– Ella podría pensar de manera distinta a su padre. No con relación a nosotros, desde luego. Pero podría ser más razonable que Qurong.
– ¿Razonable respecto a qué? -inquirió William-. Ella solo nos vería morir tan pronto como su padre lo hiciera.
– Razonable respecto de los libros de historias.
– ¿Los libros de historia? -indagó Thomas parpadeando a la tenue luz.
– Las hordas aún los tienen, ¿correcto?
– Hasta donde sabemos.
– Y tú tienes conocimiento especial acerca de las historias.
– No veo…
– ¿No dijiste que ella estaba fascinada por las historias cuando se conocieron en el desierto?
De repente Thomas vio adónde iba ella. Se puso de pie lentamente.
– Si logras tener una audiencia con ella -continuó Suzan-, y la persuades de que puedes mostrarle cómo interpretar las historias, ella podría influir en retardar nuestra ejecución. O al menos la tuya.
– ¿Pero cómo obtendría yo una audiencia con ella?
Esto es una locura -objetó William-. ¡Las hordas ni siquiera pueden interpretar los libros de historia!
No sabemos que no se les pueda enseñar -opinó Thomas-. Suzan Podría tener razón.
~~¿Y qué conseguiría la demora de nuestra ejecución? -cuestionó William.
¿Vas a discutirlo todo? -preguntó Thomas-. Aquí no es que estemos Precisamente llenos de alternativas. Dale una oportunidad. Luego se dirigió a Suzan.
Por otra parte, él tiene razón. Dudo que a un encostrado se le pueda enseñar a interpretar los libros de historias. No logran descifrar la verdad en ellos.
– ¿Funcionó el libro en blanco? -indagó ella.
El libro había entrado en la otra realidad. Thomas no les había hablado a sus compañeros de la desaparición del libro.
– Sí. Sí, en realidad sí.
– ¿Hay más libros en blanco? Él no había considerado esta posibilidad.
– No sé.
– Tal vez no logres tener una audiencia con Chelise, pero Ciphus te verá -juzgó Suzan-. Hazle promesas relacionadas con el poder de los libros en blanco.
– No funcionan en esta realidad.
– Promesas, Thomas. Solo promesas.
Entonces Thomas vio claramente todo el plan. Se volvió hacia Caín.
– ¿Cómo logro captar la atención de un guardia?
12
CINCO ENCOSTRADOS totalmente armados introdujeron a Thomas al Thrall por una entrada trasera. Toda la estructura fue construida pensando en el Thrall original. Al no tener madera colorida, Ciphus había usado barro, que luego cubrió con paja seca… al estilo de las hordas. El enorme piso circular en el auditorio en cúpula era verde, también trabajado en paja seca en vez de la resina brillante que en otro tiempo moldearon las manos de hombres inocentes. Cientos de adoradores yacían postrados alrededor de la circunferencia, con solo las cabezas y las manos en el círculo verde.
Era como si estuvieran rindiendo homenaje a este lago verde.
La orientación principal del Thrall original era la enorme estatua de la serpiente alada, la cual se hallaba en lo alto de la cúpula. Una réplica más pequeña colgaba de la cima interior.
Este era el Thrall de Teeleh.
Thomas fue obligado a atravesar el auditorio, entrar a un pasillo y luego a una oficina lateral, donde se hallaba un solo hombre encapuchado con la espalda hacia la puerta, mirando por una ventana pequeña. La puerta se cerró detrás de Thomas.
Permaneció encadenado ante una gran tabla de madera, a la que se Podría llamar escritorio, bordeada a cada lado con estatuas de bronce de la serpiente alada. Ardían velas en dos grandes candeleros, cuyo grasiento humo se elevaba al techo.
El hombre se volvió lentamente. El primer pensamiento de Thomas fue que Ciphus se había convertido en fantasma. El polvo en su rostro era tan blanco como la túnica blanco que usaba, y sus ojos solo un tono más oscuro.
El sumo sacerdote lo miró como un felino, sin emoción, los brazos cruzados dentro de mangas cubiertas que le ocultaban las manos.
– Hola, Thomas.
– Ciphus -contestó Thomas inclinando levemente la cabeza-. Qué bueno verte, viejo amigo.
El sumo sacerdote únicamente lo miró por largo rato y Thomas no quiso volver a hablar. Con determinación jugaría y ganaría este juego.
Ciphus fue hacia un elevado frasco sobre su escritorio y le agarró el delgado cuello con sus largos dedos blancos. Usaba el mismo polvo que utilizaran Chelise y su madre, reflexionó Thomas. La piel rajada aún se veía debajo, pero no en la misma forma escamosa que caracterizaba a los llene de costras.
– ¿Bebes? -preguntó el sacerdote vertiendo un líquido verde en un cáliz.
– No, gracias.
– ¿Estás seguro? Es jugo de fruta.
– Tenemos fruta, Ciphus. ¿La has probado?
– ¿Tus semillas amargas? Que prefieras eso debería ser la primera señal de que has perdido tu juicio. Las aves y los animales comen ansiosamente semillas amargas. Igual tú -declaró, y sorbió el jugo de fruta.
– ¿Sanan también a los animales las semillas que ellos se comen? – inquirió Thomas.
– No. Pero los animales no practican brujería. La cuál es la única clara indicación de que ustedes en realidad no son animales. ¿Qué son entonces Thomas? Es claro que ya no son humanos; una mirada a tu carne es suficiente prueba. Y en realidad no eres un animal como aseguran otros. ¿Que eres entonces? ¿Um? ¿Nada más que un enemigo de Elyon?
– Somos seguidores de Justin, quien es Elyon.
– Por favor, no aquí -expresó Ciphus con labios demacrados' Estamos en su templo; no permitiré que profieras aquí tal blasfemia. El encostrado bajó con cuidado la copa.
– Solicitaste una audiencia. Supongo que pretendes suplicar por ^ vida. Cuando tienes la espada me desafías a mí y a mi consejo, y ahora gas a mis pies cuando te tengo en cadenas, ¿es así?
– No eres tú quien me tiene en cadenas, sino Qurong.
– ¿Y dónde está Justin ahora? Yo habría creído que vendría galopando sobre un caballo blanco y trazaría en la arena una línea que te protegiera.
– No puedes seguir fingiendo que no ocurrió nada cuando lo mataste, Ciphus.
– ¡Martyn lo mató! -exclamó bruscamente el hombre-. ¡Lo mató tu precioso Johan!
– Y tú se lo permitiste. Johan ha encontrado nueva vida. Tú aún vives en tu muerte.
– Te equivocas. La muerte de Justin demuestra que estás equivocado. Solo un bobalicón podría alguna vez estar convencido de que Elyon moriría. O que podría morir, en realidad. Vives en esta tonta condición tuya debido a tu necedad en seguir la payasada de Justin. Es el juicio de Teeleh contra ti.
– ¿El juicio de Teeleh?
– No trates de engañarme -contestó bruscamente Ciphus-. Elyon te ha juzgado.
– Dijiste el juicio de Teeleh.
– Yo nunca expresaría ese nombre en el lugar santo. No pongas palabras en mi boca.
Él no se había oído. No solo estaba ciego a la verdad; estaba sordo. Un hombre a quién compadecer, no odiar.
– Justin está vivo, Ciphus. Un día, tarde o temprano, verás eso. Él no descansará hasta que su novia regrese a él.
– ¿De qué tonterías estás hablando? ¿Qué novia?
Así es como él nos llama. Tú. Cualquiera que le acepte la invitación al Gran Romance.
– ¿Ahogándose? ¡Qué absurdo!
– Muriendo a esta enfermedad que cuelga de tu piel y te ciega los ojos. Hallando una nueva vida con él.
Ciphus frunció el ceño y caminó a lo largo del escritorio, con las manos en la espalda.
– ¿Cómo volviste color café el lago? -preguntó Thomas. Drenamos el agua profanada y llenamos el lago con el agua del manantial. Debimos volver al Gran Romance; seguro que lo entiendes. La gente estuvo dos semanas sin bañarse, y solo fue por la gracia de Elyon que no nos castigó por nuestra indiscreción. Una indiscreción que fue tuya, te lo podría recordar.
– Así que todo volvió aquí a la normalidad. Bañar una enfermedad que permanece.