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– Lo harás.

Una guapa rubia entró en la cocina y suspiró.

– Necesito más. Pia bebe más que yo y se suponía que yo iba a ser la borracha de la fiesta -sonrió a Charity-. Hola, soy Katie y, por favor, no pienses mal de mí.

– No lo haré.

– No suelo beber mucho.

– O nada -murmuró Jo-. Tratándose de alguien que tiene un bar, resultas muy decepcionante en ese aspecto.

– Lo sé -Katie se apoyó contra el mostrador-. Pero esta noche es diferente. Mi hermana va a casarse.

Charity se sintió confundida.

– ¿Y eso es malo?

– El novio y yo estábamos saliendo cuando se conocieron. Llevábamos juntos casi un año. Me había comprado un anillo de compromiso, pero antes de dármelo, conoció a mi hermana y me dieron esa puñalada trapera.

– ¡Uy! -exclamó Charity-. Lo siento.

– No lo sientas. Es un cretino -le respondió Katie.

Charity tenía la sensación de que el que hablaba era el alcohol más que su corazón.

– Lo peor es que la boda es una fiesta de cuatro días en el Lodge -añadió Jo.

– Necesito ir acompañada de una pareja, pero no tengo ninguna -dijo la chica en voz baja y entre hipos.

– Siempre está Josh -le dijo Jo.

Katie puso los ojos en blanco.

– Necesito salir con un tipo que la gente crea de verdad que es mi pareja. No hay nadie. Y ahora mi madre está ofreciéndose a prepararme una cita con el hijo de su mejor amiga. Howie.

Charity intentó contener la risa.

– Bueno, no es un nombre muy romántico, pero podría ser un chico genial.

– Lo conocí cuando éramos pequeños. Es un cerebrito, pero no en el buen sentido. Nos odiábamos y eso que sólo estuve cuatro días con él. Por favor, que alguien me dé un tiro.

– ¿Y por qué no mejor te damos otro margarita?

– Eso también me vale -Katie miró a Charity-. ¿Estás felizmente casada o saliendo con alguien? Porque te advierto… serías la única de todas nosotras.

– Lo siento, pero no. Yo también tengo una larga lista de malas rupturas.

– Es una situación muy desagradable -farfulló Katie-. Pero, ¿qué nos pasa?

– Nada -dijo Jo firmemente-. No necesitas a un hombre para ser feliz.

– Intenta decirle eso a mi cuerpo. No ha entrado en acción en casi un año.

Ahora Charity sí que se rió a carcajadas. Por suerte, Katie no pareció darse cuenta.

– Está Crystal -dijo ella-. Por lo menos ella sí que fue feliz antes.

Jo se sirvió otra copa.

– Al marido de Crystal lo mataron en Irak -miró hacia la puerta y después bajó la voz-. Está enferma. Cáncer. Por eso no bebe, así que no le ofrezcas nada.

Charity pensó en la amiga de Pia.

– Pues tiene buen aspecto.

– Ahora mismo las cosas están bien. Esperamos que el tratamiento pueda matar al cáncer sin matarla a ella también.

– Es terrible. ¿Tiene hijos?

Qué horroroso sería para ellos haber perdido a su padre y ahora tener que vivir la enfermedad de su madre.

– No exactamente.

De no ser porque aún no había dado ni un sorbo, Charity habría culpado lo confusa que estaba al vino.

– ¿Qué quieres decir?

– Congelaron unos embriones antes de que su marido se marchara a Irak, por si acaso. Estaba pensando en implantárselos, pero le descubrieron el linfoma durante el examen físico. Quiere recuperarse para poder tener a sus hijos -Jo se sirvió una copa de vino tinto-. A veces la vida es una mierda.

Charity no sabía qué decir.

– Lo siento.

– Todas lo sentimos y no hay nada que podamos hacer. Eso es lo peor. Bueno, no para Crystal, obviamente -Jo sacudió la cabeza-. Creo que he bebido demasiado, no suelo soltarme tanto. Vamos, volvamos con las chicas.

Charity siguió a Jo y a Katie hasta el salón donde hizo todo lo posible por no mirar a Crystal. ¿Podía haber algo más triste que lo que acababa de oír?

– ¿Te gusta estar en Fool's Gold? -le preguntó una mujer.

– A nadie le importa eso -dijo Desiree con una carcajada-. Yo lo que quiero saber es qué piensa de Josh.

La habitación se quedó en silencio y varios pares de ojos se posaron en Charity, que se quedó paralizada con la copa de vino a medio camino de sus labios.

– ¿Cómo dices?

– Estás viviendo en ese hotel con él -dijo Desiree con otra risa-. Cuéntanoslo todo.

Charity dejó la copa de vino.

– Yo no vivo con él, tengo una habitación en el hotel -de ningún modo mencionaría que sus habitaciones estaban la una pegada a la otra. Si lo decía, tendría muchos problemas-. Lo he visto unas cuantas veces y es muy agradable.

– ¿Habéis tenido alguna cita? -le preguntó una mujer.

– No, claro que no.

Jo volteó los ojos.

– Charity es nueva y aún no conoce nuestras maldades. No la asustéis la primera noche. Últimamente no han tenido muchas noticias de Josh y están hambrientas de cotilleos sobre su tema favorito.

Casi todas se rieron, incluso Crystal.

– ¡Está buenísimo! -dijo Desiree con un suspiro-. Esa cara, ese cuerpo…

– Ese trasero -murmuró Pia desde el sofá.

– ¡Sigue viva! -gritó Jo-. Quédate ahí, cielo. Te encontrarás cada vez peor, pero sobrevivirás.

– Hay otros hombres guapos en la ciudad -dijo Charity.

– Puede, pero ninguno como Josh -le respondió Desiree-. Parece que hace tiempo que no tiene una buena aventura.

– Estuvo con aquella instructora de esquí -apuntó Crystal.

– Eso fue el año pasado. No se me ocurre nadie más -y mirando a Charity esperanzada, Desiree añadió-: A menos que tú quieras confesar algo.

– Siento decepcionaros, pero apenas hemos tenido contacto -de ninguna manera les contaría lo que sabía de él, parecían un público muy duro-. Además, no creo que sea su tipo.

– Si eres mujer, entonces eres su tipo -dijo una mujer desde el otro lado de la sala.

Todas se rieron.

Eso no es verdad, pensó Charity al recordar el dolor que había visto en su mirada.

Él tenía razón, la ciudad tenía altas expectativas puestas en él que podrían ser totalmente surrealistas.

No le extrañaba que Josh no quisiera exponer sus debilidades.

– No lo es tanto -dijo Pia incorporándose en el sillón-. Podrías serlo, pero no lo eres.

Charity no sabía cómo tomárselo.

– ¿Y eso qué quiere decir?

– Vistes de un modo muy… soso. Esos vestidos y esas chaquetas tan rectos… Sé que en el trabajo tienes que dar aspecto de toda una profesional, pero ¡por Dios! ¡Enseña un poco de carne!

Crystal rodeó a Pia con su brazo y le susurró algo al oído antes de sonreír a Charity con gesto de disculpa.

– No es ella misma.

Charity le devolvió la sonrisa, pero por dentro estaba gritando. ¿Qué le pasaba a su ropa? Claro que vestía de un modo muy conservador porque estaba representando a la ciudad.

Se dijo que Pia estaba borracha y que sus comentarios no significaban nada, pero eso no evitó que se sonrojara y deseara poder salir corriendo de allí. Nadie estaba mirándola, pero la falta de atención era tan obvia e intencionada que parecía como si todas estuvieran observándola.

Jo comentó algo sobre una película que se estrenaba el viernes y la conversación cambió. Al cabo de unos minutos, Charity se disculpó para ir al lavabo.

Una vez dentro, se apoyó contra la puerta y respiró hondo. Después, fue hacia el espejo y analizó su reflejo.

Sólo podía verse de cintura para arriba. Aunque había pasado por el hotel antes de ir allí, no se había molestado en cambiarse y por eso llevaba el mismo vestido de manga larga de todo el día.

La tela era una mezcla de algodón en un tono azul marino. Podría decirse que le quedaba un poco grande, pero le gustaba llevar ropa suelta. La chaqueta que llevaba era algo recta, aunque con una buena hechura.

Como siempre, se había alisado su ondulada melena castaña para recogérsela en una trenza. Llevaba unos pequeños pendientes de aro de oro, maquillaje mínimo y un sencillo reloj barato. Mientras seguía observándose, se dio cuenta de que lo mejor que podía sacar de su aspecto era que estaba limpia.