– Yo estaba pensando en otro.
– ¿Cuál?
– No sé dónde está.
– Entonces lea este. Por favor.
De mala gana él agarró el libro y se sentó detrás del escritorio.
ELLA CAMINABA mientras él leía desde el escritorio. Era un excelente lector, de verdad. Leía en tono suave y con gran modulación, pero fuerte cuando la historia lo requería. Chelise miraba las sobresalientes estanterías y se embebía en la historia que él estaba leyendo. Luego otra, y otra.
– ¿Debo detenerme?
– No. Por favor. ¿Puede leer más?
– Sí.
Y él leyó.
Su voz pronto parecía casi mágica. Ella decidió que él era alguien en quien podía confiar. Un buen hombre que desafortunadamente era albino.
¿Cuántas veces Chelise había querido leer lo que ahora oía? Este era un día especial. Ella se apoyó en un librero y echó la cabeza hacia atrás. El sol caía de lleno. Mediodía. Si estas palabras fueran peldaños, sin duda ella treparía todo el camino hasta el cielo.
Chelise rió y se sentó en el piso. La lectura se detuvo por un instante, y luego comenzó otra vez. Lee, mi siervo. Sigue leyendo.
Thomas siguió leyendo.
¿Cómo podían unas simples palabras cargar tal peso? Era como si obraran su magia en este mismo instante. Metiéndosele en la mente y embarcándola en un viaje que pocos habían hecho. A tierras remotas, colmadas de misterio. A lagos y nubes, nadando, zambulléndose, volando.
Ella se subió a una ventana y se puso de lado, ensimismada en otros mundos. No parecía importar qué historia estuviera él narrando; todas eran poderosas.
La que él leía ahora trataba de una traición. Brotaron lágrimas en los ojos de la joven y el corazón le palpitó con fuerza, pero ella sabía que todo estar'2 bien, porque era al fin consciente de que nunca la defraudaría la clase ¿e poder que se hallaba en estos libros.
Sin embargo, la historia que él leía era espantosa. Un príncipe había perdido su único amor y examinó el reino solo para descubrir que a ella la habían obligado a casarse con un hombre cruel.
Chelise miró al techo y empezó a sollozar. El lector paró y, al reiniciar la lectura, ella comprendió que él también estaba llorando. Su nuevo criado lloraba mientras leía.
¿O ella solo estaba oyéndolo en la mente?
La historia cambió. La novia encontró una manera de escapar a la cruel bestia con la ayuda del príncipe.
Chelise comenzó a reír. Levantó las piernas, extendió los brazos y rió hacia el techo.
Fue solo después de algún tiempo que ella comprendió que la suya era la única voz en el salón. Se detuvo y se sentó, desorientada. ¿Qué estaba sucediendo? Thomas se hallaba en el escritorio mirándola; él tenía las mejillas manchadas de lágrimas.
Y ella estaba en el piso.
La joven se puso de pie y se sacudió el polvo de la túnica.
– ¿Qué pasa? -preguntó ella-. Yo… ¿qué sucedió?
– No puedo ver la página -contestó él.
Los dos habían estado llorando. Después de todo ella no lo había imaginado. Miró la puerta… aún cerrada. ¿Y si alguien hubiera entrado mientras ella se hallaba en este horrible estado? Nunca lo podría explicar. Ni siquiera estaba segura de lo que había ocurrido consigo misma.
– ¿Hizo eso la historia? -indagó Chelise mirándolo.
– Parece que el poder de la verdad es muy impresionante en su mente opinó él, quien parecía tan sorprendido como ella.
– ¿Mi mente? ¿No en la de usted?
Yo me he impresionado muchas veces. Intente morir ahogada y sabrá cuan impresionante es.
Ella se enderezó las mangas, súbitamente avergonzada. ¡Pero el poder! El gozo, el misterio. Lo único que se le ocurrió fue sonreír. ¿Podría hablar con alguien acerca de esto? No. Podría ser muy peligroso.
– Eso tendrá que ser todo por ahora -anunció Chelise después de carraspear y de respirar hondo.
– ¿Nos veremos mañana? -preguntó él poniéndose de pie.
Ella sinceramente no sabía cómo proceder. Fue una experiencia estremecedora. Embriagadora.
– Veremos. Creo que sí, si encuentro el tiempo.
– Tal vez podríamos volver a leer esta noche -opinó él, rodeando el escritorio.
– No, eso no podría ser. Usted es mi criado, no mi bibliotecario.
– ¿Podrían entonces darme una antorcha para mi celda? No hay luz.
– ¿No hay luz? Insistí en que usted tuviera luz. Woref.
– Y me están haciendo beber jugo de rambután bajo amenaza de las vidas de mis amigos. Si bebo el jugo, no puedo soñar, y debo soñar.
– Ahora usted está yendo demasiado lejos. Le conseguiré luz y alimento, pero este asunto de los sueños no es de mi incumbencia.
Ella fue hacia la puerta, con la mitad de la mente aún atrapada en los cielos.
– ¿Y vivirán mis amigos?
– Estoy segura de que eso se puede arreglar -contestó ella volviéndose en la puerta-. Sí, por supuesto. ¿Algo más? ¿Quizás las llaves de su celda? Él sonrió.
18
THOMAS NO estaba seguro de qué le había sucedido en la biblioteca ese primer día con Chelise, pero descubrió que, por mucho que lo intentara, no se la podía quitar de la mente. El corazón de Chelise se había abierto a una astilla de la verdad; él lo sabía. La joven había oído narrar la historia, la verdad inalterada, y se había impregnado de ella. Otra persona pudo haber oído lo mismo y escuchado con vago interés. Thomas entendía esto. Lo que estuvo mucho menos acertado fue su propia reacción ante ella.
De alguna manera extraña, los ojos del guerrero se habían abierto a Chelise. Ella había oído la verdad, quizás por primera vez, pero él había visto una verdad a la que nunca antes había prestado atención. La verdad era Chelise. Como Elyon veía a la muchacha.
Pasó únicamente una hora con la muchacha la mañana siguiente y ella pareció cautelosa. Incluso temerosa. Caminó otra vez mientras él leía, pero esta vez se detenía a cada momento para preguntarle de qué trataba la historia. En qué período se había escrito. Quién la escribió.
Finalmente Thomas cerró el libro y atravesó el salón hacia donde ella había retirado otro volumen.
– ¿Qué pasa? -inquirió ella.
– Usted está distraída.
– Woref está despotricando como un loco. Está poniendo la ciudad patas arriba buscando los libros en blanco. Es una inquisición.
Thomas estaba bastante seguro de que no los encontrarían, pero no lo dijo.
No me refiero a eso. ¿Qué leí ayer? -indagó él. Una historia.
– ¿Qué historia? Hábleme de la historia que yo estaba leyendo cuando usted lloró.
Chelise miró a lo lejos, distraída.
– ¿Fue demasiado para usted?
– Usted leyó una historia acerca de una princesa que fue llevada cautiva por un hombre malvado.
La historia que Thomas leyera había sido un simple relato de historia, apenas el drama que ella recordaba. Sin embargo, ¿había ella oído el drama en la historia?
Los ojos de la joven se humedecieron y se mordió el labio inferior. Thomas se vio con deseos de consolarla. Ella estaba parada en la luz del sol de una ventana encima de ellos, el rostro blanco con morst, los ojos grises y sin vida. Una vez una imagen repugnante; pero ahora…
– Esa era la verdad detrás de las palabras que leí -comentó él-. No lo que leí. Usted abrió su mente a la verdad.
– Entonces usted no debería leerme más los libros.
– ¿Por qué no? Es lo que usted siempre ha buscado.
– ¡No la verdad de usted! ¡Nunca he buscado la verdad de un albino! ¿Sabe usted quién soy?
– Usted es Chelise, la hija de Qurong. ¿Y quién soy yo?
– Usted es mi criado. Un esclavo. ¡Un albino!
– ¿Y cree usted que hay alguna verdad en este albino?
Ella no quiso mirarlo. Se quedaron en un silencio torpe. Finalmente Chelise puso el libro en las manos de él y se fue hacia la puerta.