáneo desapareció, comenzó a caminar con cuidadosos pasos, como un pato que tuviera una articulación rota, pensando que así se le vería como un espacionauta veterano. Estaba comenzando a sentirse como un viejo soldado, y momentáneamente se hallaba bajo la falsa creencia de que sabía más acerca del ejército de lo que este sabía de él. Esta falsa concepción tan patética fue instantáneamente disipada por los altavoces del techo, que eructaron y luego lanzaron sus voces nasales a través de la nave:

— Atención, órdenes directas del mismo Viejo, el capitán Zekial, que tanto habéis estado esperando oír. Vamos a entrar en acción, así que tendremos que arreglarlo todo a proa y a popa, amarrando todo el equipo suelto.

Un bajo gruñido de dolor, que surgía de los corazones, resonó en cada compartimiento de la inmensa nave.

SEIS

Se oía hablar mucho a radio macuto, y los rumores de las letrinas proliferaban, acerca del primer vuelo de la Fanny Girl. Pero nada de todo ello era cierto. Los rumores eran iniciados por PM infiltrados, y por lo tanto no tenían valor alguno. Casi la única cosa de que podían estar seguros era de que quizá fueran a algún lugar, porque parecían estarse preparando para ir a algún lugar. Hasta Tembo admitió esto mientras ataban los fusiles en el almacén.

— Aunque quizá — añadió — estemos haciendo todo esto para engañar a posibles espías y hacerles creer que vamos a algún lugar cuando en realidad son otras naves las que van allí.

— ¿Dónde? — preguntó irritablemente Bill, atando su índice en un nudo y dejando parte de la uña cuando logró sacarlo.

— Bueno, a cualquier parte. Eso no importa. — A Tembo no le preocupaba ninguna cosa que no hiciera referencia a su fe —. Pero yo sé a dónde vas a ir tú, Bill.