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— ¡Y seguro que ganaría! — afirmó fervientemente Bill.

— Las cadenas automáticas y los ascensores se llevan los ladrillos a los espaciopuertos, donde son cargados en las astronaves en cuanto son vaciadas, una carga completa por cada carga completa, ese es nuestro lema. Y he oído que en algunos de los planetas de suelo pobre dan vivas cuando las naves aterrizan. No, no podemos protestar de nuestro tratamiento de las aguas residuales, son los otros departamentos los que nos crean problemas — el inspector Jeyes vació su recipiente y se quedó sentado con cara huraña, habiendo desaparecido su placer tan repentinamente como había aparecido.

— ¡No, no haga eso! — le chilló a Bill, cuando este terminó su bebida e inició el gesto de tirar el recipiente vacío al receptor de desperdicios de la pared —. No quería gritar en esa forma — se disculpó —, pero ese es nuestro gran, gran problema. Los desechos. ¿Ha pensado alguna vez en cuantos periódicos tiran cada día ciento cincuenta mil millones de personas? ¿O cuantos recipientes no recuperables? ¿O platos de un solo uso? Estamos trabajando en Investigación acerca de este problema, día y noche, pero no logramos solucionarlo. Es una pesadilla. Ese recipiente de Alco-Sacudida que tiene en la mano es una de nuestras respuestas, pero tan solo es una gota de agua en el océano.

Cuando las últimas gotas de líquido se evaporaron del recipiente, este comenzó a agitarse obscenamente en la mano de Bill y, horrorizado, lo dejó caer al suelo, donde continuó agitándose y cambiando de forma, desmoronándose y aplanándose ante sus ojos.

— Tenemos que agradecerle a los matemáticos esta solución — dijo el inspector —. Para un topólogo, un disco o una taza o un recipiente de líquido tienen todos la misma forma: un sólido con un agujero, y cualquiera de ellos puede ser convertido en cualquiera de los otros por una continua transformación uno-a-uno. Así que hicimos los recipientes con un plástico con memoria que regresaba a su forma original una vez seco… mírelo ahí.

El recipiente había cesado de agitarse, y ahora yacía tranquilo en el suelo, un disco plano y finamente grabado con un agujero en el centro. El inspector Jeyes lo recogió y le arrancó la etiqueta de Alco-Sacudida, y Bill pudo entonces leer la otra etiqueta que había estado oculta debajo: Amor en órbita, ¡boing, boing, boing!, cantado por Los Coleópteros.

— ¿No es ingenioso? El recipiente se ha transformado en un disco de una de las más molestas canciones del momento, un objeto que ningún adicto a la Alco-Sacudida puede, en ningún caso, arrojar. Es recogido pues y guardado con cariño, y no lanzado a un recipiente de basuras para crearnos otro problema.

El inspector Jeyes tomó ambas manos de Bill entre las suyas, y cuando lo miró directamente a los ojos los suyos estaban bastante húmedos.

— Diga que lo hará, Bill… que se dedicará a la investigación. Tenemos tal falta de hombres ingeniosos y entrenados que comprendan nuestros problemas. Tal vez no acabó con su carrera de Operador Técnico en Fertilizantes, pero puede ayudar, una mente joven con ideas jóvenes, una nueva escoba para ayudar a barrer las cosas, ¿eh?

— Lo haré — dijo con determinación Bill —. La investigación en los residuos es algo en lo que un hombre puede hincar el diente.

— Se lo ha ganado. Habitación, manutención y uniforme, más un salario digno, y todos los restos y porquerías que desee. Nunca le sabrá mal esta decisión…

Una aullante sirena lo interrumpió, y un instante después un hombre sudoroso y excitado entró corriendo en la habitación.

— ¡Inspector, esta vez sí que se ha disparado el cohete: la Operación Platillo Volador ha fallado! Hay aquí un equipo de astronomía que se está pelando con nuestro grupo de investigación, revolcados por el suelo como si fueran animales…

El inspector Jeyes estaba en la puerta antes de que el mensajero hubiera terminado, y Bill corrió tras suyo, lanzándose por una rampa justamente después de él. Tomaron una cinta de sillas rodantes, pero era demasiado lenta para el inspector, que saltaba como un conejo de silla en silla, y Bill le seguía de cerca. Entonces entraron en un laboratorio repleto de complejo equipo electrónico y de hombres que se agitaban y luchaban, rodando y pateando en un lío inexplicable.

— ¡Paren en seguida, paren! — chilló el inspector, pero nadie le escuchó.

— Tal vez yo pueda ayudar — dijo Bill —. Aprendemos estas cosas en el ejército. ¿Cuáles son los Agentes de Saneamiento?

— Los de uniforme marrón.

— No me diga más — dijo Bill, zumbando alegremente, se introdujo en la gruñente multitud y, con un puñetazo aquí, un aplastamiento de riñones allá, y tal vez con algunos golpes de karate que destruyen la laringe, restauró el orden en la habitación. Ninguno de aquellos agitados intelectuales tenía un gran físico, y pasó a través de ellos como un cuchillo por la mantequilla, y entonces comenzó a extirpar a sus nuevos camaradas del lío.

— ¿Qué ocurre, Basurero, qué ha pasado? — preguntó el inspector Jeyes.

— Son esos, señor. Irrumpen aquí gritando, diciéndonos que acabemos con la Operación Platillo Volador, justo cuando habíamos superado nuestro récord de eliminación, cuando habíamos hallado que casi podíamos aceptar el doble de entradas…

— ¿Qué es eso de la Operación Platillo Volador? — preguntó Bill, muy confuso por lo que sucedía. Ninguno de los astrónomos estaba aún despierto, aunque alguno de ellos gemía ya, así que el inspector tuvo tiempo para explicarle, apuntando a un gigantesco aparato que llenaba todo un costado de la habitación.

— Quizá fuera la respuesta a nuestros problemas — dijo — Son todos esos malditos platos y vasos eliminables de las comidas preparadas y demás. ¡No me atrevo ni a decirle cuantos metros cúbicos se han acumulado! Tal vez sería mejor decir kilómetros cúbicos. Pero Basurero estaba mirando un día una revista y leyó un artículo sobre un transmisor de materia, e hicimos un pedido y compramos el modelo más grande que encontramos. Lo conectamos a la cinta sin fin y a los cargadores — abrió un panel al lado de la máquina, y Bill vio un torrente de utensilios de plástico usados que entraban a gran velocidad —, y alimentamos todos estos malditos desperdicios en el lado de entrada de la máquina, y ha funcionado como un sueño desde entonces.

— Pero… ¿adónde van? — Bill seguía alelado —. ¿Dónde está la salida del transmisor?

— Una pregunta inteligente: ese era nuestro gran problema. Al principio simplemente los lanzábamos al espacio, pero Astronomía dijo que demasiados de ellos regresaban como meteoritos y estropeaban sus observaciones estelares. Aumentamos la energía y los lanzamos más lejos, poniéndolos en órbita, pero Navegación dijo que estábamos creando una molestia en el espacio, formando un peligro para la navegación, y tuvimos que ir más lejos. Finalmente, Basurero consiguió de Astronomía las coordenadas de la estrella más cercana, y desde entonces los hemos estado echando a la estrella sin tener problemas y satisfaciendo a todo el mundo.

— So estúpido — dijo uno de los astrónomos, entre labios rotos, mientras trataba de ponerse en pie —. ¡Sus malditos desperdicios voladores han iniciado una nova en esa estrella! No podíamos imaginar qué era lo que la causaba hasta que hallamos su petición de información en los archivos y nos enteramos de su imbécil operación de aquí abajo…

— Cuidado con lo que dice o lo vuelvo a dormir, so mamón — gruñó Bill. El astrónomo retrocedió y se puso pálido, luego continuó en un tono más suave: