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– Y yo estoy aquí para llevarte de vuelta -dedujo Mikil.

– No puedo volver -indicó Thomas encajando la mandíbula-. No quiero volver. ¡Allá estoy muerto! Me siento mejor creyendo que las historias fueron un sueño.

– No soy un sueño. Que yo sepa de nuestra infancia en las Filipinas para nada parece un sueño -objetó ella, entonces estiró la mano y le mostró la cortada-. ¿Es un sueño este corte? La variedad Raison está solo a días de mostrar sus primeros colmillos, Francia acaba de disparar un misil nuclear a Israel, el mundo está a punto de morir, y hasta donde entiendo, eres el único hombre vivo que puede detener algo de eso. No me digas que es un sueño.

El la miró indiferente.

– Han pasado trece meses… has perdido tu agudeza -continuó ella-. Pero como tú mismo expresaste, moriste aquí cuando Thomas fue asesinado en Francia. Por tanto, ahora que estoy vinculada con Mikil, ¿morirá también ella cuando el virus me mate en diez días?

En la mente de él se empezaban a encender luces. Ella presionó.

– Yo, es decir, Mikil, estaba equivocada al dudar de ti. El mundo depende de…

– Entonces el mundo depende de un hombre muerto -cuestionó él.

– ¡Esto es un disparate total! -exclamó William-. Hay asuntos más importantes para tratar que este juego. Te enloqueciste junto con él, Mikil. Ahora, me gustaría que este consejo consienta en que lleve mi tribu a lo profundo del desierto para formar nuestra propia facción del Círculo. Por eso vine, no para rememorar tus sueños.

Mikil y Thomas cerraron filas con el grupo.

– ¿Tan rápido olvidaste, William? -expresó Thomas-. ¿Cómo crees que hice las bombas que enviaron a las hordas de vuelta al infierno? ¿Fue mi magia? No, fue información que obtuve de las historias.

– Sí, tus recuerdos de los libros de historias, recordadas en algún trance o sueño; puedo aceptar eso, por improbable que parezca. Pero esta ridiculez de salvar gente en la historia… ¡por favor! ¡Es risible!

– Siempre has dudado de mí, William. Siempre. Ahora veo que siempre lo harás. Incluso Justin habló del libro en blanco…

Thomas se detuvo.

Mikil recordó las palabras que Justin les manifestara en el desierto trece meses antes.

– Justin dijo que el libro de historia en blanco creaba historia -formuló ella lo que Thomas estaba pensando-. Pero solo en las historias. ¿Qué pudo haber querido decir eso?

– Nunca lo hemos sabido -contestó Thomas-. Nunca tuve un motivo para que me importaran las historias desde que…

Miró a Mikil con ojos bien abiertos.

– ¿Dijiste solo un par de días?

– Créeme, las historias son reales. Y si no te importan porque moriste y desapareciste en Francia, deberían importarte porque Kara aún está viva. Thomas la analizó. Se volvió hacia Ronin.

– ¿Tienes el libro?

– ¿Cuál libro?

– El libro en blanco. El que supuestamente solo funciona en las historias.

Ronin titubeó, luego extrajo un segundo libro envuelto en lona. Lo sacó del envoltorio. Pasó una mano sobre la portada. El título se hallaba estampado en relieve en una lámina dorada corroída. Narración de la historia.

– ¿Cómo haría historia un libro de historia? -inquirió Mikil, poniéndose al lado de Thomas.

– ¿Estás insinuando que este libro tiene poder en otra dimensión denominada «las historias»? -objetó Jeremiah-. ¿Cómo es posible eso?

Thomas corrió hacia Ronin, súbitamente ansioso.

– ¿Me lo das?

Ronin le pasó el libro.

– ¿Podría ser?

– Tonterías -respondió Jeremiah.

Tú lo dijiste. Las analogías y metáforas. Las historias-expuso Thomas, luego recorrió el título con los dedos-. Son reales. Las palabras se hacen carne y habitan entre nosotros. ¿No es así como empieza el libro del Amado?

Thomas abrió el libro. Pergamino liso. Sin palabras. Los ojos de él se encontraron con los de Mikil, abiertos del asombro. Ella volvió a mirar el libro.

– ¿Crees que…?

Pero no pudo expresar lo que estaba pensando. ¿Cómo era posible?

– Esto es lo más descabellado que he oído -volvió a cuestionar William-. ¿Esperas que creamos que si escribes en ese libro sucederá algo de verdad, basándote solo en palabras?

– ¿Por qué no? -discutió Thomas.

– Porque toda la idea de que la palabra se hace carne es una metáfora, como dijiste. Justin no era de los que garabateara en un libro. Aquí estás traspasando la línea.

– Te equivocas -le discutió Thomas, luego se dirigió a Mikil-. De donde Kara y yo venimos, a las personas no se le exige zambullirse a un estanque de agua roja y ahogarse para seguir a Elyon. Sencillamente se les exige morir de manera metafórica.

Ahora se dirigió a Kara.

– Toman sus cruces, por así decirlo. Díselo, Kara.

Ella estaba haciendo las conexiones tan rápido como él. Ninguno de ellos había sido cristiano practicante, pero se habían criado con un capellán por padre. Conocían muy bien los fundamentos del cristianismo.

– «Tomen su cruz y síganme», dijo Jesús. Él fue ejecutado en una cruz, como ocurrió después con muchos de sus seguidores. Pero a sus seguidores no se les exige que mueran de esa forma.

– Exactamente -corroboró Thomas-. Pero aquí nuestro «síganme» de ninguna manera es metafórico. Lo mismo se podría decir de la maldad. Allí las personas no llevan una enfermedad en la piel… se afirma que esta se encuentra en sus corazones. Pero miren a los encostrados. Su negativa a seguir a Justin en su ahogamiento se muestra como una enfermedad física.

William parecía de alguna manera asombrado por esta revelación.

– ¿Así que crees que este libro, cuyas metáforas se expresan aquí de forma literal, podría hacer lo mismo en este mundo de sueños de ustedes? – preguntó mirando a los demás, luego otra vez a Thomas.

– ¿Quién tiene una pluma? -exigió saber Thomas-. Un marcador, cualquier cosa con que escribir. Carbón…

– Aquí -manifestó Ronin alargando una vara de escribir, con punta negra de carbón.

Thomas agarró el rudimentario instrumento y lo observó.

– Justin fue claro en que deberíamos ocultar este libro -declaró William-. Que es peligroso. Tenemos que llegar a alguna clase de acuerdo sobre esto.

– Y Justin dijo que el libro solo funciona en las historias… el mundo de sueños del que venimos Kara y yo -anunció Thomas caminando de un lado al otro, con el libro en una mano y el lápiz en la otra-. Para empezar, eso confirma que las historias son reales y que se las puede afectar. También significa que el libro debería ser inofensivo aquí.

Si lo que Thomas afirmaba era cierto, el poder del libro podría ser increíble.

– ¿Qué escribirías? -preguntó Mikil-. Es decir, ¿qué límites habría? Por supuesto, no podemos eliminar sin más el virus con unos cuantos trazos de pluma.

– Tienes razón. Yo… eso parece demasiado sencillo -contestó Thomas poniendo el libro sobre la roca.

Los demás se reunieron alrededor, acallados por pensamientos imposibles.

– Narración de la historia -pronunció él volviendo a mirar la portada-. Eso significaba que debería ser una narración, ¿correcto?

– ¿Como en «érase una vez»? -inquirió Ronin-. ¿Insinúas que si escribes «érase una vez un conejo», entonces aparecería un conejo en tus sueños?

Demasiado simple -objetó Mikil-. ¿Y qué escritura usaríamos? Había una leve diferencia entre el alfabeto usado en cada realidad… el que usaban aquí era más sencillo.

La escritura de las historias -dijo Thomas.

– ¿Qué deseas conseguir en esta otra realidad? -inquirió Ronin-. ¿Cuál es tu objetivo principal?

– Hay un virus que destruirá a la mayor parte de la humanidad… ¿sabes? La variedad Raison -informó Thomas-. La que marcó el inicio de la gran tribulación, como lo registran los libros de historias. El conocimiento de la historia se ha vuelto de alguna manera vago en los quince años desde que Tanis atravesara el Cruce, pero en una época todos conocíamos la historia por vía oral.