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– Creo que tienes algo que decirme.

El corazón de Josleen saltó en el pecho. A pesar de lo grande que era, Serman le pareció en ese instante un niño asustado. Rogó para que Kyle no le intimidase lo suficiente como para callar.

Por fortuna, el guerrero no era de los que se dejaban amedrentar. Ahora sí, se puso en pie y su voz sonó tan fuerte como la Kyle.

– En efecto, señor. Solicito la mano de lady Elaine.

Un murmullo de asombro recorrió el salón.

Kyle tomó un trozo de ganso, le dio un mordisco y lo masticó, manteniendo el suspense entre los presentes. Josleen empezó a golpear el suelo con el pie.

– ¿A qué estabas esperando? ¿A que llegaran las lluvias? -sonrió de repente-. Madre, ¿tú estás de acuerdo?

– Sí -la mujer se levantó también, mientras su rostro se volvía del tono del melocotón y se estrujaba las manos-. Sí, hijo.

– Sea, entonces -accedió el joven-. La boda se celebrará de aquí en un mes.

Las felicitaciones y los gritos de guerra de James y Duncan atronaron a todos. Algunos bromearon con Serman, que acogió las burlas con una sonrisa de oreja a oreja, olvidando su habitual ceño fruncido. Las miradas de Josleen y Kyle se cruzaron y él se encogió de hombros, con un brillo pícaro en los ojos.

Pero si creía que Kyle había acabado, estaba equivocada. Él esperó a que las chanzas y felicitaciones se aplacaran y luego elevó la voz para decir:

– Mañana saldremos de caza, caballeros -se dirigía a sus hombres-. La despensa empieza a resentirse de vuestra glotonería -el comentario fue acogido con risas y frases de aceptación.

Josleen volvió a clavar los ojos en aquellas lagunas doradas y alzó el mentón, rebelde, dando a entender que seguía manteniendo el estandarte del muchacho en alto.

– Y tú, Malcom -Kyle se dirigió a su hijo pero no dejaba de mirarla a ella-, ¿te encuentras en condiciones de acompañarme?

El niño casi derramó su cuenco de sopa al escucharle. Le miró arrobado, como si acabasen de decirle que acababa de bajar un ángel del cielo. Se atragantó, tosió y acabó por asentir, rojo como la grana.

– Estoy dispuesto, padre.

– Estupendo -le sonrió Kyle-. Espero que puedas cazar un buen ciervo – Josleen puso los ojos en blanco-, o un jabalí.

La carita de Malcom se quedó lívida. Le miró con dudas. Su vocecita apenas se escuchó en el salón cuando preguntó:

– ¿No os daría igual un conejo o una liebre, padre? Me parece que un ciervo es demasiado para una primera vez.

Kyle, sin poder remediarlo, estalló en carcajadas, y por primera vez tomó a su hijo por las axilas y le sentó sobre su regazo. Malcom no acertó a hablar, pero su rostro irradiaba tal adoración que a Josleen le corrieron las lágrimas por las mejillas.

– Ya habéis oído, caballeros -tronó la voz del jefe del clan-. Mi hijo se encargará de los conejos. Y llevando mi sangre, os juro que tendremos para todo el invierno.

Josleen no pudo soportarlo. Si acababa estallando en llanto todos pensarían que era un tonta. Aprovechó la algarabía general y escapó de allí para desahogarse a placer.

Una zarpa atenazó el corazón de Kyle al verla salir corriendo. ¿Qué demonios había hecho mal ahora? Deseó seguirla, pero entre todos le retuvieron en el salón hasta tarde.

Kyle empujó la puerta de su habitación temiendo no encontrarla.

Josleen le esperaba, sin embargo, metida ya en la cama y apenas entró le tendió los brazos, donde él se perdió sin pensarlo dos veces.

Nunca a un hombre le agradecieron de tal modo invitar a un mocoso a una partida de caza.

Pasaron casi toda la noche haciendo el amor y a la mañana siguiente le costó un verdadero esfuerzo levantarse para salir con Malcom y los hombres.

Josleen pasó el cepillo por sus largos cabellos, algo descuidados desde que dejase Durney Tower. Era Sheena quien solía cepillárselos todas las noches y se había acostumbrado a ello, por lo que ahora que no tenía la tenía a su lado, era un trabajo que la fastidiaba.

Llamaron a la puerta.

Sonrió, pensando que Kyle y Malcom ya estaban de vuelta, aunque el sol estaba aún alto y creyó que regresarían más tarde. Abrió con una sonrisa de bienvenida en los labios.

Pero no había nadie.

Miró a un lado y otro de la galería, pero estaba desierta. Se disponía a cerrar cuando vio una nota en el suelo. Extrañada, la recogió y la leyó. La letra era grande y desigual, pero el mensaje estaba muy claro:

"Kyle no pedirá nunca rescate por ti, y no puedo ayudarte porque te vigila como un lobo. Pero tengo el modo de que, al menos, tus amigos, puedan escapar.

Ve a la torre norte a las ocho.

Te estaré esperando"

No estaba firmada.

Josleen la arrugó entre sus dedos, y pensó con celeridad. Alguien allegado a Kyle sabía que él no pensaba pedir rescate. Ella podría soportarlo, porque ya no deseaba marcharse, pero nunca aceptaría que los hombres de su hermano pasaran más tiempo prisioneros en las mazmorras de Stone Tower. De modo que si el autor de aquella nota podía ayudarles a escapar, debía actuar y rápido.

Durante el tiempo que faltaba para las ocho, se devanó los sesos pensando en quién podía ser aquella persona y los motivos para ofrecer su ayuda. Los criados la habían tomado aprecio y las mujeres de la aldea le estaban agradecidas por salvar a la niña e impartir clases a sus hijos, pero… ¿era suficiente causa para traicionar al jefe de su clan?

Capitulo 38

En las márgenes del río que hacía frontera con las tierras de los McFersson, Wain desgastaba el césped paseando nerviosamente de un lado a otro.

Uno de sus lugartenientes se le acercó y le tendió una jarra de whisky.

– Debemos esperar, laird -le dijo, al ver la mirada vidriosa de su jefe, clavada en la otra orilla de la corriente-. Los McFersson son un clan fuerte y no debemos enfrentarnos a ellos sin ayuda.

– Lo sé -gruñó Wain, bebiendo largamente-. ¡Mierda si lo sé!

– Los McCallister y los Gowan estarán aquí mañana con toda seguridad. Entonces seremos un buen número. Suficiente como para atacarles.

– ¡Pasaré su torre por las armas, Teddy, lo juro! ¡No dejaré una piedra sobre otra!

– Y nosotros te ayudaremos.

El joven asintió, agradeciendo su lealtad. La rabia más sorda por el rapto de su hermana y de algunos de sus hombres había conseguido levantarle dolor de cabeza.

– Esta enemistad ha durado ya demasiado -dijo-. Desde que el bisabuelo de ese jodido McFersson asesinó al mío. Desde entonces no hemos tenido paz y ya va siendo hora de cobrar las afrentas.

– Recuerda en hace tiempo casi le partiste en dos -sonrió el otro.

– ¡Pero no acabé con su vida! -ladró Wain- Ahora lo haré. Y pondré su dorada cabeza en una picota que clavaré en la puerta de Durney Tower.

***

Josleen ascendió las escaleras que daban a la torre despacio. Se preguntaba una y otra vez por qué Kyle no estaba dispuesto a pedir rescate por ella. No era lógico. Podía ser cuantioso y su hermano estaría dispuesto a pagar lo que fuera por recuperarla a ella, a Verter y a los demás. Nadie en su sano juicio despreciaría aquella transacción.

Cuando llegó arriba, la explanada de la almena se le antojó un lugar inhóspito. Hasta ese momento no había subido allí y ahora veía que estaba en obras.

Tratando de pisar con cuidado, se identificó, esperando ver a quien le enviase la nota. Pero nadie contestó.

Estuvo a punto de tropezar cuando su pie topó en una viga de madera cruzada en el suelo. Sofocó una exclamación y se agarró a otra de las vigas. Justo en ese instante, el suelo cedió bajo sus pies y Josleen dejó escapar un grito de terror. Las tablas que componían el suelo estaban tan podridas que chascaron al soportar su peso. De nada sirvió el liviano agarradero al que se aferró y se precipitó al vacío mientras veía por el rabillo del ojo unos cabellos largos y negros y escuchaba una risa que identificó de inmediato con Evelyna Megan.