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– No es problema mío -dijo aún mirando a la pantalla-. No me importa tu título de Ingeniería. Te has equivocado con lo del puente y voy a demostrártelo.

– Vaya, y yo que pensaba que tenía un título en Empresariales.

Ethan alzó la vista y enarcó las cejas.

– Creía que eras Nevada.

– Eso parece.

Ethan le indicó que se sentara, guardó el documento en el que estaba trabajando y miró a Josh.

– Qué sorpresa.

– Para mí también -admitió Josh antes de sentarse-. He venido a hablar contigo.

Ethan se quedó mirándolo con una expresión difícil de interpretar.

– Pues entonces habla.

Ahora que estaba ahí, Josh no sabía qué decir. Había tenido diez años para planear esa conversación y no podía recordar la mitad de lo que había sucedido entre ellos.

– Te he dejado mensajes en el teléfono, primero todos los meses y después uno al año. He intentado ponerme en contacto contigo.

Ethan enarcó la ceja izquierda.

– Has hecho un gran esfuerzo -le dijo con ironía.

– No me devolviste las llamadas.

– Estaba esperando a que vinieras a verme en persona.

– Aquí estoy.

– Ya lo veo -Ethan sacudió la cabeza-. Te marchaste, Josh. Habías sido parte de mi vida, parte de la vida de mi familia, y desapareciste sin más. ¿Sabes cómo se sintió mi madre por eso?

– No, pero sé que estuvo mal.

– Peor que mal. Mamá te quería como si fueras hijo suyo. Hasta tenía un maldito álbum con recortes de tus carreras.

Josh deseó tener una gran roca a su lado, porque incluso metiéndose debajo se sentiría mejor de lo que se sentía ahora.

– Lo estropeé todo -admitió.

– Y tanto.

Se quedaron mirando.

– El accidente no fue culpa mía -dijo Josh finalmente-. Te chocaste contra mí y tuve suerte de no caer también.

Ethan se recostó en su silla, pero no habló.

– Te lesionaste -continuó Josh-. Eso sucede, pero seguiste adelante y ahora tienes una vida fantástica. Fíjate en este lugar. ¿Cómo es? ¿El doble de grande de cuando lo dirigía tu padre? Y también está la empresa de molinos. Eres un triunfador.

– Lo sé.

Ethan no le decía nada y eso estaba irritándolo. Se levantó.

– Ya no pienso seguir sintiéndome culpable. No es culpa mía que tuvieras que dejar de competir. Ya no pienso seguir pagando por ello. Me equivoqué al irme y me he disculpado por eso.

Ethan esperó un par de segundos.

– ¿Has terminado ya?

– Sí -Josh volvió a sentarse.

Ethan se inclinó hacia él.

– Yo nunca te culpé por lo que pasó -esbozó una leve sonrisa-. Me perdí aquella carrera -la sonrisa se desvaneció y su expresión se endureció-. Después del accidente, ni siquiera viniste a verme al hospital. Eras como un hermano para mí y no quisiste acercarte por si acaso mi lesión era contagiosa.

Josh se movía incómodo en su silla, sintiéndose avergonzado y como un estúpido.

– No fue así -comenzó a decir sacudiendo la cabeza-. No. Sí que fue así. Eras genial, Ethan, y sabía que sí pudo pasarte a ti podía pasarme a mí, podía pasarle a cualquiera. Así que me mantuve alejado. Lo siento.

– Éramos como hermanos.

Josh asintió.

– Y seguiste alejándote.

– No sabía qué decir -admitió Josh.

– Me lo imaginé.

– ¿Qué? ¿Entonces por qué no viniste tú a hablar conmigo?

– Sabía que algún día volverías, aunque no pensé que fueran a pasar diez años. Claro que yo siempre he sido el inteligente… y el guapo.

– Ni en tus sueños.

Había más que decir, más que explicar, más de lo que disculparse, pero eso ya vendría más adelante. Ahora mismo ya se había dado el primer paso y lo único en lo que podía pensar era en todo el tiempo que había malgastado… que habían malgastado los dos. Gladys tenía razón; los hombres eran idiotas.

Josh se levantó.

– ¿Quieres ir al bar de Jo a tomar algo?

– Claro.

Cuando salieron del despacho, Nevada seguía al teléfono. Dejó de hablar y los vio irse.

– Dentro de un rato empezarás a recibir llamadas -dijo Josh mientras caminaban.

– De las chicas y de mamá. Seguro que va a ser un día muy interesante.

Entraron en el bar y se sentaron en una mesa situada contra la pared. Algunas de las mujeres que había allí los miraron dos veces y siguieron viendo el programa de citas que emitían por la tele. Jo se acercó.

– ¿Lo de siempre?

Josh asintió y Ethan hizo lo mismo.

– ¿Os habéis dado un besito y habéis hecho las paces?

– No ha habido besos -dijo Ethan-. A menos que te estés ofreciendo tú.

Ella elevó los ojos al techo.

– No podrías conmigo.

Volvió a la barra y Josh miró a su amigo.

– ¿Jo?

– No. Flirteamos, pero eso no significa nada. No es mi tipo.

– ¿Desde cuándo tienes un tipo? -preguntó Josh aunque deseó no haberlo hecho. Ethan había estado casado; había amado y había perdido el amor de la peor manera posible-. Lo siento.

– No pasa nada. Bueno, he oído que vas a volver a competir.

– Es sólo una carrera.

– Bueno, es lo que hace falta para volver a entrar de lleno en el juego.

Josh no estaba seguro de querer entrar de nuevo en el juego, ahora mismo le interesaba más demostrarse algo a sí mismo.

– Ha pasado mucho tiempo. Sí, he estado montando, pero no en serio.

– Pues eso tiene que cambiar.

– Lo sé.

– Todo se basa en los fundamentos. Vuelve a lo básico, entrena y céntrate. Hay un elemento de suerte cuando ganas y estar preparado es la mejor suerte que puedes aportar.

Ethan agarró un par de servilletas y juntos trazaron una rutina de entrenamiento. «Es penoso», pensó Josh, «pero merece la pena». No le dijo a Ethan que ganar era lo menos importante, pero ahora mismo competir sería para él tanto como ganar.

Josh se terminó su cerveza, la última después de esa noche. A partir de ahora su dieta sería tan estricta como cuando entrenaba en serio porque no tenía mucho tiempo para ponerse en forma.

Volvió a centrar la atención en su amigo.

– Si no estabas cabreado conmigo, ¿por qué has estado todo este tiempo de tan mal humor?

Ethan se encogió de hombros.

– ¡Pues por qué va a ser! Por una mujer.

– Nadie me quiere allí -dijo Charity al sentarse en el asiento del copiloto del coche de Josh.

– Yo quiero que estés allí.

Estaban en el aparcamiento de un estudio de televisión local donde una periodista del canal de deportes iba a entrevistar a Josh.

Aunque ella agradecía la invitación, no estaba segura de cómo decirle que esa situación la hacía sentirse incómoda. Sabía que Josh y ella tenían una relación, pero se sentía casi como la novia de un famoso, como si estuviera con él para recibir atención mediática. Cosa que, por cierto, le recordó que una vez que Josh empezara a competir de nuevo, su mundo sería totalmente distinto al suyo.

Se giró hacia él para intentar explicárselo, pero antes de poder hablar, Josh dijo:

– Tuve una aventura con ella, hace años. Justo después del divorcio.

Charity tardó un segundo en encajar todas las piezas.

– ¿La periodista?

– Sí.

– ¿Te acostaste con ella?

Él asintió abochornado.

– Algo así.

Charity no sabía si sentirse dolida o furiosa.

– ¿Y por qué accediste a hacer la entrevista?

– La ha organizado el comité de la carrera. Me enviaron un e-mail pidiéndomelo y acepté. Necesitamos publicidad. Esperaba que no fuera Melrose la que me entrevistara, pero será ella -miró a Charity-. No estoy interesado en ella. Lo que pasó fue un error, un error estúpido.

Charity podía aceptarlo, aunque seguía confusa.

– Tenías que saber que esto podía generarte muchos problemas conmigo, así que, ¿por qué te has arriesgado y me has traído?