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Después nos empezamos a ver en cualquier parte que podíamos y en el consultorio mismo, pared por medio con la pieza donde estaba la esposa, después ella se dio cuenta y me tuve que ir de empaquetadora a la tienda. Él no me buscó más.

¿Y todo para qué? Mire, yo me voy a morir con esta vida que hago, nada más que trabajar en la casa y renegar con los chicos. A la mañana, todas las santas mañanas, empieza la lucha de sacarlos de la cama, el más grande peor, tiene ocho años y está en segundo grado, y el más chico por suerte este año ya va al jardín de infantes, darles la leche, vestirlos y acompañarlos hasta el colegio, todo a sopapo limpio, qué cansadores son los varones, cuando no empieza uno empieza el otro. De vuelta me hago las compras, todo en la feria porque es mucho más barato, pero mucho más cansador porque hay que ir puesto por puesto, y hacer cola. Para esto la chica ya está en casa haciendo la limpieza, me lava la ropa también, y yo cocino y si me doy tiempo liquido el planchado también a la mañana, y a la tarde no los puedo hacer dormir la siesta a los indios, qué distinto cuando son bebitos, qué ricos, yo me los comería, qué divinos son los bebés, yo veo un bebé en la calle o en fotografía y ya me vuelvo loca, pero se hacen grandotes tan pronto, se ponen como salvajes. Los míos gritan toda la siesta, a las doce y media ya los tengo en casa, va la muchacha a buscarlos de vuelta. Hay unas cuadras muy bravas para cruzar.

¡Qué distinto era en Vallejos! A la tarde venía alguna amiga, charlábamos, escuchábamos la novela, bueno, eso cuando no trabajaba en la tienda, pero acá ¿qué gané con venirme a Buenos Aires? No conozco a nadie, los vecinos son unos italianos recién venidos más brutos que no sé qué, y una rubia que debe ser mantenida, mi marido está seguro. No sé con quién podría charlar, con nadie, y a la tarde trato de coser un poco y mientras les vigilo los deberes a estos animales. ¿Usted sabe lo que son dos chicos encerrados en un departamento? Juegan con los autitos corriendo carreras entre los muebles. Menos mal que no tengo los muebles buenos todavía, por eso no quiero llamar a gente de Vallejos para visita, después salen criticando que no tengo la casa amueblada de lujo, como ya pasó una vez, no le digo quién fue, qué se gana…

Y mire hoy son las seis de la tarde y ya tengo un dolor de cabeza que se me parte como todos los días y cuando viene mi esposo peor que peor, quiere la cena enseguida, si no está lista, y si está lista se quiere bañar antes, mire, no es malo, pero ni bien pisa la casa empezaría yo a romper todo, me da rabia que venga, pero qué culpa tiene de venir si es la casa de él, y usted me dirá para qué me casé, pero de recién casada la paciencia no me faltaba. No aguanto más esta vida, todos los días lo mismo.

Hoy a la mañana me fui de nuevo al zoológico, total no está tan lejos, son diez minutos de colectivo, porque el otro día a los nenes les dijo otro chico que había un cachorrito de león recién nacido y lo fuimos a ver ayer domingo ¡qué divino! si me alcanza la plata me voy a comprar un perrito o un gatito fino a principios de mes. Qué divino el leoncito, cómo se acurruca contra la leona vieja, y se hacen mimos. Esta mañana me dio un ataque y sola lo fui a ver de nuevo, no había nadie de gente. El leoncito se tira en el suelo patas para arriba, se revuelca y después se esconde debajo de la madre. Como un nenito de meses. Yo tendría que salir todos los días, le dije a no sé quién, que no podía más de la casa y los chicos, ah sí, ya me acuerdo, una puestera de la feria, la de la fruta, una viejita, me dijo un día que yo estaba siempre nerviosa y no quería esperar a que me atendieran, entonces le dije que yo qué le iba a hacer, y me contestó que con los años una se calma. ¿Quiere decir que mientras sea joven me voy a tener que embromar? y después de vieja ya está todo perdido y adiós, mire, yo lo voy a mandar al diablo a este tipo si se descuida… ¿Usted cree que puedo encontrar un muchacho que me dé otra vida?

Me gustaría un muchacho como había antes, ahora son todos con cara de pavo. Pero no tanto, de eso estaba convencida, y el otro día vi a unos muchachos tan lindos, de golpe, hacía mucho que no veía un muchacho lindo de veras y fui a visitar un club para anotarlos a los chicos y había unos muchachos parecidos a los del Club Social. Claro que eran todos de menos de 25 años, y yo ya voy para los 30. Pero mire qué desgraciados en ese Club, piden alguien que nos presente, otro socio, pero acá no conocemos a casi nadie en Buenos Aires. Y le dije a mi marido y ni me contestó, como diciendo arregláte, ay señora querida, pensar que dentro de un rato le tengo que ver la cara de nuevo. Si él no estuviera, ¿se fijaría alguien en mí? Pero estoy lista, sonada, cuando sea el diluvio universal, y el juicio final, yo quiero irme con Juan Carlos, qué consuelo es para nosotras, señora, la resurrección del alma y el cuerpo, por eso yo me desesperaba si me lo cremaban… Qué lindo que era Juan Carlos, qué hijo tuvo señora, y esa hija tan perra, si la tuviera cerca la estrangulaba. A mí me lo hizo de envidia, mire, yo sé lo que le pasaba a ella, se dejó manosear ya a los dieciséis años por uno de los de Álvarez, después pasó de mano en mano y en el baile ya a los veinte no la sacaba a bailar nadie, por pegote, hasta que entró en la barra de los viajantes y ahí ya no le faltó más quien la acompañara a la casa después del baile.

Pero le quedó rabia de que yo me lo agarrara al hermano, y por eso le dijo a usted que a mí me había manoseado Aschero. Pero a mí fue uno solo, y porque yo era chica, en cambio a ella le ensuciaron el nombre hasta que se cansaron. Y se quedó soltera, ésa es la rabia que tiene ¡se quedó soltera! La idiota no sabe que estar casada es lo peor, con un tipo que una no se lo saca más de encima hasta que se muere. Ya quisiera estar soltera yo, no sabe que la que ganó al final fue ella, que es dueña de ir adonde quiere ¡mientras yo estoy condenada a cadena perpetua!

Arroja la lapicera con fuerza contra la pileta de lavar, toma las hojas escritas y las rompe en pedazos. Un niño recoge del suelo la lapicera, la examina y le comunica a su madre que está rota.

*

Buenos Aires, 12 de agosto de 1947

Querida Doña Leonor:

Espero que estas líneas la encuentren con salud y en compañía de los suyos. Después de titubear bastante me pongo a escribirle, pero ante todo debo hacerle una aclaración: yo gracias a Dios tengo una familia que ya muchos quisieran, mi marido es una persona intachable, y apreciado en su ramo, no me deja faltar nada, y mis dos hijos están creciendo preciosos, aunque la madre no debería decirlo, pero ya que estoy en tren de sinceridad tengo que decir las cosas como son. Así que no tengo de qué quejarme, pero por mis cartas tal vez usted se formó una idea rara, porque a mí se me dio por ser floja. Pensé en lo mucho que una madre sufrirá en su caso y por eso pensé que la consolaría saber que yo la acompañaba en el sentimiento. Yo la acompañé, pero ahora que usted no quiere más que la acompañe, dado que no me escribió más, aquí va una verdad: a mí nadie me trata como trapo de cocina.

No comprendo la razón de su silencio, pero por las dudas alguien le haya envenenado los oídos con mentiras, quiero que sepa toda la verdad por mi propia boca, después podrá juzgarme. Lo único que le pido es que si está decidida a no escribirme más, por lo menos me mande esta carta de vuelta, abierta se entiende, en prueba de que la leyó. ¿O será mucho pedirle?