Bueno, aquí estoy de vuelta, tenés que ver qué bien me tratan, tomé dos tazas dé te con tres tortas diferentes, vos que sos golosa acá estarías en tu elemento. ¿Mañana domingo vas a ir al cine? ¿quién te va a comprar los chocolatines?
Rubia, ahora cumplo lo prometido de contarte cómo es el lugar. Mirá, te lo regalo si lo querés. Todo muy lindo pero me aburro como perro. El Hospital es todo blanco con techo de tejas coloradas, como casi todas las casas de Cosquín. El pueblo es chico, y a la noche si alguno de estos flacos tose se oye a dos kilómetros, del silencio que hay. También hay un río, que viene de las aguadas de la sierra, tenés que ver el otro día cuando alquilé un sulky me fui hasta La Falda, y ahí el agua es fría, y está todo arbolado, pero cuando llega a Cosquín se calienta, porque acá es todo seco y no crece nada, ni llullos, ni plantas, que ataje el sol. Este parrafeo lo he puesto igual en todas las cartas, porque si no se me va a acalambrar el cerebro de tanto pensar.
¿Y qué más? Dicen que la semana que viene al empesar las vacaciones de julio vienen muchos turistas, pero parece que acá en el pueblo no se queda a dormir ninguno, por miedo al contajio, y más podridos que ellos no hay nadie, perdonando la expresión. Mirá, esto se acaba pronto, porque es mucha plata que se gasta por precausión nada mas, que tanta precausión, si todos se hicieran radiografías se vaciaba Vallejos de golpe, y me los tenía a todos acá. Bueno, todo sea por la vieja, que se le cure bien el nene. Y vos rubia mejor es que te cuides bien porque yo allá dejé mis bigías bien apostados, nada de malas pasadas porque me voy a henterar ¿vos te creés que no? Si le llegás a hacer un paquete con muchos firuletes a algún desgrasiado de allá lo voy a saber más pronto que ligero. No, de veras, yo no sé perdonar una jugada sucia, de eso no te olvides nunca.
Muñeca, se me termina el papel, no te cuento más de la vida acá porque ya te la podés imaginar: descansar y comer.
En cuanto a las enfermeras, son todas a prueba de bala, la más joven fue a la escuela con Sarmiento.
Te besa hasta que le digas basta,
Juan Carlos
Vale: contestá a vuelta de correo como prometido, me aburro más de lo que creés. Por lo menos tres carillas como te mando yo.
Bajo el sol del balcón junta sus borradores, hace a un lado la manta, deja la reposera y pregunta a una joven enfermera cuál es el número de habitación del anciano frente a quien había tomado té en una de las mesas del comedor de invierno. La puerta de la habitación número catorce se abre y el anciano profesor de latín y griego invita a pasar a su visitante. Le muestra las fotografías de su esposa, hijos y nietos. A continuación hace referencia a sus ocho años de estadía en el Hostal, al carácter estacionario de su enfermedad y al hecho de no conocer a ninguno de sus tres nietos por diversos motivos, principalmente económicos. Por último toma los borradores del visitante y como había prometido corrige la ortografía de las tres cartas: la primera -de siete carillas- dirigida a una señorita, la segunda -de tres carillas- dirigida a la familia, y la tercera -también de tres carillas- dirigida a otra señorita.
*
Cosquín, sábado 27 de julio de 1937
Querida mía:
Tengo frente a mí tu carta, cuanto la esperé, está fechada jueves 8, pero el cello del correo de Vallejos es del 10 ¿por qué tardaste tanto en echarla al busón? Como verás estoy con el fucil al hombro.
Llegó primero carta, de mi hermana, tenés que ver qué carta sarnosa, una carilla y media escrita en la clase mientras los alumnos hacían un dibujo ¿le habrán dibujado las patas cortas? estoy con bronca contra ella. La vieja me había dicho que me escribía sin falta pero ahora se echó atrás, porque tiene el pulso muy tembleque y le da vergüenza mandarme garabatos. Pero es letra de mi vieja, a mí que me importa que sean garabatos. Mi hermana la critica y la tiene acovardada.
La cuestión es que en casi veinte días que estoy acá no recibí más que esa carta y ahora la tuya. Y ahora dejáme que baje el fucil y lo ponga sobre la mesa, porque quiero tener las manos libres, en este momento te estoy pasando la llema de los dedos por el cogotito, y si me dejás te desabrocho el botoncito de atrás de la blusa, y te bajo la mano por el lomo, y te rasco el cuerito de mimosa que tenés. Qué linda carta me mandaste… ¿es cierto todo lo que me decís?
Yo acá siempre en la misma, no te doy detalles de lo que hacemos todo el día porque no me gusta hablar de eso. Tenés que ver las cosas que se ven en este sanatorio, que lo de Hostal es puro grupo. Hay hasta gente que se está muriendo, yo no lo quería creer, pero el otro día una piba de diesiciete años que no aparecía más por el comedor, se murió en la piesa. Y acá me las tengo que aguantar yo, por ahí me voy a enfermar de veras, de mala sangre que me hago. Si dejo que me controlen en todo voy listo, porque no te dan soga para nada, porque entre tantos médicos se hacen un lío en el mate y no se acuerdan si sos enfermo grave o qué, y al final tratan a todos igual para no herrarla, te tratan como si mañana mismo fueras a estirar la pata. Por eso yo los estoy madrugando, y no digo todo lo que hago, que al final es bastante poco. Resulta que el agua del río Cosquin es calentita, y a la siesta está mejor que nunca, pero el reglamento es que tenés que dormir la siesta o como gran farra tirarte en la repocera del balcón de invierno, con una frasada cordobesa pesada como tres de las nuestras, al sol. Bueno, este cuerpito se pianta y se baña en el río. Me baño como Adán, porque no traje la maya, y como no puedo traerme una tohalla me tengo que secar al sol nomás. Si salgo con una tohalla del Hostal enseguida el portero me calaría. Pero es macanudo el sol de las sierras, si no hay viento te alcansa para secarte sin tiritar, me sacudo el agua como los perros y chau. ¿Qué mal me puede hacer eso? Si duermo la siesta es peor, porque a la noche me empieso a rebolcar en la cama sin sueño, y me vienen a la cabeza cada pensamiento que mejor no hablar.
Estas son cosas que te digo a vos nomás, a la vieja no le digo nada, pero acá no aguanto más, porque acá no se cura nadie. Si vos hablás con alguno, ninguno te va a decir que se piensa volver a la casa, lo único que piensan es en los gastos, porque el Hostal es lo más caro de Cosquín. Están siempre hablando de pasar a una pensión particular y que los trate un médico de afuera, o alquilar una casita y traer a la familia. También hay un hospital en Cosquín, y el otro día me dio un viraje raro el balero y me fui a verlo, que sé yo, las cosas de puro aburrido que uno hace acá, mi vida. Me gusta de corazón decirte mi vida, que se yo, y cuando te vuelva a ver me vas ha hacer olvidar todo lo que vi, porque vos sos otra cosa, tan distinta.