Al cabo de un rato de duermevela se levantó hostigado por nuevas arcadas. Volvió al lavabo y procuró soltar todo en el váter. Apenas expulsó un líquido amarillo verdoso, pero sintió alivio. Después se metió en la ducha y por último volvió a la cama.
Una pesadilla lo despertó, en ella aparecía Víctor Iturralde. Volvió a levantarse y se duchó otra vez. Mientras se secaba comenzó a sentir apetito. Se vistió y salió a la calle.
Estaba anocheciendo. Olsen entró a un bar de la Gran Vía y fue a sentarse en un taburete frente a la barra. Pidió huevos fritos con beicon, patatas fritas y una cerveza; al terminar, un café, después compró tabaco en un expendedor automático y volvió a la calle.
Comenzó a andar sin rumbo fijo. Había, detrás de la Gran Vía, una calle de corto tramo llamada Del Desengaño, lo leyó en la placa adherida a la pared. Olsen pasó en más de una oportunidad por allí, pero nunca había reparado en el nombre. Era un sitio con bares de mala muerte, frecuentados por borrachos, putas, travestidos y sus clientes. Comenzó a caminar con lentitud, estudiando cada detalle. Una prostituta de rasgos africanos se le ofreció y él siguió su camino; un individuo de aspecto inquietante lo miró con descaro; un travestido con el rostro muy maquillado se situó cerca de él y le pidió un cigarrillo; cuando se lo dio le solicitó fuego; después de encenderlo le dijo:
– ¿Estás sólito, chati?
– ;Y a ti qué te parece?
– ¡Ay, chati, qué cabreo llevas encima! ¿Te has peleado con tu novia?
– Quizá. Lo que pasa es que ella trató de envenenarme, por eso tuve que matarla. Ahora busco un lugar por aquí para dejar el cadáver.
– Pero, cariño, ¡qué malo que eres! Pero yo te puedo hacer olvidar de tu novia.
– ;Ah, sí? ¿Y cómo puedes hacérmela olvidar? -preguntó Olsen con voz bronca, mientras que aferraba al travestido por el cuello de la blusa-. ¡A ver. dímelo! ¿Cómo harás para que me la olvide? -insistió, al tiempo que lo zarandeaba-,;Es que me has visto cara de bujarra a mi? Dime: ¿me has visto cara de bujarrón?
– ¡Que me mata! ¡Socorro, que este hombre me mata! -comenzó a chillar el travestido.
Desde el interior de los bares salieron algunos parroquianos atraídos por el escándalo, unos cuantos se acercaron con ánimo de curiosear o de intervenir. Olsen empujó al otro contra la pared y se alejó caminando, sin mirar atrás. Oyó que lo nombraban con fuertes voces tratándolo de cabrón e hijo de puta. Olsen volvió a dirigirse a la Gran Vía, y desde allí siguió por la calle de Alcalá, hasta que llegó al Chicote. Entró para beber un coñac. Después de la tercera copa salió de nuevo a la calle en dirección a la fuente de Cibeles, allí dobló a la izquierda y continuó por la Castellana. En ese momento comprendió que sus pasos lo llevaban al piso de las putas de la calle del doctor Fleming. Se dijo que necesitaba sentir un cuerpo de mujer pegado al suyo, cualquier mujer.
Entretanto Víctor Iturralde se preguntaba cuándo volvería Olsen. Por primera vez, desde que su padre los presentó, había pasado un día entero separado de él. Intuía que su custodio debía de estar padeciendo algún conflicto; se había dado cuenta de que la intención de éste no había sido llegar hasta donde habían llegado, pero confiaba en que volvería. Lo aguardaba con impaciencia, pero sin angustia. Tenía muchas palabras que decirle.
Olsen tuvo que esperar a Margot media hora: la chica estaba con otro cliente. Preguntó por la china, pero le dijeron que ese día estaba indispuesta. La madama le mandó una chica nueva para que lo acompañara mientras esperaba a Margot. Decía llamarse "Wanda, era rubia, muy alta, caderuda y tetona. Hablaba con extremada corrección un español trabajado que no ocultaba su procedencia foránea. Hablaba demasiado.
Después de un rato Wanda le contó que era irlandesa y había asistido a la universidad. Había estudiado literatura hispánica del Siglo de Oro, dijo. Explicó que hacía de puta para ahorrar dinero y poder instalarse en Marruecos como una reina; en Damasco, la capital. Así lo dijo: «En Damasco, la capital". También necesitaría dinero para comprarse un coche deportivo y para no necesitar volver a su país mojigato y católico. Odiaba Irlanda, odiaba a los curas y a la iglesia. Creía que toda mujer tenía la obligación de abortar al menos una vez en la vida; ella ya lo había hecho tres veces. Olsen sacó la conclusión de que la chica estaba un poco chalada; era charlatana y mentirosa, pero resultaba divertida. A muchos clientes les gustan las chicas cultas, elijo "Wanda. Dijo que a ella también le gustaban los hombres cultos, los buenos lectores. A Wanda le gustaba mucho leer. Su novela preferida era La venus de las pieles. Olsen intuyó que la chica debía de haberse puesto su nombre de batalla por la principal heroína de Sacher-Masoch.
Pero no había acudido al burdel necesitado de conversación literaria. Buscaba empaparse de sudor femenino. Sentía una ofuscación como la del aspirante a santón que se purifica en las aguas del Ganges. Esa noche sería una mujer el Ganges que lo purificaría, y esa mujer no sería Wanda con toda su literatura de mentirijillas. Se alegró cuando apareció Margot.
Con el cuerpo pegado a la piel desnuda de la muchacha Olsen intentó encontrar cuanto antes el grado de excitación que le devolviera la imagen de hombre normal. Pero Margot no paraba de hablar, y lo que decía no lo ayudaba a concentrarse.
– jTú sí que eres machote, cariño! La otra noche yo quería que me jodieras tú en lugar del niñato que trajiste. ¡Pobre! No consiguió hacer nada.
– Es que es muy jovencito.
– Claro que sí. ¡Pero tú eres todo un hombre! ¿Quieres que te la chupe?
– Venga.
Después de unos cuantos intentos Olsen no lograba entrar en situación. Se le había vuelto difícil desde que la muchacha nombró a Víctor.
– No se te empina, cariño. ¿Te gustaba Wanda? ¿Quizá te has quedado con ganas de follarla a ella?
– No, si no es eso…
– ; Quieres que la llame? ¿Quieres follarnos a las dos?
– Que no, Margot, que no. Déjame descansar un poco. Quizá dentro de un rato me ponga en forma. Mira, tráeme algo de beber, ¿quieres?
– ¿Te apetece un whisky?
– Eso mismo. Un whisky. Y otro para ti, ¿de acuerdo?
Con un trago en el cuerpo Olsen se sintió entonado, pero no lo suficiente. Margot no dejaba de hablar.
– Esa chica, Wanda, es muy rara. Va de fina y de intelectual. Ya me dirás. ¿Qué gusto le pueden sacar los hombres al coño de una intelectual? Siendo tan culta podría estar en otro lugar, aunque tenga buenas tetas, ¿no crees?
Olsen se encogió de hombros.
– No tiene nada que ver. Yo mismo soy medio poeta, y. eso que también soy pistolero.
– ¿Eres poeta de verdad? ¿Y también eres pistolero? ¡Qué tío, eres la coña! -exclamó la muchacha-, ¡Eres de ordago! Ya te doy un whisky, cielo, tú tranquilo. Mira, tú vas a estar más a gusto si llamo a Wanda, ¿vale?
– Vale, pero quédate tú también.
– Sí, me quedo, vida, me quedo. Hoy es noche de domingo y ya no quedan más clientes en la casa. Nos tendrás a las dos. Bebe tu whisky y espéranos; ya mismo vuelvo con la intelectual. ¡Hoy vamos a tener una noche culta!