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Él se aclaró la voz y miró hacia la ventana.

– Me… llamó para hablar conmigo hace un par de días y parecía muy contenta con el hecho de que fuéramos a pasar un rato juntos. Demasiado contenta.

Charity habría jurado que vio miedo en la mirada de Josh.

– ¿Y?

– Sabía que sería incómodo, pero tenerte a mi lado hace que las cosas estén más claras.

El dolor y el enfado se disiparon.

– Le tienes miedo.

– No tengo miedo.

– Estás aterrorizado.

– No es eso.

Ella sonrió.

– Esperas que yo te proteja.

– Pensé que estaría bien que la gente supiera que estamos juntos.

¿De verdad esperaba que ella iba a creerse eso?

– Josh, has sido muy famoso durante años. Debes de tener mucha experiencia para decirle «no» a las mujeres.

– Sí, pero ahora es distinto. No voy a fiestas ni salgo con chicas tipo Hollywood.

– Con Emily actuaste genial.

– Pero eso era distinto -miró por la ventanilla-. Si prefieres esperar en el coche, lo entenderé.

Charity casi pudo escuchar un puchero en su voz.

– Iré contigo -dijo mientras abría la puerta-. Y haré todo lo que pueda por protegerte de la gran periodista malvada.

Entraron en el estudio, donde los recibió una ayudante de producción que se presentó como Brittany. Tenía aspecto de adolescente, pero no mostró el más mínimo interés por Josh. «Curioso», pensó Charity.

Pasaron delante de los platos empleados para los informativos y los distintos programas de la televisión por cable y Brittany señaló la pequeña zona con una pantalla verde y dos sillas altas situadas una enfrente de la otra.

– Haréis la entrevista aquí. Melrose me ha pedido la pantalla verde para poder cargar gráficos -miró a Josh-. ¿Has hecho esto antes, verdad?

Él asintió.

– Genial. La maquilladora quiere ponerte un poco de polvos, pero vamos a hacer una entrevista de deportes. Nadie espera que salgas guapo.

– Oh, pero ya lo eres -susurró Charity.

Josh la miró y ella hizo todo lo que pudo por no reír.

– Está ahí -dijo la ayudante señalando una puerta-. Grita si me necesitas.

Josh se detuvo delante de la puerta cerrada, que se abrió bruscamente antes de que él pudiera llamar.

– ¡Por fin! -susurró una voz bronca pero femenina-. He estado contando las horas.

Josh posó la mano sobre la cintura de Charity y la pasó a la habitación. Charity se sentía como el chivo expiatorio en una ceremonia pagana. Entró en una sencilla habitación con un gran y bien iluminado espejo, unas sillas, un sofá y una larga encimera, pero lo que de verdad captó su atención fue la mujer situada junto al espejo.

Era alta, probablemente medía casi metro ochenta, y tenía un resplandeciente cabello rojo que caía en suaves ondas sobre su cintura. Su cuerpo era esbelto, pero curvilíneo en los sitios justos, y sus pechos eran del tamaño de unos melones que sobresalían de su camisa escotada.

Melrose no sólo era hermosa, pensó Charity, sino que generaba la sensación de que no hubiera aire en la habitación. Era perfecta. Sus pechos no parecían de verdad, pero le sentaban bien. Era una fantasía masculina andante y Charity pasó de ser el chivo expiatorio a ser directamente invisible.

– Josh -dijo Melrose con la respiración entrecortada mientras cruzaba la habitación dando largas zancadas antes de rodearlo por el cuello y besarlo en la boca.

Charity se quedó anonadada y se pellizcó el brazo para asegurarse de que de verdad estaba ahí.

– Melrose -dijo Josh agarrándola de las muñecas y apartándose-. Te presento a Charity Jones. Es mi novia.

Novia. Charity no se había esperado eso y desconocía si Josh lo había dicho porque de verdad lo sentía así o como una forma de protegerse de la mujer.

– Hola -dijo Melrose sin apartar los ojos de Josh-. Vuelves a competir. Eso es bueno. El deporte necesita a alguien como tú, y yo también. Esta noche me alojo aquí en la ciudad. Tengo una preciosa habitación en un hostal junto al lago. Una bañera grande, una cama grande y una chimenea grande. La entrevista se emitirá esta noche, así que podríamos verla juntos. Desnudos. Vamos, di que sí.

Charity pasó de sentirse menos que nada a sentirse furiosa en un segundo. Se situó entre Josh y la piraña, extendió la mano derecha y forzó una sonrisa.

– Hola -dijo en voz alta-. Soy Charity.

– Ya nos han presentado -respondió la mujer con frialdad sin dejar de mirar a Josh con ojos hambrientos.

– Al parecer no -le dijo Charity con firmeza-. Ey -le dio un golpecito a Melrose en el pecho con su dedo índice, justo encima de su pecho izquierdo-. Mírame.

Lentamente, Melrose bajó su fría mirada verde hacia ella.

– No me habrás tocado.

– Te he tocado y volveré a hacerlo si es necesario. Sí, es normal quedarse prendada de Josh y, como seguro que recordarás, el sexo con él es fantástico, pero existe una línea entre el deseo y ser un absoluto cliché. No te ofendas, Melrose, pero no estás en un culebrón. Esto es la vida real y Josh está conmigo.

Josh había sabido que había un riesgo cuando le había pedido a Charity que lo acompañara, pero se había preparado para verla molesta, sobre todo porque Melrose no era la clase de mujer que aceptaba fácilmente un rechazo. Había pensado que tener a Charity a su lado facilitaría las cosas y que así tendría un testigo de cualquier cosa que pasara… o no pasara. Pero no había esperado que sacara fuera la tigresa que llevaba dentro.

Estaba mirando a Melrose, sin ningún miedo, preciosa, y con gesto de determinación. No muchas mujeres estaban dispuestas a enfrentarse a una periodista tan importante. ¡Charity era genial!

Melrose los miró a los dos y dijo:

– No he oído que Josh me haya dicho que no.

– Josh, ¿podrías, por favor, darle una respuesta a la gráfica invitación de Melrose?

No se molestó ni en mirarlo y a él le gustó que no lo hiciera porque fue como decirle que no quería influir en su respuesta.

– No, gracias -respondió él-. Estoy con Charity.

– Bien -respondió Melrose con brusquedad-. Da igual -miró el reloj-. Terminemos con esto. Si nos damos prisa, aún puedo tomar el avión de Sacramento y largarme de esta ciudad de mierda.

Diez minutos después a Josh ya le habían aplicado polvos y le habían puesto el micrófono y estaba sentado al lado de una Melrose aún enfadada. Pero en cuanto el piloto rojo se encendió sobre la cámara, el rostro de la mujer se relajó y sonrió.

– Estoy aquí con Josh Golden, que nos dejó maravillados durante años ganando todas las carreras importantes incluidas un par de victorias seguidas en el Tour de Francia -se giró hacia él-. Los rumores dicen que vas a volver.

– Voy a participar en una carrera que se va a celebrar aquí, en Fool's Gold. Ya veremos cómo me va.

– ¿No estás listo para anunciar oficialmente tu regreso al deporte que tanto amas?

– No -no estaba listo para hacer casi nada, más que para superar otro entrenamiento sin que le entrara el pánico.

– Eras el mejor -le recordó Melrose-. ¿No quieres volver a disfrutar de esos momentos de gloria?

– En la competición no todo es ganar.

– Sí, pero nada de eso importa en el fondo, ¿verdad? -la mujer sonrió-. Sé que te gusta estar arriba.

Josh pensó en Charity, que observaba desde detrás de las cámaras, y contuvo un gruñido. Melrose era demasiado persistente, cosa que en su momento le había atraído, pero ya no. Ahora lo que quería era algo distinto, alguien distinto. Y en cuanto la entrevista terminara, tenía pensado decírselo.

Dieciséis

– ¿Te he dado las gracias por acompañarme hoy? -le preguntó Josh.

Charity apoyó la cabeza sobre su hombro.