Más espléndido que como le recordaba.
– Volvemos a vernos -dijo él, ofreciéndole su mano.
Josleen tardó en aceptarla, pero acabó haciéndolo.
– Eso parece.
– Aunque ahora se han cambiado las tornas.
– Desafortunadamente para mí y mi escolta.
Kyle sonrió de repente y ella creyó encontrarse en el séptimo cielo y respondiéndole.
– No he olvidado que tengo una deuda contigo, muchacha. Nada debéis temer. No os haremos daño.
– Entonces… ¿por qué nos habéis atacado?
– Os hemos detenido. Hay una diferencia. De haberos atacado realmente, ni uno sólo de tus hombres estaría con vida.
Josleen asintió, más calmada. Si no entendía mal, él debía haberla reconocido y sólo deseaba intercambiar un saludo. Entendía que no había visto mejor forma que sorprendiéndoles, porque no hubieran sido bien recibidos de advertir el color de sus tartanes. Sonrió y comenzó a caminar, como el que da un paseo. Kyle la siguió mientras sus hombres esperaban, sin saber qué hacer con los prisioneros. Tampoco éstos parecían comprender nada.
– ¿Pensáis robar el ganado de la aldea?
– Ajá.
– Y has cambiado de idea al reconocerme.
– No exactamente. Sólo he priorizado. Me pareció buena idea saludarte. Pero después me llevaré el ganado.
Josleen se echó a reír. Sin que ella se diera cuenta, Kyle se tensó. Su risa le hizo desearla.
– Así que has querido intercambiar saludos. No es frecuente entre clanes enemistados.
Kyle se encogió de hombros. Ella pensó que era una estupenda y preciosa anécdota para contarle a su madre y a Wain cuando regresara a Durney Tower. ¿Por qué no?, se dijo. Hacía demasiados años que duraba aquel enfrentamiento estúpido entre sus clanes.
Estaba entusiasmada. Hasta que le oyó decir:
– No exactamente intercambiar saludos, muchacha. Vendrás conmigo.
Capitulo 14
Josleen retrocedió un paso. ¿De qué estaba hablando, por todos los cielos? ¡Ir con él!
– No lo estás diciendo en serio -dijo con un hilo de voz.
– Muy en serio. Que viajes con escolta sólo puede significar que eres importante en el clan McDurney. Eso significa un buen rescate.
Ella se atragantó. ¡El muy…! Se le fue el color de las mejillas. Echó un rápido vistazo alrededor. No podía contar con su escolta.
– Yo te liberé cuando te apresamos -le recordó.
James silbó y cuando Kyle se volvió a mirarle estalló en carcajadas. El muy bellaco no había contado nada a ese respecto.
– Y yo pagué la deuda respetando la vida de tus hombres. Como ahora.
Josleen entendió. No pensaba dejarla ir.
– Wain McFersson te declarará la guerra por esto.
Su mención hizo que Kyle alzara las cejas.
– No lo creo. Pagará el rescate y ahí quedó todo.
– Ni lo sueñes -repuso con desdén-. Vendrá a por mí.
– ¿Eres su amante?
Josleen estuvo tentada de golpearle. Apretó los puños contra las caderas y elevó la barbilla con gesto altanero.
– Es mi hermano.
Por los ojos de él cruzó un atisbo de tormenta. Fijó en ella su atención. Había visto al McDurney sólo una vez, hacía siete años. Y no olvidaría su rostro jamás, porque el otro consiguió alcanzarle con su espada y guardaba una cicatriz en el costado izquierdo como recuerdo. La muchacha que tenía ante él tenía los ojos acaso más azules, el cabello más rojizo… pero… Aquella expresión tenaz, aquel rictus de superioridad que anidaba en sus gruesos labios…
– Tu nombre -ordenó tajante.
– Para tí, sólo McDurney.
Kyle la agarró el brazo, repentinamente enfurecido. Había jurado hacía años que si se encontraba de nuevo con Wain McFersson, acabaría con él. Wain había tachado de asesinos a todos los de su clan debido al enfrentamiento de antaño. Le había herido, humillado y pisoteado su orgullo. Y ahora, ¡loados fuesen los cielos! tenía nada menos que a su hermana en su poder. ¿Qué mejor venganza? ¿Qué mejor modo de hacerle daño? La empujó hacia el grupo y ladró una orden:
– Atadles a todos las manos a la espalda y que monten. ¡Y darme una cuerda!
James se la tendió, pero al adivinar el uso que iba a hacer de ella se disgustó, aunque guardó silencio.
Kyle ató las muñecas de Josleen y la tomó en brazos para dejarla al lado de los demás prisioneros. Luego, montó su caballo, dio una silenciosa orden alzando el brazo y salió a galope hacia la aldea, sabiendo que sus hombres le seguirían. Tener entre sus brazos a aquella muchacha no le hizo olvidar el ganado.
Capitulo 15
El origen de los clanes escoceses provenía de los celtas y era su sistema de vida; el único conocido. El clan estaba formado por los miembros originarios, casi siempre relacionados con el jefe del mismo por vínculos de parentesco o de sangre. Eran los Native Men y, por consiguiente, los que ejercían mayor poder dentro de la comunidad. El resto, los Broken Men, no eran sino miembros de otros clanes menos poderosos o deshechos que buscaban protección bajo el más fuerte. McFersson y McDurney tenían muchos de aquellos entre sus filas.
Josleen observó que había grupos aislados que saludaban los colores McFersson, según se adentraban en tierra enemiga.
Atravesaron un río y se internaron en un bosque cerrado, con espesa vegetación. Cabalgaron sin descanso durante horas y para ella supuso un infierno. Aquel desgraciado la había montado delante de él y era imposible no chocar una y otra vez contra su musculoso cuerpo. Su humor era el peor que recordaba desde hacía tiempo.
El de Kyle, no tenía nada que envidiarla. Aunque había recordado frecuentemente, durante aquellos meses, sus trémulas y avergonzadas caricias mientras fue su prisionero y le creyó dormido, ahora se le hacía cuesta arriba mantenerse impertérrito teniéndola allí, entre sus muslos. Deseaba llegar a Stone Tower lo antes posible. Su perfume le embotaba y hubo de cambiar varias veces de posición mientras cabalgaban para no demostrar su excitación.
Debería haberse sentido ufano por haber cazado a una McDurney con la que obligar a Wain a negociar, consiguiendo tierras y ganado. Pero no era así. Estaba irritado.
Apenas pararon para dar un ligero descanso y agua a caballos y reses y para tomar un bocado. Durante el breve respiro, ataron a los prisioneros juntos. Josleen fue apeada sin demasiados miramientos y a punto estuvo de lastimarse.
James lanzó una mirada de fastidio a su hermano mayor y le increpó en voz baja su lamentable actuación. Ella, lo escuchó. Y pensó que, tal vez, podría encontrar un aliado de su causa antes de acabar en una mazmorra.
Sonrió al joven guerrero y él respondió con una media reverencia. James escuchó la advertencia de Kyle a su espalda, pero le mandó mentalmente al infierno y se acercó a ella. La tomó del codo y la condujo, con toda galantería, hasta acomodarla a la sombra.
Pero no le soltó las manos. Le proporcionó un trozo de carne seca y un pellejo de vino rojo. Estaba famélica, cansada, muy enfadada y hasta un poco temerosa de su suerte, pero agradeció las viandas y se dispuso a comer. Al menos, le habían atado las manos delante. A punto de saborear la carne seca, se dió cuenta de que nada habían ofrecido a su escolta.
Con un gesto altivo, tiró la carne y el pellejo a un lado y se recostó en la corteza del árbol, cerrando los ojos.