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Le agarró la mano y él la llevó hacia sí.

– Gracias -le susurró al oído y entró con ella en la suite.

Emily estaba de pie detrás del sofá; ahora parecía mucho menos segura de sí misma y más pequeña. El cabello le caía en unos oscuros rizos, tenía los ojos grandes y un cuidado maquillaje.

– ¿Estás seguro de que quieres que esté? -preguntó Emily mirando a Josh.

– Sí.

– Pues te arrepentirás.

– Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

Emily respiró hondo y sacudió la cabeza.

– Estoy embarazada.

Charity retiró la mano, aunque no la soltó. Le daba vueltas la cabeza. ¿Embarazada? ¿Quería decir eso que se había acostado con Josh de verdad?

– Jamás me he acostado contigo -le dijo Josh con voz calmada.

– Estabas borracho, pero no creía que lo estuvieras tanto.

Los grandes ojos de Emily se llenaron de lágrimas.

– No puedo creer que no te acuerdes de mí. Lo haces con todo el mundo, lo sé, pero aquella noche significó algo para mí y ahora estoy embarazada.

Sus lágrimas comenzaron a caer sin cesar.

– Iba a ir a la universidad en otoño, ¿cómo voy a hacerlo ahora? Este bebé es tuyo. Tienes que responsabilizarte de él.

Charity sintió náuseas y apartó la mano de Josh bruscamente, agradecida de que Emily se hubiera presentado allí antes de que hubieran cenado. Si hubiera comido algo, ahora mismo estaría vomitando.

– ¿De cuánto tiempo estás? -preguntó él.

– Sie… siete semanas.

– ¿Recuerdas la fecha de aquella noche tan especial que tuvimos?

Había cierta furia en su voz, no preocupación. Estaba claro que no creía a Emily. Josh era muchas cosas, pero no era un irresponsable. Eso sí que lo sabía. Así que si estaba seguro de que el bebé no era suyo, entonces ella debía suponer que jamás había estado con Emily.

Respiró hondo y se recordó que tendría que darle el beneficio de la duda.

– Fue un martes -dijo Emily sin dejar de llorar.

Josh se cruzó de brazos.

– Mira, esto es lo que vamos a hacer. Los tres vamos a bajar a la tienda a comprar un test de embarazo. Después, Charity y tú volveréis aquí y harás pis en el palito -estrechó la mirada- en presencia de Charity.

– ¿Qué? -preguntó Emily.

– Quiero saber con seguridad que eres tú la que hará pis en el palito -miró a Charity-. Para asegurarme de que es ella la que está embarazada. Hace unos años una mujer me hizo esto. Me enseñó un test de embarazo positivo, pero resultó que se había traído la orina de su amiga en un recipiente. La amiga estaba embarazada.

– ¿Ya has pasado por esto antes?

– ¡Ni te imaginas! -dijo él exasperado.

Cualquier atisbo de duda se desvaneció en aquel momento y ella se acercó para ponerle una mano en la espalda en señal de apoyo.

– Vamos a comprar la prueba.

– No pienso hacer pis delante de ella -dijo Emily.

– ¿Preferirías hacer pis delante de mí? -preguntó Josh.

– Está bien -Emily fue hacia la puerta y todos bajaron en el ascensor. Entraron en la tienda donde la dependienta, una treintañera, miró a Emily y volteó los ojos.

– Hola, Josh.

– Lisa, necesitamos una prueba de embarazo. Por favor, ponla en mi cuenta.

– Claro.

Lisa se giró y vio la variedad de modelos. Agarró una caja y se la dio a él.

Volvieron a la tercera planta y entraron en la suite de Josh, que le dio la caja a Charity.

– No me dirás que no es divertido estar conmigo, ¿eh?

Ella agarró la caja y Emily los miró a los dos.

– No pienso hacer esto.

Él se encogió de hombros.

– Entonces no tengo nada que decirte. Vuelve cuando nazca el bebé y haremos una prueba de ADN.

La expresión de determinación de Emily se vino abajo; las lágrimas volvieron a llenar sus ojos y se deslizaron sobre sus mejillas. Se dejó caer en el sofá y se cubrió la cara con las manos.

– Lo siento -dijo con un sollozo-. Lo siento -alzó la mirada; el maquillaje manchaba su piel haciéndola parecer una niña pequeña-. Tú ganas. No me he acostado contigo. No estoy embarazada.

Aunque Charity no estaba exactamente sorprendida, todo le parecía muy surrealista.

– ¿Para qué necesitas el dinero? -preguntó Josh.

Emily sollozaba.

– Para la universidad. Mi padre se marchó de casa hace años y tengo dos hermanos pequeños. Mi madre hace todo lo que puede, pero no tenemos nada. Tengo una beca parcial, lo suficiente para pagar la matrícula, pero necesito dinero para vivir.

– ¿Pensabas que sería un blanco fácil? -preguntó Josh más locuaz que enfadado.

– Todo el mundo dice que… que has estado con muchas chicas. Pensé que podía fingir y que me darías dinero -se miró las manos-. Ha sido una estupidez, ¿verdad?

– No es un momento que vayas a recordar con orgullo -dijo él-. ¿Cuál es tu especialidad?

Emily lo miró extrañada.

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Que qué ibas a estudiar en la universidad?

– Ah, Pediatría -sonrió-. Me gustan los niños.

– ¿Has mirado más becas?

– Unas cuantas. Es confuso. No quiero tener un montón de préstamos si no es necesario.

– ¿Ya has hecho el examen de admisión?

– Sí -dijo ella sonriendo-. 625 en Lengua y 630 en Matemáticas.

– Impresionante -Josh se quedó en silencio un minuto-. Después de ir a clase el lunes, quiero que vengas a mi oficina. ¿Sabes dónde está?

– Claro.

– Hablarás con una señora llamada Eddie. Es mi secretaria -vaciló-. Parece mucho más mala de lo que es, así que no dejes que te asuste. Te ayudará con las becas. En cuanto al resto, puedes trabajar para mí este verano a tiempo parcial. Te pagaré el salario mínimo, si quieres, o no te pagaré nada, pero guardaré veinte dólares por cada hora que trabajes y al final del verano enviaré ese dinero a la universidad que hayas elegido. Pero si empiezas y lo dejas, no te daré nada.

Emily abrió los ojos de par en par.

– ¿De verdad vas a ayudarme después de haberte mentido?

– Tienes que hacer el trabajo. Si te quedas hasta el final, sabré que has aprendido la lección.

Charity se quedó tan sorprendida como Emily. Había pensado que Josh aleccionaría a la chica y que después la dejaría irse, pero por el contrario le había ofrecido un modo de conseguir lo que quería a la vez que asumía una responsabilidad.

Emily se levantó, corrió hacia Josh y lo abrazó. Después dio un paso atrás.

– Allí estaré -prometió-. Haré lo que me digas. Lo juro. Lo siento mucho -se giró hacia Charity-. Lo siento. Estaba desesperada y sé que no es una excusa. Por favor, no te enfades conmigo.

– No lo estoy -le dijo Charity.

– Gracias -repitió la chica antes de correr hacia la puerta y marcharse.

Josh se acercó a un pequeño mueble que había junto a la pared y sacó una botella de whisky.

– ¿Te apetece un poco?

– Esperaré y tomaré vino para cenar.

Él se sirvió una copa, soltó la botella y le dio un gran trago.

– Bienvenida a mi mundo.

– ¿Esto sucede mucho?

– De vez en cuando y de formas distintas. La gente se desespera y soy un blanco fácil -la miró por encima del vaso-. Sabes que no me acosté con ella, ¿verdad?

– Claro. Lo sabía antes de que lo confesara todo.

Él dejó el vaso.

– ¿Cómo?

– Me dijiste que hacía tiempo que no habías estado con nadie y te creí. Además, no es tu tipo.

Josh se acercó a ella y la agarró de la cintura.

– ¿Y cuál es mi tipo?

– No estoy segura del todo, pero lo que sé seguro es que no te gustan las chicas de instituto.

– Me conoces bien.