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– Me alegra que sigas aquí. Haces un trabajo magnífico.

– Eres muy amable al decirlo.

Charity quería preguntarle por su hija, pero como nunca había oído hablar de ella, prefirió no hacerlo. Se temía que a ella le hubiera pasado algo también.

– Tengo muchos amigos -continuó Marsha-. Esta siempre ha sido mi casa, así que aunque John se fue, yo seguía perteneciendo a este lugar. Espero que tú también termines sintiéndote así aquí.

– Estoy disfrutando mucho conociendo a gente.

– ¿Estás haciendo amigos?

– Sí. La otra noche fui a casa de Jo para pasar un rato con Pia y sus amigas. Conocí a Crystal.

Marsha sacudió la cabeza.

– Es una chica encantadora. Es tristísimo. Cuando perdió a su marido, la comprendí perfectamente. Todos nos ilusionamos mucho cuando decidió que le implantaran sus embriones, pero después descubrió que estaba enferma. No es justo.

– Lo sé. Eso mismo pensé cuando Jo me contó la situación en la que se encontraba; pensé que la ayudaría tener un hijo, pero si está enferma…

– Sé lo que quieres decir. Perder a ambos padres sería muy difícil. A veces me pregunto en qué estaba pensando Dios cuando puso en marcha todo esto. Esperamos que se recupere, pero los médicos no lo ven muy probable.

Marsha le sonrió.

– Y ésta es la parte más difícil de la vida en una ciudad pequeña, que conocemos las alegrías de todos, pero también las penas -sacudió la cabeza-. Y ahora hablemos de algo más alegre. No pude evitar fijarme la otra noche en que estabas cenando con Robert. ¿Fue divertido?

Charity no estaba acostumbrada a hablar sobre su vida personal con su jefa. Sabía que Marsha sólo estaba siendo simpática, pero sinceramente no sabía qué decir teniendo en cuenta que Robert era el tesorero del Ayuntamiento.

– Es un tipo fantástico.

– Es un buen partido.

– Es un poco pronto para que empieces a hacer de casamentera conmigo.

– Es verdad, pero no puedo evitarlo. Tengo corazón de celestina. Me encanta ver a la gente enamorarse. Robert parece muy estable -se rió-. Suena terrible, pero sabes lo que quiero decir. Me refiero a que es responsable y formal.

«No como Josh», pensó Charity haciendo todo lo posible por no recordar el breve pero increíble beso que habían compartido. De nada servía pensar en lo imposible y, mucho menos, en lo improbable.

Marsha dio otro trago de té.

– Aunque también podríamos decir algo sobre un hombre que siempre te sorprenderá.

Charity parpadeó sorprendida.

– ¿Cómo dices? ¿Qué ha pasado con lo de un hombre estable y formal?

– Supongo que hablo con cierta predisposición, no soy objetiva. Hace mucho tiempo que conozco a Josh y para mí es como un hijo. Me gustaría verlo formar una relación con alguien especial.

Y a Charity le gustaría verlo desnudo, pero eso no lo mencionaría.

– ¿No estuvo casado antes?

– Sí, pero no fue buena con él. Era una mujer con un físico impresionante y muy superficial. Intenté decírselo, pero no me escuchó. Pensaba con la parte equivocada de su anatomía, no sé si me entiendes…

Charity sonrió.

– Te entiendo.

– Vale mucho más de lo que la gente cree. Aún recuerdo la primera vez que lo vi. Su madre y él se habían mudado desde Arizona. Josh había tenido un accidente terrible mientras hacía montañismo con su madre y cayó por la ladera de una montaña. Estaba lesionado y seguía recuperándose. Apenas podía caminar y sus pobres piernas estaban torcidas.

Charity intentó comparar esa imagen con la del hombre que conocía. Era imposible.

– Es perfecto.

– Oh, es muchas cosas, pero «perfecto» no. Aunque sé a qué te refieres. Tiene cara y cuerpo, pero cuando era pequeño la historia era distinta. Ella lo abandonó.

– ¿Su madre?

– Sí. Lo abandonó cuatro meses después de que se mudaran aquí. Se marchó una tarde; se subió en su coche y se largó. Me encontré a Josh fuera de su habitación de motel, esperándola. Al principio todos dábamos por hecho que volvería, pero no lo hizo. La buscamos, claro, pero si una persona no quiere que la encuentren, esconderse no es tan difícil.

Charity había crecido mudándose de un lado a otro. Había odiado tener que ser siempre la chica nueva, pero a ella nunca la abandonaron. Sandra había sido egoísta, pero jamás había pensado en abandonar a Charity. Una cosa era perder a un padre por un accidente o por una enfermedad y otra muy distinta que te abandonaran. ¿Cómo podía alguien recuperarse después de eso?

– ¿Qué pasó? -preguntó ella.

– Nadie sabía qué hacer. Estaba la posibilidad de la casa de adopciones, pero esa idea no nos entusiasmaba a ninguno, aunque, por otro lado, la ciudad no podía adoptar a un niño. Necesitaba estabilidad. El concejo municipal se reunió para tomar una decisión y entonces entró Denise Hendrix. Ella ya tenía seis hijos, incluidas unas trillizas, ¡imagínate! Su hijo mayor, Ethan, era de la edad de Josh. Dijo que un niño más no le supondría nada, así que Josh se fue a vivir con ellos. Ethan y él se hicieron muy buenos amigos y solían montar en bicicleta juntos.

– He oído ese nombre. ¿No tiene Ethan una empresa de molinos? Está en mi lista de gente que tengo que visitar.

– Sí, es él. Además tiene una constructora que heredó de su padre. Te caerá bien Ethan -los ojos de Marsha se iluminaron-. También está soltero. Es viudo.

Charity se rió.

– Tienes que dejar de intentar emparejarme, ya me ocuparé yo de hacerlo. Mi primer propósito es terminar de instalarme y traer nuevos negocios a Fool's Gold. Mi vida amorosa puede esperar.

– Me parece que podrías hacer las dos cosas. ¿Sigues pensando en comprarte una casa?

– Sí. Este fin de semana voy a ir a ver unas cuantas.

– Lo pasarás bien. Hay mucho donde elegir en la ciudad. Deberías hablar con Josh. Él siempre sabe cuándo una nueva propiedad ha salido al mercado.

Charity enarcó las cejas.

Marsha sacudió la cabeza.

– Me refiero al tema inmobiliario, no intento emparejarte.

– Me parece que no te creo.

Marsha le guiñó un ojo.

– Probablemente no deberías. Puedo ser muy astuta.

Una vez más, Charity se sintió encantada de haber aceptado el trabajo. Trabajar para Marsha era un placer y esperaba que la alcaldesa y ella se hicieran buenas amigas. Marsha era una persona de trato fácil y agradable.

Alguien llamó a la puerta abierta. Ella alzó la mirada y se encontró a Robert caminando hacia ellas.

– Lamento interrumpir -dijo él dándole a Marsha una carta que parecía de carácter legal-. No podía esperar.

Marsha observó la carta.

– Es del Estado de California.

– Quieren que les confirmemos si el dinero que enviaron para la reparación de carreteras se empleó debidamente.

– Reparación de carreteras. No sé nada de eso.

– Ninguno lo sabemos -respondió Robert-. Nunca hemos recibido ese dinero. Ha desaparecido.

Charity miró a Marsha, que parecía impactada.

– ¿De cuánto estamos hablando? -preguntó la alcaldesa.

– Setecientos cincuenta mil dólares.

– Gracias por ocupar el puesto de Crystal en el comité -dijo Pia mientras Charity y ella caminaban hacia el centro de recreo situado junto al parque.

– Estoy deseándolo -respondió Charity-. Quiero involucrarme en las actividades de la ciudad.

– Aja. Eso lo dices ahora, pero deja que te deje algo claro, ya has aceptado, así que no hay vuelta atrás. Después no vengas lloriqueando y quejándote.

Charity se rió.

– ¿Tan malo puede ser?

– Vuelve a preguntármelo dentro de tres meses cuando estés inscribiendo a mil quinientos corredores.

– ¿De verdad hay una carrera? -preguntó Charity fingiendo sorpresa.

– Es muy divertida.