Probablemente debería haberse quedado impactada, pero no lo estaba. Tal vez era por el vino, o simplemente que había llegado el momento de dejar que las hormonas actuaran. Ya habían estado molestándola lo suficiente. Por eso se relajó contra Josh, lo rodeó por el cuello y se entregó a todas las sensaciones eróticas que la invadían.
Él dejó caer las manos hasta su cintura y la acercó más a sí. Ella separó los labios y Josh se coló entre ellos acariciándola con la lengua.
Un deseo la recorrió y tuvo que contenerse para no suplicar. Josh sabía a chocolatinas de menta de ésas que le dejaban cada noche sobre la almohada mezcladas con algo un poco más fuerte, algo parecido a whisky.
Ardía por dentro y el deseo crecía más y más. Sentía escozor en los pechos y ese punto que se ocultaba entre sus muslos se había inflamado de deseo. Mientras lo besaba, se entregaba y lo acariciaba, quería llevarlo a su habitación. Lo quería desnudo, dentro de ella y tomándola con fuerza.
La imagen estaba muy clara, era como si ya estuvieran juntos. Músculos tensos preparándose para el placer. Su reacción fue poderosa, tanto que la asustó y tuvo que apartarse. Al instante, volvió la luz.
Estaban en el pasillo del tercer piso. Había unas cuantas personas en sus puertas y aplaudieron cuando pudieron regresar a la era moderna. Charity sólo podía mirar a los ojos verde avellana de Josh mientras se preguntaba si los de ella se verían tan brillantes y llenos de pasión.
Sabía lo que él iba a decirle… o preguntarle. Sus habitaciones estaban a escasos metros de distancia, pero por mucho que lo deseaba, sabía que no podía ser una más entre millones. No podía serlo y seguir teniendo un poco de orgullo a la mañana siguiente. Rechazarlo parecía imposible, así que hizo lo único que le pareció que tenía sentido. Corrió a su habitación y entró sin detenerse. Después se quedó con la espalda pegada a la puerta y esperó a que su corazón latiera con normalidad.
Capitulo Siete
Marsha entró en el despacho de Charity sacudiendo la cabeza.
– Lo sé, lo sé, llego tarde. Estaba reunida con Tiffany -se dejó caer en la silla situada frente al escritorio de Charity y gruñó-. ¡Qué chica! -agitó una hoja de papel-. ¡Con toda la gente que quiere conocer y encima le encantaría que yo se los presentara!
Charity hizo lo que pudo por no reírse.
– Sé que es difícil.
– Es más que difícil. Es humillante ver los problemas de nuestra ciudad en su tesis.
– Por lo menos sólo somos un capítulo.
– Lo sé y sé que debería dar gracias por ello, pero una parte de mí quiere preguntarle por qué no somos lo suficientemente buenos como para ocupar un libro entero. Lo cual es una locura. Debo de necesitar medicación -respiró hondo-. Está bien, ya basta de Tiffany. ¿Cómo estás?
– Mejor que tú. Iba a ir a por una botella de agua a la máquina. ¿Te apetece algo?
– Un martini, aunque sé que no los tenemos en las expendedoras. Así que tomaré un té helado -levantó la mano y la posó sobre su regazo-. No me he traído el bolso.
– Yo invito. Ahora mismo vuelvo.
– Gracias. Me quedaré aquí sentada practicando la respiración para que me baje la tensión.
Charity salió del despacho y fue hacia la máquina expendedora. No había estado con Tiffany, pero había oído que las preguntas de la estudiante podían resultar inquisitivas en el mejor de los casos y algo irritantes en el peor.
Metió el dinero en la máquina y sacó las bebidas. Después, volvió al despacho.
– Gracias -dijo Marsha al aceptar la botella-. ¿Ese traje es nuevo? Me gusta mucho la falda.
Charity se dijo que aceptara el cumplido sin más, sin dar ninguna explicación o, por lo menos, no una detallada. Su jefa no tenía por qué saber que por fin se había dado cuenta de que se había pasado los últimos años descuidando totalmente su aspecto.
– He ido a Sacramento este fin de semana y he hecho algunas compras.
La falda negra de corte lápiz seguía dándole un toque profesional, pero terminaba unos centímetros por encima de las rodillas en lugar de varios por debajo. Los zapatos tenían un tacón más fino y eran algo más altos que los que había estado llevando. La blusa la tenía desde hacía como un año, pero era bastante clásica. Colgando del respaldo de su silla estaba su nueva chaqueta, un bolero con raya diplomática negra y blanca. El estilo resaltaba su cintura y la hacía sentirse femenina y poderosa.
– Estás genial. Siempre he tenido debilidad por la ropa. Hace años me dio por el cuero, pero ahora soy demasiado vieja. Aterrorizaría a la gente si me presentara con unos pantalones de cuero o con flecos.
Charity se rió mientras se sentaba.
– Podrías marcar tendencia.
– Eso os lo dejo a las que tenéis menos de treinta. Bueno, venga, dime qué tal van las cosas. ¿Tenemos algún negocio nuevo por aquí para que pueda decirle a Tiffany que ya no somos dignos de aparecer en la tesis?
– Aún no, pero estoy trabajando en ello. He estado en contacto con el comité del hospital y quedaron muy impresionados. Han descartado por completo un emplazamiento, así que ahora la cosa está entre otro competidor y nosotros. Querrán enviar a algunas personas para explorar la ciudad y ver qué tenemos para ofrecerles. Ya estoy preparando posibles recorridos.
– Un hospital. Eso sería increíble.
– Estaba en tu lista de cosas que hacer.
Marsha le dio un sorbo a su té.
– Me encanta cuando la gente me escucha.
– Estoy segura de que todo el mundo te escucha. Por lo que sé, la mayor preocupación del consejo del hospital se basa en el apoyo de la comunidad, así que me pondré con ello directamente.
– Excelente.
Charity le dio una carpeta.
– He estado reuniéndome con una empresa de software. Están en San José y aunque mantendrían allí sus oficinas centrales, necesitan expandirse. Muchos empleados han expresado su deseo de vivir en una pequeña ciudad. Quieren quedarse en California y seguir relativamente cerca de las oficinas centrales, así que tengo muchas esperanzas puestas y creo que puedo convencerlos para que vengan aquí.
– ¿Software, eh?
– La mayoría de los informáticos son chicos.
– Es verdad y siempre me ha gustado esa clase de hombre, los ingenieros informáticos. Suelen ser estables y responsables, importantes cualidades cuando se habla de matrimonio.
Charity miró la mano izquierda de la mujer. No había ningún anillo. Hizo intención de preguntarle, pero después pensó que podría ser un tema demasiado personal. Sin embargo, Marsha debió de darse cuenta y ella misma sacó el tema.
– Como muchas mujeres de mi generación, me casé joven. John era un hombre dulce, probablemente demasiado bueno para mí, y me amaba incondicionalmente. Fuimos muy felices juntos y tuvimos una hija -se detuvo-. ¡Cuánto quería a su niña! Teníamos planes de formar una gran familia, pero murió en un accidente de coche cuando nuestra hija sólo tenía tres años. Estaba embarazada en ese momento y el impacto de perderlo me provocó un aborto -Marsha apretó los labios-. Fue un momento difícil.
Charity se quedó impactada al oír esa tragedia.
– Lo siento mucho.
– Fue hace mucho tiempo. Ahora guardo buenos recuerdos, pero durante un tiempo no pensé que pudiera sobrevivir a su pérdida. Mi niña me ayudó a superarlo y, además, tuve a la ciudad.
Marsha le sonrió.
– John y yo nacimos aquí, así que cuando lo perdí, también lo perdió la comunidad entera. Se reunieron y aproximadamente un año después alguien me propuso candidata para alcaldesa. Pensé que lo hacían para hacerme salir de la depresión. Nunca hice campaña, pero de algún modo gané. Fui a mi primer mitin con idea de dimitir, pero por alguna razón no lo hice y aquí estoy, unos cuarenta años después, aún trabajando en la alcaldía.