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– Tengo la impresión de que vuestros súbditos van a estar muy desconcertados -dijo Ruby.

– Puede que hasta quieran echar a Nick -dijo Rose. Y Nick la vio revivir como la luchadora que era.

Nick adoraba esa faceta de su personalidad. Y precisamente porque la adoraba, sabía que debía dejarle marchar.

– Rose tiene razón -dijo Julianna, incorporándose de nuevo a la conversación.

– No creo que Nick pueda ocupar el trono solo -corroboró Erhard.

Ruby, que había estado muy concentrada intentando seguir la discusión aunque le faltaban elementos de juicio, no estaba dispuesta a quedarse al margen.

– Nick hará lo que deba. Es un chico muy responsable.

– ¿Sí? -intervino Rose, mirando a Nick-. Nunca lo hubiera imaginado -sonrió con picardía y él sintió que el día se iluminaba. En medio del caos, Rose era capaz de dedicarle una broma cómplice sobre la noche anterior.

– ¿Por qué no quieres el trono? -preguntó Julianna a Rose.

– Tengo la impresión de que hace mucho tiempo que nadie le pregunta a Rose lo que quiere -intervino Ruby de nuevo-. ¿Sabíais que sus suegros querían que se quedara embarazada con el esperma de su difunto hijo?

Todos la miraron perplejos. Finalmente, Nick se volvió a Rose y preguntó:

– ¿Es eso verdad?

– Sí -dijo ella-, pero no comprendo cómo es posible que Ruby lo sepa.

– Igual que el señor Fritz hizo averiguaciones sobre Nick -dijo Ruby, enigmática-. Cuando me dijeron en el club de macramé que alguien había estado haciendo preguntas sobre él, llamé a una amiga mía en Yorkshire, que me informó de los sacrificios que Rose ha hecho -se volvió hacia ella-. Primero, reemplazaste a tu marido en el pueblo y ahora quieren que aceptes la corona. Ya basta.

– Yo lo he elegido -dijo Rose.

Nick la observaba y tuvo una súbita" iluminación. No tenía sentido que hubiera sido ella la elegida para asumir tantas responsabilidades.

– ¿Por qué le pediste a Rose que aceptara el reto? -preguntó a Erhard. Y algo en el timbre de su voz hizo que todos se volvieran hacia él-. El padre de Rose no la consideraba de sangre real. Has insinuado que Julianna tampoco era su hija legítima. Dijiste que no tenía sentido pedir pruebas de ADN, pero quizá estabas equivocado. ¿Por qué no elegiste esa opción? ¿No debía haber sido yo el que aceptara la responsabilidad?

– No te conocía -dijo Erhard.

– Tampoco conocías a Rose.

– A ella sí -Erhard seguía apretando entre sus manos la copa de brandy-. Rose vivió aquí hasta los quince años. Siempre se podía contar con ella. Su madre estaba enferma, su padre era un borracho, el viejo príncipe perdía autoridad, y ella cargaba con el peso de todo sin protestar. Cuando hice averiguaciones, descubrí que había seguido actuando de la misma manera en Yorkshire. Necesitábamos a alguien de sus características.

– Querías que Rose siguiera cargando con el peso de la responsabilidad.

– No reflexioné.

– Es comprensible -dijo Nick amablemente-. No estabas pensando en el bienestar de Rose, sino en el de todo un país. Necesitabas contar con la mejor, y Rose lo es. Pero ha llegado la hora de que alguien cuide de ella. Y ese alguien voy a ser yo.

Rose parecía confusa. Nick le tomó la mano, pero se dijo que la amaba demasiado como para intentar retenerla.

– Ésta es mi propuesta -dijo. Sintió cómo Rose se amoldaba a su cuerpo y tuvo que recordarse que no debía retenerla para no pasarle el brazo por los hombros-: Julianna, tú abdicarás. Mientras encontramos a Jacques deberías irte con Ruby -sonrió a su madre adoptiva-. Sé que estás enfadada conmigo, pero nunca me has fallado y ahora necesito tu ayuda -se volvió a Erhard-. Quizá tú también deberías irte. La casa de Ruby es el mejor lugar del mundo para recuperarse. Además, tiene un montón de perros. Seguro que tú y tu mujer volverías con un nuevo cachorro.

– ¿Y Rose? -preguntó Ruby.

– No pienso ir a ninguna parte -dijo la aludida, irguiéndose.

– Tienes que irte.

– ¿Y dejarte solo para que te maten?

– Tranquila -dijo Ruby con firmeza-. Ya me he ocupado yo de eso.

Nick la miró sorprendido.

– ¿Ya te has ocupado de qué?

– Tus hermanos llegarán esta noche -replicó Ruby-. Cuando me he enterado de lo del intento de asesinato, me he puesto en contacto con Erhard y hemos elaborado un plan. En este mismo momento Sam se está poniendo al mando de las fuerzas armadas. Darcy se ocupará de la policía y Blake de los asuntos legales. En unos días, este país estará en orden y Rose podrá decidir si quiere volver.

– Yo no… -empezó Rose.

Nick sacudió la cabeza y sonrió.

– ¿Pretendes llevarle la contraria a Ruby?

– No pienso dejarte -dijo ella.

– No tienes de qué preocuparte -dijo Ruby-. Ya sé que Nick es muy atractivo y tiene una encantadora sonrisa, pero debe darte tiempo. No estará solo. Contará con sus hermanos.

– Pero… -Rose necesitaba excusas-, no podría llevarme a Hoppy.

– ¿Quién es Hoppy? -preguntó Ruby, desconcertada.

Rose señaló al perrito que, en una esquina, los miraba con curiosidad.

– Para entrar en Australia tendría que pasar un periodo de cuarentena -explicó Rose-, así que no puedo irme. Es mi responsabilidad.

– Nick cuidará de él -dijo Ruby.

– Nick no es suficientemente responsable.

– Tú lo sabes mejor que nadie -dijo Nick sonriéndole-. Después de todo, eres mi esposa.

– Dijiste que se trataba de un falso matrimonio -dijo Ruby, mirándolos con severidad.

– Eso lo dijo Nick -dijo Rose.

– ¿Has cambiado de opinión? -le preguntó Nick.

– Todavía no he aprendido a nadar -dijo ella. Y sonrió con temor, como si estuviera a punto de saltar de un precipicio.

– Entonces, ¿es o no una farsa? -preguntó Ruby, impacientándose.

– Pregúntale a Nick qué llevo en mi ropa interior -susurró Rose.

– Abejorros -dijo él al instante.

– ¿Y en mis bragas nupciales?

– Mariposas.

– Ya lo veis, ¿os parece esto una farsa? -dijo Rose.

Se produjo un profundo silencio.

– ¿Sabéis qué? -dijo Ruby finalmente, mirando al vacío-. Creo que necesito un brandy. Julianna, Erhard, si me acompañáis, quizá pueda llegar a servirme una copa.

– ¿Estás segura de que podemos dejarlos solos? -bromeó Erhard.

– No sé. Sólo hablan de abejorros y de mariposas -dijo Ruby-. A no ser que te interese la botánica tengo la impresión de que esta conversación va a ser muy aburrida.

Capítulo 11

Se habían quedado a solas y Nick sabía que su futuro podía depender de los siguientes minutos.

– Tenemos que hablar en serio -dijo cuando recuperó el aliento.

– Sí.

– No sé por dónde empezar -fue lo mejor que se le ocurrió decir, dadas las circunstancias.

– Empieza diciéndome si sigues queriendo este empleo -dijo Rose. Y sonriendo, añadió-: Y por qué.

Nick reflexionó unos instantes.

– En un principio -dijo finalmente-, me atrajo la idea de poder hacer algo bueno y actuar de príncipe consorte durante un mes.

– ¿Pero…?

– Pero ahora me he implicado tanto que me costaría marcharme. El niño que rescató a Hoppy, toda su familia, el país entero necesita ayuda para recuperar sus derechos, y yo quiero ayudarlos.

– ¿Y yo puedo marcharme? -preguntó Rose, dubitativa.

– Puedes hacer lo que desees. Hay suficiente dinero en las arcas reales como para que puedas vivir el resto de tu vida.

– Yo no quiero una vida ociosa.

– No, pero querías viajar. Yo puedo actuar de príncipe regente y, cuando llegue el momento, tú puedes decidir si quieres recuperar el trono.