Kyle, tumbado en el suelo, se tocaba la mandíbula. Y Verter, con las piernas abiertas y casi encima de él, tenía aún los puños apretados. Ante el movimiento general, Kyle pidió calma con un gesto, mientras taladraba con los ojos a Verter y trataba de averiguar si tenía todos los dientes en su sitio.
– Supongo que me lo merecía.
Verter asintió.
– Te tenía ganas, muchacho, no voy a negarlo.
Extendió el brazo y Kyle lo aceptó para levantarse. Josleen acudió a su lado de inmediato y regaló al otro una mirada que hubiese helado el centro de la tierra.
– Bestia -le insultó-. ¿Te ha hecho daño? Pega como una mula.
– Bueno -repuso Kyle, aún atontado por el trallazo-, me han pegado coces mayores. No se ofenda, Verter.
Gowan se frotó la barriga. Llevaba varios días comiendo el rancho que sirvieron durante la marcha y soñaba con una buena pieza de carne. Presentía que aquella noche comería caliente.
En el momento en que se dirigían hacia las murallas, el sexto sentido de Kyle evitó una tragedia. Un ligerísimo destello entre los matorrales desvió su atención. La flecha iba directa hacia la espalda de Wain. Con unos reflejos inmejorables Kyle empujó al otro, que cayó de bruces, recibiendo él el impacto en su hombro. Pero le dio tiempo a sacar su espada y lanzarla.
El estertor de muerte apenas se escuchó.
La confusión sólo duró unos segundos. Fue Verter quien corrió hacia los arbustos mientras Alien y Josleen se preocupaban de atender a Kyle. Cuando regresó, su expresión era de asombro.
– Por el amor de Dios, es Moretland -dijo.
Kyle rompió el astil emplumado y movió el hombro herido.
– Me olvidé de él -dijo Josleen, rasgando ya parte de su enagua para enjugar la sangre-. Por su culpa casi me desnuco al caerme desde lo alto de la torre al piso inferior. Es un traidor, Wain.
– Era un traidor -rectificó Verter-. McFersson, tu espada le ha atravesado la garganta.
– Seguramente pensó que era el momento adecuado, echándonos la culpa -dijo Kyle a Wain-. Te odiaba. Deseaba ser el jefe de los McDurney.
– Siempre le traté bien, le di mi confianza. Con seguridad trataba de eliminarte a ti.
– ¡Wain, no seas terco! -exclamó Josleen-. Esa flecha te hubiese atravesado.
– Debo suponer que acabas de salvarme la vida, entonces.
Kyle sabía que el otro no estaba muy conforme, porque ahora le debía un favor. Se encogió de hombros y el movimiento le hizo respingar.
– Hay que curar eso antes de que te quede menos sangre en el cuerpo que cerebro en la cabeza -zanjó la madre de Josleen-. En cuanto a ti, hijo, pues sí, acaba de salvarte la vida. Imagino que ahora la deuda por la muerte de tu bisabuelo podría quedar zanjada.
Epilogo
El tibio sol de otoño teñía de rojo la pradera. Las copas de los árboles, mezcla de ocre, rojo y verde, convertían el paisaje en un lienzo maravilloso.
Hacía frío pero Josleen, arropada bajo gruesas mantas de piel, no lo sentía. Muy por el contrario, estaba ardiendo.
Los labios de Kyle acariciaron su oreja. Le miró. Le miró como hacía siempre, sin acabar de creer que aquel dios pagano, dorado de la cabeza a los pies, le perteneciera. Aceptó su boca. Cuando él profundizó en el beso, volvió a desearlo.
– Hace apenas unos minutos, Kyle -protestó de todos modos.
– Una eternidad -dijo él, entrelazando sus piernas a las de ella y envolviéndola en sus brazos-. Una eternidad, mi amor.
Ella se arrebujó, mimosa, apoyando la mejilla en su pecho. Aún no estaba satisfecha. Nunca estaría satisfecha de él, aunque pasaran mil años.
– Liria ha prometido hacer un pudín de frutas para el postre de mañana -dijo para distraerle.
– Odio el pudín de frutas.
– A mi me encanta.
– Por eso Liria lo hace.
– Me mima demasiado.
– Vas a tener a mi nuevo hijo y todos te adoran, como yo -afirmó, acariciando el vientre aún plano.
– Será una niña.
– Y preciosa.
– Eso espero. Malcom dice que estará encantado de tener una hermanita a la que proteger.
– Ajá -Kyle aspiró el olor a flores que emanaba su esposa.
– Y mamá ha prometido pasar el invierno con nosotros. No quiere estar lejos cuando nazca -alzó la cabeza para mirarle-. ¿Te importa tener a tu suegra una temporada?
– Sabes que no, mi amor.
– Verter la acompañará.
– ¡Por Dios, mujer! -protestó- Verter me tiene aún ganas. Todavía me duele el puñetazo.
Josleen se rió con ganas. Pero su risa se fue convirtiendo en gemidos cuando comenzó a acariciarla bajo las mantas.
– ¿Será siempre igual? -ronroneó.
– He de resarcirme, señora.
– ¿De qué?
– De la semana que tus parientes pasaron en Stone Tower, hasta que Wain accedió a que nos casásemos. Recuerda, cariño, que no se me permitió tocarte durante todos los días que duró el… ¿cómo lo llamó tu madre? ¿Cortejo?
Josleen volvió a estallar en carcajadas que la provocaron hipo. Kyle la miró fascinado. Cuando reía el mundo estallaba en mil colores. La amaba de un modo completo. Tanto, que a veces le dolía el pecho. Y se lo dijo. Una vez más. Tal vez lo había repetido un millón de veces desde que pidió formalmente su mano a todo el condenado clan McDurney, al clan Gowan y también al clan McCallister.
Ella le besó en la barbilla. Sus ojos, más brillantes que nunca, envolvieron a Kyle en ternura y pasión.
– Recuperemos entonces el tiempo perdido, mi terrible guerrero de las Highlands -susurró ella-. Hazme el amor.
– Una y mil veces, mi hermosa flor de brezo blanco. Una y mil veces.
Y Kyle cumplió su palabra.
Por descontado que lo hizo.
Pasaría el resto de su vida concediendo ese deseo a su esposa.
Nota
Quiero agradeceros el increíble seguimiento que ha tenido esta novela tanto en mi página como en los foros de romántica en los que se ha colgado. Agradezco también vuestros correos siempre tan cariñosos y pido disculpas porque aún me quedan muchos por contestar, pero es que se han desbordado todas mis previsiones. Prometo contestar todos y cada uno de los emails, quienes ya me han escrito otras veces pueden dar fe de que siempre contesto.
Nuevamente pido disculpas por los innumerables fallos que sin duda habréis podido encontrar, pero esta novela es tan sólo un borrador que he querido compartir con vosotros. Su función no era otra que la de entretener y haceros pasar un buen rato, si lo he conseguido me doy por satisfecha.
Muchas gracias a todos.
Un abrazo,
Nieves Hidalgo
P.D. Han sido más de 350 personas las que han leído en el blog diariamente la novela. A todas ellas ¡gracias por estar aquí cada día! y muy especialmente a quienes habéis dejado vuestro comentario o me habéis escrito personalmente.
Hidalgo Nieves