– Haré todo lo que esté en mi poder para que salgamos.
– ¿Y qué poder es ese? -investigó William.
Se lo habían hecho saber menos de cinco minutos antes por intermedio de un guardia del templo.
– Parece que la muerte es demasiado honorable para ustedes -les informó el guardia con una sonrisita de complacencia-. El poderoso guerrero es ahora un esclavo, ¿no es así? Mejor lamer los pies de su conquistador que terminarlo todo con una espada.
El guardia se volvió a reír.
– Pasarán por usted en diez minutos. Despídase de sus amigos.
– ¿Adónde voy? -preguntó Thomas.
– Adondequiera que Qurong desee. Hoy a la biblioteca real. Parece que necesitan un traductor.
– ¿Y nosotros? -interrogó William.
– Ustedes son un regalo para la boda -contestó el hombre sonriend0
y dando la vuelta para salir; luego musitó mientras salía-. Por desgracia la boda se ha aplazado.
Ahora ellos esperaban.
– El mismo poder que él utilizó para ganarse la lealtad de ella -le dijo Suzan a William.
– No estés tan segura. ¡Está tan claro que ella es una serpiente mentirosa como que ante sus ojos somos salamandras! -exclamó William escupiendo a un lado-. Preferiría morir antes de servir a la mesa de Qurong.
– No creo que sea a la mesa de él -objetó Suzan-. Sino a la de su hija. La treta de Thomas funcionó. Los libros de historias podrían salvar nuestro pellejo antes de que esto termine.
– ¡La mesa de su hija sería peor! No hay nada tan repugnante como una mujer encostrada.
– Coincido con William -terció Caín-. Preferiría servir a la mesa de Qurong que a la de su esposa o su hija. Es mejor enfrentar la espada de un guerrero que las lenguas mentirosas de esas mujeres.
– Quieres decir lenguas podridas, ¿no es verdad? Se pueden oler cuando vienen…
– ¡Basta! -exclamó Thomas-. Ustedes me están haciendo asquear. No es culpa de ellas que apesten.
– Si escogieran el ahogamiento, no apestarían; ¿cómo puedes decir que no es culpa de ellas?
– Está bien, es su culpa. Pero apenas lo comprenden. Estas son las personas a las que Justin está cortejando.
– Nosotros somos su novia -afirmó William-. No estas rameras.
A Thomas le desconcertó que William usara esta palabra. Una vez había sido una expresión común para él, pero no desde el ahogamiento.
– Estaríamos tremendamente agradecidos si pudieras convencer a esta ramera de que nos salve la vida -expresó Suzan mirando a William-. ¿Tienes un plan?
Thomas fue hasta el rincón de la celda y volvió.
– Imagino que lo podrías llamar así. Soñaré si logro evitar el jugo de rambután. Si sueño, despertaré en las historias y le diré a mi hermana cómo acatarnos.
– Tu hermana, Kara, quien también era Mikil en la reunión del consejo -manifestó William con una ceja arqueada-. ¿Estás poniendo nuestras vidas en manos de un personaje de tus sueños?
– No, en las de Mikil -contradijo Thomas-. A menos que tengas un mejor plan.
Lo miraron en silencio. Así era; no había más planes.
– Bueno, Thomas de Hunter. Por lo pronto pondré mi confianza en ti -expuso finalmente Caín yendo hacia Thomas y agarrándole los antebrazos para formar un círculo entre ellos, el tratamiento común-. Esto no tiene sentido para mí, pero siempre nos has dirigido por el sendero correcto. La fortaleza de Elyon.
– La fortaleza de Elyon.
Thomas repitió el apretón con cada uno.
– Ten cuidado, amigo mío -advirtió William-. No dejes que la enfermedad te manipule la mente. Si yo fuera Teeleh no vería victoria más grandiosa que atraer al gran Thomas de Hunter a la senda de Tanis.
Thomas le agarró los brazos. Ellos nunca habían visto que nadie del Círculo volviera otra vez a tener la enfermedad después de ahogarse… ni siquiera estaban seguros de que esto fuera posible. Pero algunas de las palabras de Las historias escritas por el Amado sugerían que era posible. El libro decía: Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Ellos no sabían exactamente qué significaba esto, pero creían que lo opuesto también era cierto. La advertencia de William era buena.
– La fortaleza de Elyon.
– La fortaleza de Elyon.
– ¿DÓNDE ESTÁ él ahora? -exigió saber Woref.
– Encerrado en el sótano -respondió Ciphus-. Como acordamos. Qurong se hallaba en lo alto de las escaleras que llevaban al baño real. Habían construido el edificio del baño en la base del Thrall, lejos de las curiosas miradas de los plebeyos. Solo a la familia real, a los generales y sus esposas, y a los sacerdotes se les permitía bañarse en la casa de piedra.
– ¿Y Chelise?
– Fue tu propia recomendación -recordó Qurong, mirando al general-. ¿Estás ahora preocupado como una mujer?
– Solo estoy preocupado por proteger lo que es mío -contestó Woref bajando la cabeza.
– ¿Es tuya mi hija? No recuerdo una boda. Lo que sí recuerdo es que no habrá una a menos que se encuentren los libros.
– Por supuesto. Pero este hombre no es alguien común y corriente. No confío en él.
– Yo tampoco. Por eso es que lo quería muerto. Aunque debo admitir que esta idea tuya me gusta cada vez más -declaró, sonriendo irónicamente.
Qurong abrió su túnica y la dejó caer al suelo. Alrededor del perímetro se levantaba vapor de las piedras calientes que los criados habían puesto dentro del estanque. Él detestaba bañarse, no solo por el ardor sino porque le recordaba la pena de muerte. Ahogamiento. El Gran Romance era una forma brillante de mantener a la gente en su lugar, pero debería haber una excepción para la realeza.
– Solo me preocupa la seguridad de su hija, mi señor.
– Ella tiene su guardia. El albino está encerrado bajo llave. Si yo no lo supiera bien, diría que estás celoso, Woref.
– Por favor, mi señor, no me insulte.
Qurong bajó los escalones y entró a la plataforma del baño. Metió un pie en el agua y luego lo sacó. Esta práctica terrible lo iba a matar.
– ¿Y tú, Ciphus? ¿Qué dices?
– Afirmo lo que ya dije. Para mantener a tu cautivo a la raya se necesita una mano más fuerte que para matarlo.
– Entonces concuerdas en que él requiere una mano más fuerte.
– Los albinos no creen en la espada, si eso es lo que quieres decir – contestó el sumo sacerdote aclarándose la garganta-. Ni siquiera Thomas de Hunter lastimaría a tu hija. Pero podría tratar de escapar.
– ¿Existe alguna manera de escapar de la biblioteca?
– Eso tienes que preguntárselo a Woref. Muy bien entonces, ¿Woref? Siempre hay una vía de escape.
– ¿Sin violencia? El titubeó.
– ¿Bien?
– No, no que se me ocurra.
– ¿Por qué entonces te preocupas? No has hallado los libros. A mí me preocuparía eso.
– Entonces solicitaría que tan pronto como me haya casado con su hija me permita matar a Thomas de Hunter -pidió Woref.
– Creí que eso era lo acordado. Woref miró a Ciphus, quien habló.
– En realidad, creo que se supone que Thomas sirva indefinidamente, mientras demuestre ser útil en traducir los libros de historias. Esa es una tarea de mucho beneficio para el Gran Romance.
– No estoy interesado en una traducción hecha por mi enemigo. No sería confiable. Si él puede enseñar a Chelise a leer los libros, le dejaré terminar su tarea antes de matarlo. O si no morirá.
El sacerdote frunció el ceño.
– Chelise supone que…
– ¡No me importa lo que piense mi hija! Soy yo quien toma esta decisión. Woref tiene razón. ¡No se debe confiar en este albino! Cualquier acuerdo al que llegaran cuando golpeó a mi hija no es de mi incumbencia.
– Sí, sé más de lo que crees, Woref.
– Thomas de Hunter será mi esclavo hasta que ya no sea útil -continuó Qurong-. Luego lo mataré yo mismo. Ahora, si ustedes dos tienen la amabilidad de dejarme, tengo el terrible deber de bañarme en este agujero apestoso por un momento.