Woref mató ese día a ocho de los guardianes. Aún recordaba cada golpe, en que cortara carne y hueso. El olor a sangre. Los gritos de dolor. Los ojos blancos de terror. Matanza. No había experiencia que se le comparara ni remotamente.
Sus órdenes eran traer vivo a Thomas, en parte por la información que el hábil líder podría comunicar y en parte porque Qurong quería hacer de él un ejemplo. Pero si le daba una excusa, Woref mataría al hombre. Thomas era responsable por la soledad que el encostrado había experimentado en los últimos trece meses… en realidad en los últimos tres años, incluso desde que Chelise se convirtiera en la mujer que era, tentando con su barbilla recta, su cabello largo y suelto y sus resplandecientes ojos grises a cualquier hombre con sangre en las venas. Él estaba seguro de que la iba a poseer. Pero no había esperado tanta demora.
Ásperamente, había objetado la decisión de Qurong de demorar el matrimonio de su hija después del ahogamiento de Justin. Si Martyn aún hubiera estado con ellos, la indiscreción de Woref esa noche le pudo haber costado la vida. Pero, en la confusión de tan drástico cambio, Qurong necesitaba una mano fuerte para mantener la paz. Woref había asumido el puesto de Martyn y lo cumplía sin falla. No había un encostrado vivo que no temiera su nombre.
– ¿Señor?
Soren se le acercó, pero Woref no lo reconoció, y contuvo un arrebato de ira. ¿ Te dije que vinieras? No, pero viniste de todos modos. Un día nadie se atreverá a acercarse sin mi permiso.
– Ya salieron, como usted ordenó.
Woref volvió a su caballo, levantó la bota hasta el estribo, hizo una pausa para permitir que le pasara el dolor en las articulaciones y luego montó. Los albinos afirmaban no tener ningún dolor. Eso era mentira.
– Di a los hombres que ejecutaremos a uno de ellos por cada albino que escape -declaró.
– ¿Y a cuántos de los albinos matamos?
– Solo a tantos como sea necesario para capturar a Thomas. Son más útiles vivos.
4
TU HERMANA -expresó Mikil-. Kara.
Mikil sintió que se le debilitaban las rodillas. Se quedaron paralizados, sin parpadear. Los demás los miraban como si Thomas y Mikil hubieran enloquecido.
– Yo… -balbuceó finalmente Thomas-. ¿Es posible esto? Yo… yo no he soñado en trece meses.
Mikil había despertado en su tienda con la certeza absoluta de no ser totalmente ella. Su mente estaba llena de pensamientos más allá de los que normalmente albergaba. Es más, estaba considerando la posibilidad de ser la hermana de Thomas de Hunter. Kara.
Tan pronto como pensó en esa posibilidad, su mente pareció aceptarla. Cuanto más la aceptaba, más recordaba los sueños de Thomas y más los sueños de Rachelle. Como una mujer llamada Monique.
Entonces comprendió la verdad. Kara de Hunter había hecho una conexión con ella. Se le filtraron detalles a la mente. La hermana de Thomas, quien se acababa de quedar dormida en el laboratorio del Dr. Bancroft, soñaba en ese momento como si fuera Mikil. El propio esposo de Mikil, Jamous, dormía a su lado. No tenían niños. Ella era muy voluntariosa, aunque un poco terca a veces. Era la «mano derecha» de Thomas.
Pero ella también tenía conocimiento de la situación de Kara en las historias. Tenía recuerdos de Mikil y de Kara al mismo tiempo. Técnicamente era Mikil, eso era muy obvio, pero de repente se sintió casi como Kara.
Así que Kara se había unido a su hermano en los sueños, al menos así k parecía en este momento. Ahora Kara se hallaba boquiabierta ante un vivo retrato de su hermano como quince años mayor. Él usaba una túnica sin rnan8as que le realzaba los destacados bíceps. Debajo, un corto faldón de cuero que le colgaba medio apretado sobre una túnica beige muy gastada. Las botas estaban amarradas en lo alto sobre unas pantorrillas bien definidas. El hombre que tenía ante ella debía ser dos veces más fuerte que su hermano.
– Vaya -comentó ella-. Eres un completo semental.
¿Semental? ¿De dónde había venido esa palabra? Kara.
– ¿Un caballo? -cuestionó William-. ¿Lo insultas?
– No, ella quiere decir algo más -enunció Thomas-. Mis amigos, me gustaría presentarles a mi hermana de mi mundo de sueños. Allá su nombre es Kara.
– A mí se me parece a Mikil -objetó William arqueando la ceja izquierda.
– Sí, pero es evidente que Mikil ha traído de visita a Kara.
– Seguramente no hablas en serio -se burló William.
– Más en serio de lo que te imaginas -contestó Mikil sonriendo-. ¿Cómo si no lo podría llamar semental? En las historias significa «fuerte», entre otras cosas. Kara nunca lo había visto en este estado, y le sorprende lo fuerte que es nuestro Thomas comparado con el hermano de ella, quien parece el mismo pero quince años menor y con veinte kilos menos de músculos.
Mikil casi soltó la carcajada ante los giros en su propia mente. Se sentía como las dos mujeres a la vez; una experiencia emocionante, por decir lo menos.
– ¿Puedo hablar contigo en privado? -se dirigió a Thomas-. Solo un momento.
Se hicieron a un lado y ella habló en un susurro.
– Dijiste que no habías soñado en trece meses. ¿Sabes por qué? Por el ceño de él, parecía estar cuestionando su conclusión inicial de que Kara estaba soñando a través de Mikil.
– ¿Dónde nos criamos?
– En Manila -contestó ella.
– ¿Dónde vive nuestra madre?
– En Nueva York.;Satisfecho?
– Así que entonces están vivas -declaró él mientras se le dibujaba una sonrisa en los labios-. El virus no las mató.
– No todavía. Aún nos quedan diez días. A ti te mató Carlos en Francia hace dos días, tal vez tres. Y ahora Monique también ha desaparecido.
Él la miró, lidiando mentalmente con la información que ella le había dado.
– Las hordas mataron a Rachelle hace trece meses -comunicó él.
– Lo sé. Soy Mikil. Y Kara lo siente mucho… está terriblemente apenada.
– ¿Estás diciendo que aquí han pasado trece meses pero solo un par de días allá? -inquirió él.
– Evidentemente. ¿Y estás diciendo que no has soñado con Thomas en Francia en todo este tiempo?
– El último sueño que tuve con Thomas fue que dormía al lado de Monique.
– En que Carlos te disparó -informó Mikil.
– ¡Entonces yo tenía razón! -exclamó él con los ojos bien abiertos-. Me caí aquí del caballo. Resulté muerto, pero Justin me sanó por medio de Rachelle.
– ¿Pero no estás vivo en Francia? -preguntó ella-. Cuando regresabas antes a la vida volvías a vivir en las dos realidades.
– No. Nunca morí antes. Fui sanado al instante, antes de que muriera de veras. Ambas veces en el lago. Esta vez estuve muerto por horas antes de que Rachelle me localizara.
El intercambio de palabras se estancó.
– Por las hordas que nos persiguen, ¿de qué se trata toda esta tontería? exigió saber Ronin interrumpiendo la conversación.
– Es el mundo de sueños de nuestro audaz líder -contestó William sonriendo; era obvio que habían estado escuchando-. Aparentemente Mikil se ha unido al juego. Mikil les hizo caso omiso.
– Entonces estás muerto en Francia, ¿verdad?
– Debo de estarlo.
Pero solo has estado muerto un par de días. Quizás tres.
– Así parecería. Y Monique se ha perdido porque murió al morir Rachelle. Ella estaba conectada con Rachelle del modo en que tú estás conectada con Mikil. No he soñado porque no tengo nada con que soñar.